Dos hechos criminales de alto perfil nuevamente nos recuerdan con crudeza la dura batalla que se libra en Quintana Roo en contra de la delincuencia, en todas sus formas, la que ha sido y debe permanecer como una prioridad máxima.
Años atrás, estos repudiables ataques contra la sociedad habrían quedado en la impunidad, solo una estadística más en una sangrienta cronología. Pistoleros salidos del éter, que vuelven a hacerse humo, hasta el siguiente golpe. Mucho ha cambiado y ahora existen herramientas, infraestructura y personal para hacerles frente. Ya se tienen detenidos por un hecho y del segundo probablemente ocurra lo mismo.
Pero repasemos. Del primer ataque, ya sabemos que se originó a nivel internacional. Una deuda impaga de un grupo criminal canadiense fue cobrada en sangre por otros delincuentes de la Ciudad de México, aprovechando que su blanco vino a vacacionar a la Riviera Maya, como millones de extranjeros. Un sicario “importado” ingresó al hotel Xcaret y privó de la vida a dos extranjeros.
El segundo caso, más reciente, ocurrió en el club de playas Mamita’s Beach de Playa del Carmen, en donde sujetos asesinaron a balazos Federico, el gerente del lugar, para luego presuntamente darse a la fuga en Jetski. Todavía se desconocen los móviles de este segundo crimen, aunque conjeturas desde luego abundan.
Esta clase de actos lastiman a la ciudadanía en su conjunto de varias maneras. Primero, por el daño directo causado, en vidas, en heridos, terror para todos quienes estuvieron presentes, incluso en el perjuicio generado a la imagen turística. Pero también hay un golpe psicológico, de más ancho impacto: todos somos vulnerables. Los grupos delictivos nos roban nuestra tranquilidad, al mostrarnos lo frágil que es nuestra existencia, de nuestras rutinas y planes.
Esto último hace que las reacciones a estos hechos siempre tengan, justificablemente, una carga emocional. Nos perturba el vernos expuestos y respondemos con enojo, hacia los responsables pero también hacia las autoridades que están encargadas de nuestra seguridad.
Es válido exigirle resultados a nuestros servidores públicos, todos, y aquí me incluyo, sentimos la misma indignación y la misma sed de justicia. Pero aquí es importante no dejarse llevar por estridencias, no caer en las críticas destructivas irracionales, negadas a la realidad.
Porque la realidad es esta: no hay forma de evitar que en algún lado suceda algún delito, sea pequeño o sea grande. Pueden prevenirse muchos, cierto, pero siendo realistas, cualquiera puede causarle daño a otra persona o tomar algo que no le pertenece.
Claro, la mayoría no lo hacemos, primeramente, porque tenemos valores, una educación, pilares para toda sociedad que siempre debemos cuidar. Pero incluso sin valores, existe otro factor, que es el temor a las consecuencias. Delinquir debiera traer un castigo.
Y es aquí la gran diferencia que mencioné líneas arriba. Anteriormente, hechos como el sufrido en Xcaret o en Mamita’s quedaban para siempre en el anonimato. Grupos delictivos se movían a sus anchas, sabedores de la impunidad que gozaban, ya sea por acuerdos o bien por ineficacia de las autoridades.
Mucho ha cambiado. Ahora se cuenta con una Policía Estatal funcional, no con 40 elementos para toda la zona norte como antaño, también existe una coordinación total entre todas las instancias de seguridad y procuración de justicia, a través de una Mesa de Seguridad. La Fiscalía ha sido en gran medida purgada de sus antiguos vicios y profesionalizada. En el estado, existe ya una red de cámaras de vigilancia y un complejo desde las que son monitoreadas.
Por ello, un día después del cruento asesinato de dos personas en el hotel Xcaret, dos presuntos cómplices del homicida ya fueron ubicados y detenidos. No es una anomalía, basta hacer memoria y recordar cuántos feminicidas están tras las rejas, se menciono en la mañanera del Presidente López Obrador, cuántas células delictivas han sido desmanteladas. No me extrañaría nada que así ocurra con los pistoleros que cobardemente huyeron en un jetski del Mamita’s.
Es un trabajo arduo y constante, a menudo ingrato, pues pese a las detenciones, son más los abucheos que aplausos, pero a largo plazo quedará claro que la antigua impunidad ya no existe. No será perfecto, desde luego, y los crímenes continuarán ocurriendo, pero en menor medida, de manera más fortuita. Los grupos criminales ya no podrán operar a su antojo, sino que lo harán con miedo y solo en las sombras, ya no de manera tan descarada.
¿Peco de optimista? Tal vez. Lo importante, pese a todo, es recordar es que los aviones con turistas siguen llegando, pues millones de personas de todo el mundo vienen cada año a nuestras playas y regresan sin problema alguno, con los buenos recuerdos del Mar Caribe y de una excelente atención. Finalmente, los atractivos de la entidad, la conectividad aérea, la infraestructura hotelera, excelencia en atención, protocolos sanitarios y la certeza para los inversionistas son todos muchos más sólidos que las turbulencias que puedan provocar eventualidades como estos hechos delictivos.
Amir Ibrahim en Twitter: @AmirIbrahimQRoo