“Odio decir que hay formas masculinas y femeninas de lidiar con el poder, porque creo que cada uno de nosotros tiene una parte masculina y otra femenina. Pero según mi experiencia, las mujeres tienden a equilibrar mejor el poder y la firmeza, con la empatía y la conciliación.”
Christine Lagarde, presidente del Banco Central Europeo)
El viernes empieza oficialmente el periodo de campañas electorales en México.
Por primera vez el “Supremo Poder Ejecutivo de la Unión” será ejercido por una mujer. Claudia Sheinbaum, (quien al inicio de las campañas lidera las encuestas con una amplia ventaja de dos dígitos frente a Xóchitl Gálvez) puede ser quien, de ganar las elecciones el 2 de junio próximo, asuma la presidencia de México, y con ello dé un paso inédito hacia un “territorio desconocido”, lleno de retos y de posibilidades.
Será una pionera. No hay pautas históricas ni mapas políticos sobre la mejor manera en que una mujer deba ejercer la titularidad del poder ejecutivo para asegurar la gobernabilidad democrática del país.
De manera significativa, una mujer será la Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas (Ejército, Fuerza Aérea y Marina), lo que representará una nueva forma de ejercer y asumir facultades de mando, para garantizar la seguridad nacional.
Además, la próxima presidente deberá mostrar en su campaña que tiene los conocimientos y habilidades necesarias para administrar y dirigir el destino de la nación en los rubros de economía, salud, vivienda, educación, y sobre todo seguridad pública, que es lo que más preocupa a la población; para coordinarse con el poder legislativo y judicial; para manejar las relaciones de México con EU, y en el mundo; y para mantener un gobierno de cercanía con la gente, como premisas básicas de predominio.
Como es la regla para la mayoría de las mujeres, la presidente deberá mostrar cualidades extraordinarias que afiancen su desempeño. Para nadie es un secreto que las mujeres en posiciones de poder, aquí y a nivel global, enfrentan una dosis mayor de desafíos, escrutinio y estándares que sus colegas hombres, y la nueva presidente no estará exenta de esa embestida.
¿Tendremos una “Dama de Hierro” en México?
El concepto de Dama de Hierro surge para calificar a mujeres que encabezan gobiernos “con fuerza de voluntad y determinación”. A Indira Gandhi, Golda Meir, Margaret Thatcher y Angela Merkel se les denominó así en su momento; actualmente se conoce así a Kaja Kallas de Estonia, y hay quienes dicen que Georgia Meloni, de Italia, se lo está ganando también.
Christine Lagarde ha dicho que una mujer en el poder debe tener “piel de cocodrilo” en el sentido de que mucha delicadeza la hace muy vulnerable. Y es que hay varios casos de mujeres que, recientemente, en el máximo cargo ejecutivo en sus países, sobre todo en Europa, han sufrido la erosión de su autoridad ante el poder hegemónico y misoginia de los hombres en la política.
Basta revisar los casos de Sanna Marin de Finlandia, Magdalena Andersson de Suecia y Jacinda Ardern de Nueva Zelanda. Las tres fueron objeto, de una u otra forma, de “ataques de sexismo” que las debilitaron y por lo pronto, frustraron su futuro político.
La candidata puntera en México enfrentará esa misoginia y quizás el machismo de quienes les cueste trabajo aceptar una nueva realidad en el país. Ella ha dicho que tiene “el carácter, seguridad y capacidad” para ponerse por encima de estas estigmatizaciones y ser autónoma.
La relación con EU
La próxima presidenta de México tendrá también la oportunidad de convertirse en la primera lideresa dentro del bloque regional que formamos con EU y Canadá, donde aún no ha llegado una mujer a dirigirlos. Deberá lidiar con los asuntos de migración, narcotráfico y comercio. Claudia, quien hasta hoy encabeza las preferencias electorales, ha sostenido que siempre pondrá de frente la soberanía y orgullo nacional.
Tendría un desafío mayor de llegar Donald Trump a la presidencia de EU, quien siempre se ha caracterizado por denostar la figura de autoridad de las mujeres.
A Trump, habría de plantársele con determinación. Como Angela Merkel que nunca sucumbió a la presión que le ejercía, y a los desplantes que le espetaba siempre que se reunían. Merkel siempre definió fronteras en su relación con él.
Así las cosas, por el momento del país, y el que se vive en el mundo, de tensión y conflicto, la presidencia de México habría de ocuparla una persona que tenga resultados probados, que consolide un equipo fuerte y disciplinado que la respalde, y que tras acceder al poder lo ejerza con firmeza, para mantenerlo.
Se requiere una mujer de Estado con altura de miras. No son tiempos de comedia ni de liderazgos de ocasión.
El reto no será fácil. La próxima presidente tendrá la oportunidad de abrir una brecha de nuevas posibilidades para las demás mujeres en el país, de mejorar el clima de convivencia a partir de la reconciliación, y establecer una nueva correlación de fuerzas políticas y fácticas que se enfoquen en el bienestar del país y no en rencillas y el odio.
Por lo pronto, Claudia, la candidata que parece tener mayores posibilidades de acceder a la presidencia hoy, ha dicho que su campaña electoral estará enfocada en propuestas, y no en la guerra sucia basada en el miedo, la intimidación y la conspiración injerencista. Que será una campaña de “esperanza, de futuro y alegría”.
De la próxima “señora presidente” se espera compromiso y responsabilidad, no hay lugar para lo frívolo e insustancial. Habrá de imprimir una nueva forma de autoridad y liderazgo que contagie entusiasmo para seguir construyendo un México con fortaleza económica, cultural, social y de bienestar para todos. ¡Obras son amores!