El senador Gerardo Fernández Noroña no se ha distinguido a lo largo de su trayectoria por ser un sujeto moderado y tolerante. Por el contrario, desde los albores de su carrera, ha manifestado un reiterado desprecio por la diversidad, el respeto y la dignidad de sus contrapartes.
Quizás no resulte necesario destacar las bochornosas escenas que Noroña protagonizó en el pasado en la Cámara de Diputados. Auto erigido como adalid de la verdad absoluta, no escatimó recursos discursivos para agredir a miembros de la oposición sin el menor miramiento hacia las formas o el respeto.
Con sobrenombres, epítetos y descalificativos, y con una soberbia propia de los autoritarios, ha atropellado a cualquier hombre o mujer que esté dispuesto a plantarle cara, en tanto que es uno de los personajes más tóxicos de la clase política mexicana.
Tras su paso por la Cámara de Diputados, y como resultado de su eficacia en el debate público (más por histrionismo y por su reconocida capacidad de argumentación que por el contenido) se hizo senador de la República y presidente de la Mesa Directiva.
En días recientes Noroña aseveró que la reforma judicial sería como un choque entre un trailer y un coche Volkswagen (el vocho, infiero) refiriéndose al poder Legislativo y el Judicial, respectivamente.
En otras palabras, ante la posibilidad de una declaratoria de inconstitucionalidad de la reforma judicial, por parte de la Suprema Corte, nadie más ni nadie menos que el presidente de la Cámara Alta advirtió el riesgo de un eventual desacato por parte del Senado.
Ante este pavoroso panorama, el Estado mexicano haría frente a una crisis constitucional sin precedente que daría finiquito al Estado de derecho y al orden democrático consagrado en la Carta Magna.
Si bien es verdad que las competencias de la Corte en materia de revisión de una reforma constitucional permanecen en el limbo jurídico, la Suprema es hoy, con sus once miembros, el máximo tribunal jurisdiccional del país. Sus decisiones son, por tanto, in-a-pe-la-bles y motivo de obligación de cumplimento en el Estado mexicano para TODOS los órganos del Estado, incluido el Senado hoy capturado por el impresentable legislador.
No resulta sorprendente la condenable actitud del senador Noroña; especialmente si se recuerda su expresa admiración al dictador Nicolás Maduro, su defensa a ultranza de Vladimir Putin en el pleno y ante el reciente escándalo protagonizado por el radical en la sala VIP de Amex en el aeropuerto de la Ciudad de México