El profesor emérito de medios, cultura y comunicación de la Universidad de Nueva York, Arjun Appadurai, dijo en una entrevista reciente, en La Presse de Montreal, que si el siglo XX fue la era de la “rebelión de las masas”, el siglo XXI se caracteriza por la “rebelión de las élites”.

Appadurai señaló que las nuevas élites “apoyan, rodean, alientan y adulan a las nuevas autocracias” en muchos países. El fenómeno es único en el sentido de que los miembros de estas “nuevas élites vengativas ocultan su propio elitismo detrás de un discurso anti-élite”. “Es una colección impactante de ideólogos, un grupo cuyos miembros no vienen de las bases ni de la gente común”. “Tal vez estuvieron cerca de la clase trabajadora en su infancia, pero ciertamente no en sus carreras”. Su mensaje más importante es: “les ayudaremos a luchar contra las élites que los han traicionado”. Lo que no dicen, añade Appadurai, es: “ahora somos las nuevas élites que también los traicionaremos, pero lo haremos a nuestra manera”.

Después de leer la entrevista de Appadurai me acordé inmediatamente de dos libros que leí hace muchos años. “La rebelión de las masas” de José Ortega y Gasset y “La rebelión de las élites” de Christopher Lasch son libros que presentan dos críticas distintas, pero interrelacionadas, de la dinámica social. Podrían ayudarnos a entender lo que está ocurriendo hoy en algunos países donde reina la polarización política y en donde surgen populismos de izquierda y derecha.

Mientras que la obra de Ortega, publicada en 1930, advierte contra el ascenso de las masas y su potencial para socavar la civilización, el análisis de Lasch, publicado en 1995, critica la desconexión de las élites con los ciudadanos y su traición a los valores democráticos.

José Ortega y Gasset: el ascenso de las masas

Ortega y Gasset expresa una profunda preocupación por el surgimiento del “hombre-masa”, una figura caracterizada por la mediocridad y la falta de estándares de excelencia. Sostiene que este hombre-masa surge en una sociedad que ha abrazado la democracia liberal y el avance tecnológico, lo que lleva a un sentimiento de derecho sin apreciación de los esfuerzos que sostienen la civilización. Ortega postula que el hombre-masa no aspira a la mejora personal ni a la excelencia; en cambio, se deleita en su normalidad, que es una amenaza a la vitalidad cultural e intelectual.

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Ortega distingue entre “minorías”, compuestas por individuos que luchan por la excelencia, y “masas”, que se conforman con la mediocridad. Afirma que cuando las masas ganan el poder, pueden conducir a la decadencia social, ya que carecen de la visión y la capacidad para fomentar el progreso. Su crítica no se basa meramente en la clase, sino que se centra en una comprensión filosófica del potencial y el logro humanos. El autor advierte que si esta tendencia continúa sin control, la civilización corre el riesgo de caer en la barbarie a medida que la excelencia retrocede.

Christopher Lasch: las élites alejadas

“La rebelión de las élites”, de Christopher Lasch, desplaza el foco de atención de las masas a las élites, argumentando que son estos individuos (que incluyen ejecutivos corporativos, políticos, académicos y figuras de los medios de comunicación) quienes se han desconectado de los ciudadanos. Lasch sostiene que las élites contemporáneas están cada vez más alejadas de los valores y preocupaciones de la clase media, lo que conduce a una “traición a la democracia”. Describe a estas élites como figuras cosmopolitas que se consideran superiores al mismo tiempo que hacen caso omiso de las necesidades y aspiraciones de aquéllos a quienes gobiernan.

El análisis de Lasch sugiere que el desdén de las élites por la gente común fomenta una división social que socava los principios democráticos. Sostiene que esta separación crea un entorno propicio para el populismo, ya que los ciudadanos comunes reaccionan contra lo que perciben como desprecio elitista. A diferencia del enfoque de Ortega sobre la mediocridad entre las masas, Lasch enfatiza cómo la desconexión de la élite plantea una amenaza directa al compromiso democrático y la cohesión social.

Ortega y Gasset: la amenaza de las masas

La rebelión de las masas de Ortega y Gasset es una crítica del ascenso del “hombre masa” a principios del siglo XX, un fenómeno que, según él, fue posible gracias al progreso tecnológico, la urbanización y la democratización. El “hombre-masa”, según Ortega, es el individuo común que carece de curiosidad intelectual y ambición de superación personal, pero se siente con derecho a imponer su mediocridad a la sociedad. Para Ortega, las masas, al rechazar la autoridad cultural y moral de las élites, perturban el orden social que depende del liderazgo de una minoría culta.

Ortega considera que la civilización es frágil, sostenida únicamente por el esfuerzo continuo de las élites creativas e intelectuales. Considera que el desprecio de las masas por la tradición, la experiencia y la disciplina es una amenaza directa a la estabilidad y el progreso de la sociedad. En su análisis, la democracia corre el riesgo de degenerar en populismo cuando las masas exigen igualdad no sólo en derechos sino en estatura intelectual y cultural, lo que conduce a la supresión de la excelencia y la innovación.

Ortega aboga por un papel revitalizado para las élites, que define no por la riqueza o el estatus heredado, sino por su compromiso con la excelencia, la creatividad y el servicio público. Estas élites deben reafirmar su autoridad y guiar a la sociedad con sabiduría y responsabilidad, contrarrestando el descenso de las masas al relativismo cultural y moral.

Lasch: la traición de las élites

En marcado contraste, “La rebelión de las élites y la traición a la democracia”, de Christopher Lasch, critica a las mismas élites que defiende Ortega. Escribiendo en el contexto de la globalización de finales del siglo XX, Lasch sostiene que las élites (líderes corporativos, tecnócratas e intelectuales) se han retirado de sus responsabilidades cívicas y morales, priorizando el éxito personal y el cosmopolitismo global por encima de sus obligaciones con la sociedad en general. Esta “rebelión” de las élites se manifiesta en su desapego de las comunidades nacionales y locales, fomentando la desigualdad, la fragmentación cultural y la erosión de las instituciones democráticas.

Las élites de Lasch se consideran meritocráticas y atribuyen el éxito a sus capacidades superiores. Sin embargo, critica esta meritocracia como una ilusión que ciega a las élites ante las ventajas estructurales que permitieron su ascenso. Peor aún, su desdén por la “gente común” deja a las masas sintiéndose alienadas y resentidas, desestabilizando aún más la democracia. Lasch sostiene que esta separación entre las élites y la población en general socava los valores compartidos y el compromiso cívico necesarios para una sociedad democrática saludable.

Lasch aboga por un retorno al arraigo, la comunidad y la responsabilidad mutua. Pide que las élites reconozcan su interdependencia con la sociedad en general y que los ciudadanos comunes recuperen la participación cívica, las tradiciones compartidas y las instituciones locales.

Perspectivas complementarias

A pesar de sus diferencias, Ortega y Lasch ofrecen perspectivas complementarias sobre los desafíos de la democracia moderna. El énfasis de Ortega en la importancia de la excelencia y el rigor intelectual sirve como recordatorio de que las sociedades deben cultivar líderes capaces de guiar sistemas culturales y políticos complejos. La crítica de Lasch al elitismo y el llamado a los valores orientados a la comunidad resaltan la necesidad de humildad, arraigo y responsabilidad mutua.

Ambos pensadores coinciden en la importancia del equilibrio entre liderazgo y participación. Ortega enfatiza los peligros de la mediocridad populista, mientras que Lasch destaca los peligros del desapego elitista. Juntos, subrayan que la salud de la democracia depende de la interacción entre un liderazgo informado y una ciudadanía comprometida y empoderada.

José Ortega y Gasset y Christopher Lasch ofrecen marcos contrastantes pero igualmente valiosos para comprender las tensiones entre las masas y las élites en la sociedad moderna. El temor de Ortega a una decadencia cultural a través del ascenso de las masas se contrarresta con la preocupación de Lasch por la traición a la democracia por parte de una élite egoísta. Ambas críticas siguen siendo relevantes en los debates contemporáneos sobre la desigualdad, la polarización política y la erosión de los valores compartidos.

En última instancia, sus obras nos recuerdan que la democracia es un equilibrio frágil, que requiere no sólo un liderazgo fuerte y virtuoso sino también la participación activa e informada de todos los miembros de la sociedad.

Javier Treviño en X: @javier_trevino