La senadora electa Cecilia Guadiana ha ganado en la lucha contra la violencia política de género que ejerció un columnista del diario digital e impreso Zócalo. No se trata solamente de un litigio o regaño más. Se trata de un nombre que se suma a los 391 sancionados. El quinto coahuilense identificado como agresor en el muro de la vergüenza y el primer columnista de esa entidad cuya veracidad, rigor y credibilidad pueden darse por perdidos ya que no hay mayor fracaso periodístico que el uso de la palabra para mentir, humillar, agredir mujeres por sus vidas personales, realizar apología de violencia en un contexto de riesgo altísimo y abandonar el rigor de la información para invadir el de los juicios estereotipados que van perpetuando la desigualdad entre mujeres y hombres desde la prensa.

Luis Carlos Plata fue condenado por Sala Regional Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en razón a diversas publicaciones en columnas de opinión y redes sociales que desacreditaron a Cecilia, mujer joven que ahora, abandera esta causa para todas, dejando claro que la violencia extrema comienza por la violencia simbólica y por ello, combatirla, nombrarla y evidenciarla es prioritario. Después de todo, si en el extremo ultramachista de Afganistán, los talibanes han prohibido la voz de las mujeres en público, aquí debemos alzarla doblemente: para denunciar la violencia y para continuar haciendo historia.

Carlos Plata deberá publicar el extracto de la sentencia visible durante al menos 30 días, multa de 50 Unidades de Medida y actualización, una disculpa pública durante 15 días naturales a través de su red social X, un curso de violencia política en razón de género, inscripción en el Registro Nacional de Personas Sancionadas en Materia de Violencia Política contra las Mujeres en Razón de Género. Aunque el periódico Zócalo no fue condenado, es un hecho que la complicidad u omisión para brindar eco a los postulados misóginos de Plata debería de hacerles recular y expulsar de todo espacio al columnista condenado. Incitar al odio y a disminuir a las mujeres en política, desacreditándolas y/o difamándolas no es libertad de expresión sino una falta a los principios básicos de ética periodística. Por lo tanto, ningún medio de comunicación serio podría tener entre sus filas a un agresor inscrito en un Padrón de violentadores en razón de género.

Las palabras importan. El lenguaje es tan poderoso que desde una palabra se puede destruir o construir, sin embargo, cuando se trata de prensa y redes sociales, las palabras se convierten filosas navajas lanzadas al por mayor, que, a su vez, invita a que miles de lectores multipliquen aquellas armas y las continúen lanzando al aire, aunque en el camino, se dañe a las mujeres y a las niñas.

Es peor que un comunicador incite al odio y al descrédito en contra de las mujeres en la prensa porque debido a su alcance, los mensajes sobre las que aspiran al poder o toman decisiones impacta sobre todas las personas que los leen. Así, poco a poco, las niñas aprenden la terrible idea de que tener grandes responsabilidades trae consigo ser exhibidas de formas misóginas; las mujeres aprenden que la autoridad y el poder solo es respetado en los hombres mientras que para sus pares, hay desprecio e hipervigilancia en sus relaciones personales por lo que la privacidad y tranquilidad es cosa de las mujeres de casa mientras que a los hombres, se les incita a juzgar, humillar, sobajar, desacreditar y opinar sobre vidas personales ajenas como si tuvieran el derecho de hacerlo. La pedagogía de la violencia política en razón de género es tan perversa que disuade a las mujeres de participar, censura y daña a las mujeres en el poder y les obliga a construir doble armadura de acero para seguir adelante, siendo que cobardemente, aquellos que abusan de los espacios periodísticos y las redes sociales, no asumen ni la mitad de responsabilidades que ellas deben asumir de frente, en medio de los ataques que provocan escondidos tras una computadora.

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Lo peor. La palabra mal utilizada siembra y justifica el desprecio, estereotipos machistas y misóginos que se esconden detrás de crímenes que trascienden a la violencia política en razón de género. Una hierba mala que se propaga con facilidad, eliminando la posibilidad de empatía e incentivando que haya más violencia.

La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 estima que, en el estado de Coahuila, 72.3% de las mujeres de 15 años o más, experimentaron algún tipo de violencia: psicológica, física, sexual, económica o patrimonial a lo largo de la vida y 45.9% en los últimos 12 meses. Esta es la hoguera que incentivan los comunicadores machistas. Del mismo tamaño debería de ser la condena.

POR CIERTO. A pesar de que, en un país plagado de impunidad, lograr sentencias es digno de celebrarse, vale la pena preguntarnos si es que las disculpas públicas y menos de 6 mil pesos como multa es suficiente para inhibir este tipo de agresiones. Una de cal por dos de arena. Así como lo que no se nombra no existe, aquello que se nombra hace que eso exista y dependiendo de cómo se nombre, será respetuoso a la dignidad humana o degradante. Romper el silencio para corregir la violencia simbólica nunca fue tan importante como ahora, el tiempo de mujeres en que la vida pública y la toma de decisiones nos hará hablar en femenino. Si es que un medio permite que se agreda a las mujeres desde sus páginas, la siguiente gran sanción debería ser dejarlo de leer pues aquel periódico que no es riguroso y objetivo con su contenido, en realidad, abandera la falsedad, manipulación y la propaganda perniciosa. Al tiempo.