Las próximas elecciones presidenciales en Rusia, programadas del 15 al 17 de marzo de 2024, arrojan luz sobre la continuación del liderazgo de Vladimir Putin en el país. Sin embargo, más allá de los procedimientos electorales, estas elecciones tienen implicaciones significativas en el contexto de la guerra en Ucrania, un conflicto que ha cobrado vidas y generado tensiones geopolíticas.
La guerra entre Rusia y Ucrania, que comenzó en febrero de 2022 con la invasión rusa de las regiones orientales ucranianas, ha sido un punto central en las relaciones internacionales. Estados Unidos ha desempeñado un papel destacado en este conflicto, brindando asistencia financiera y militar a Ucrania para combatir las fuerzas rusas y mantener la estabilidad interna.
Estados Unidos tenía un candidato favorito en la elección rusa que prometía acabar con la guerra, sin embargo, la Suprema Corte lo ha dejado fuera de la contienda.
La candidatura de Boris Nadezhdin, un opositor que prometía poner fin a la guerra en Ucrania, representaba una esperanza para aquellos que buscaban un cambio en la política exterior rusa. Sin embargo, su exclusión de la contienda electoral por parte de la Suprema Corte rusa ha dejado esa esperanza en entredicho.
Entre el 24 de febrero de 2022 y el 7 de diciembre de 2023, el gobierno del presidente Joe Biden ha proporcionado más de 76.000 millones de dólares en asistencia a Ucrania, según datos del Instituto Kiel para la Economía Mundial en Alemania. Sin embargo, esta cifra es un estimado y no incluye todos los gastos relacionados con la guerra, como la ayuda a los aliados y otros elementos. Esta ayuda ha sido utilizada principalmente para financiar las operaciones militares de Ucrania, garantizar la estabilidad gubernamental y satisfacer necesidades humanitarias urgentes.
En realidad, descubrir el misterio sobre quién toma las decisiones de un presidente que a menudo pierde el hilo en momentos públicos es preocupante, el hecho es que su financiamiento bélico ha marcado la diferencia. En el caso de Palestina, el apoyo norteamericano a Israel ha sido brutal y genocida.
Es temporada de autócratas. De presidentes emanados democráticamente que llegan con tanto apoyo al punto de negarse a devolver el poder. Es Putin, es Bukele. Es Trump volviendo.
La decisión de la Corte Suprema refleja la falta de voluntad del Kremlin para permitir la oposición, aunque también alerta sobre los riesgos de intervencionismo y el debate público sobre asuntos críticos como la guerra en Ucrania.
Además, las acusaciones de la presencia de nuevos impulsos nazis en Ucrania mientras Israel es autora de una eliminación generalizada y sistemática contra Palestina, añaden una capa adicional de complejidad a la situación, exacerbando las tensiones. Mientras tanto, la voz de la oposición, representada por Nadezhdin y respaldada por miles de ciudadanos rusos, queda silenciada en medio de esta disputa.
La exclusión de Nadezhdin de las elecciones presidenciales en Rusia no solo es un revés para la democracia en el país, sino también una oportunidad perdida para abordar de manera efectiva un conflicto que ha causado sufrimiento y desestabilización en la región. Mientras tanto, la guerra en Ucrania continúa su devastador curso, dejando en su estela la esperanza de un futuro más pacífico y estable en la región.
El contraste es que la indignación y solidaridad parece ser selectiva ante una guerra mediatizada en donde la compasión hacia Ucrania ha sido bandera de muchos frente al desamparo de la Franja de Gaza, donde la islamofobia y discriminación árabe ha permitido hacer creer que el derecho de Israel a defenderse es aún más contundente que el derecho de miles de niñas, niños y civiles a vivir. Lo destacado es, también, que varios de los presidentes que tendrán interacción con la próxima presidenta de México lograron evadir en sus países aquellas reglas contra la reelección. Y no pasó absolutamente nada.