Avanza la comprensión del contexto histórico nacional y el estado del Estado que estamos reconstruyendo penosamente en México.
Entre 1946 y 1986 se consolido y agotó el Estado legal-formal caracterizado por la hegemonía del PRI cuya estrategia central de gobierno consistió en politizar todos los mercados relevantes, desde el económico hasta el electoral o el cultural y de la comunicación.
Entre 1986 (ingreso de México al GATT y posicionamiento de Carlos Salinas hacia la presidencia de la República, neoliberalismo, pluralismo, derechos indígenas y transparencia tuteladas) y 2006 (Foxgate, Pemexgate, duda sobre la transparencia y el sistema electoral, ejército a las calles y otras) se avanza en instaurar gradual e incompletamente el Estado Constitucional, el cual es reconocido por pretender racionalizar todos los referidos mercados, por lo que el PRI se divide y la clase política tradicional pierde fuerza.
Entre 2006 y 2016, no obstante las innovaciones racionalizadoras en materia de justicia penal (2008), derechos y justicia constitucional (2011), educación (2013) o electoral, telecomunicaciones y anti corrupción (2014-2016) acordadas en el sentido racionalizador y neoliberal, creció la tendencia crítica que en 2018 capitalizó la polarización social de la mano de Morena y Lopez Obrador.
De 2018 en adelante se abre una nueva etapa en la que los dos referidas tendencias se enfrentan sosteniendo las tesis divergentes de la repolitización de los mercados o la persistencia de su racionalización, las cuales admiten variantes.
En balance, si bien la repolitización se ha introyectado en seguridad, educación, representación, participación, comunicación, política social u obra pública, no ha podido extenderse a los órganos de garantía y control como los órganos autónomos o el poder judicial.
Entre la politización y la repolitización de los mercados y su racionalización o re-racionalización caben variantes o modalidades que pueden y deben ser exploradas y propuestas.
Entre Morena y aliados, de un lado, la Alianza panista-priista y perredista, del otro, más la expresión de Movimiento Ciudadano, además de los actores no partidarios debemos comprometernos a realizar los mejores ejercicios posibles para continuar la reconstrucción del Estado que ya se fue o está en severa crisis: el del partido hegemónico y el de la transición, respectivamente.
Gradualmente, deberá perfilarse el nuevo Estado, el Estado Constitucional, Democrático, Social, Popular, Intercultural y de Género que se está cociendo a fuego lento.
El nuevo Estado Mexicano, luego de terminar de ajustar cuentas con su pasado remoto y reciente, debería emerger apoyado en instituciones y prácticas más funcionales que nos permitan convertirnos en un país mejor, mas libre, igual, próspero y justo.
De eso se trata la transformación y las elecciones de 2024.