“Todo poema es una bomba que implota y te jala a la hoja.
Acá vamos, nosotros, los poetas.
Somos una caravana de deformes
y cantamos la tristeza de ese rayo.”
David Meza, La teoría del relámpago quieto
Los martes por la noche Guadalajara parece detenerse para después suspirar profundamente. La escena cultural poética de las nuevas generaciones se reúne todos los martes por la noche en Ortográfika: hacen su respectiva fila, se inscriben en una lista y se disponen a leer en voz alta y a escuchar otras voces. La noche se desplaza entre la risas, nostalgias, heridas, canciones y rimas. Circulan las cervezas mientras los aplausos se convierten en gestos de reconocimiento frente al talento que acaba de tomar el micrófono, paradójico testigo de las narraciones del pasado, de las ocurrencias literarias y de poemas poderosos con profundas críticas sociales e incómodas menciones sobre dolores, frustraciones y machismos violentos. La poética contemporánea tapatía es fulminante, no espera a nadie, se hace paso en medio del conservadurismo y lo trasgrede con el disparo de la palabra; lo rasga y detrás del velo del asombro, se asoma un grupo de personas extrañas, seres diseñados por algún artista oscuro que decidió darles dos virtudes en exceso: 1. La capacidad de amar y dolerse; 2. La capacidad de transmitir todo aquello que sienten y piensan en demasía. Aquel grupo diverso se mueve en Ortográfika como si ese lugar hubiese sido desde siempre, como si fuera una guarida natural (quizá obvia) para dicha tribu.
Ortográfika es el martes de poesía pero es también muchas cosas, es un refugio y una casa, una galería, un centro cultural con tentáculos que al atraparte te devuelve la bohemia libertad que en medio de una ciudad contradictoria parece haber caducado. Es uno de esos lugares que sabes que algún día extrañarás y cuyo único deseo es que el tiempo no le afecte. Es una comunidad y una complicidad. Es el espíritu barrial del centro de Guadalajara y la esencia de la posmodernidad colectiva cantando la misma canción. Tiene talleres para distintos géneros literarios, libros para intercambiar, para leer, una nevera convertida en librero, cine profundo, charlas sociales, poliamorosas y ambientales, grupos de collage, tejido, fanzine y hasta clases de yoga y baile. Hace un par de semanas conocí a un chico ahí mismo y me dijo: “Siento que puedo conversar con cualquier persona de aquí”. Entre la oscuridad de la urbe, entre el tráfico desquiciante y la indiferencia peatonal, hay que celebrar los espacios que recuperan la dignidad del encuentro. Oasis de conexiones humanas, tan necesarias como hermosas. Ortográfika apenas cumplió un año y me pareció apropiado escribir sobre este secreto público que Natalia Mariposa y Cosme y un gran equipo le regalan a Guadalajara. Gracias por esta revolucionaria materialización.