Durante estos días me he dedicado a leer toda la información que ha sido publicada sobre la venta de la marca Mexicana de Aviación y los bienes con los que aún cuenta la compañía aérea. Durante estos días ha vuelto a mí un desasosiego que no sentía desde la bajada de vuelo, allá a finales de agosto del 2010.
Me queda claro, estimados lectores, que las opiniones sobre este caso son variopintas, algunas a favor y otras en contra, pero todas con la finalidad de fijar su postura. Tal es el caso de la columna de Maricarmen Cortés, periodista y conductora que se ha dado a la tarea de denostar sistemáticamente en los medios a los sobrecargos de Mexicana de Aviación, desde aquella vez que alzamos la voz oponiéndonos a reducir nuestro Contrato Colectivo de Trabajo.
Y por supuesto que recuerdo que, cuando paramos operaciones, lo primero que hizo esta mujer fue culpar a los trabajadores por sus “altos salarios”, y lo que según ella eran nuestras “abultadas prestaciones”. Por alguna razón que desconozco, los sobrecargos fuimos el gremio más atacado por su pluma, pues en su imaginario ganábamos “demasiado” por desempeñar un trabajo tan sencillo a bordo.
¿Y qué podemos decir de David Páramo?, otra voz ácida en contra de los trabajadores de la línea aérea; incluso un compañero le hizo una caricatura donde se le veía recibiendo el ficticio premio de “El Chayote de oro”. Y así podría seguirme con todos y cada uno de los opinadores que en su momento nos culparon del quebranto de la aerolínea.
Afortunadamente, la verdad ha salido a la luz; 12 años después, pero ahora ya todos sabemos que el responsable, Gastón Azcárraga Andrade anda muy quitado de la pena, y no tengo duda alguna, no tardará mucho en regresar a México, y será recibido como el hijo pródigo.
Pero lo que quiero destacar, es que de la revisión que hago de los medios, se desprende que se recicla mucha información, pero pocos o nadie se preguntan: ¿qué requiere este país para tener una verdadera impartición de justicia?, ¿qué necesitan los trabajadores para que esto suceda? me resisto a conformarme y aceptar sin chistar que estamos condenados a la resignación, y que la transformación se quedó en el discurso.
Conocí las entrañas de Mexicana de Aviación, a mí nadie me platica; estuve no solo como una trabajadora más, estuve en su momento en primerísima fila porque era representante del sindicato de sobrecargos, la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA) y no solo eso, era la Secretaria de Actas, así que me tocó asentar todo lo que estaba ocurriendo por escrito.
Hoy, el transcurso del tiempo me hace darme cuenta que al ser la responsable de documentar todo en las actas, la cantidad de información que poseo me permite entender el antes y el después de todo lo ocurrido. Hoy no tengo ninguna duda, el plan original de Gastón Azcárraga era “tronar” la empresa y culpar a los trabajadores, y casi lo logra.
A toro pasado puedo comprobar que en realidad nunca estuvo interesado en que la aerolínea fuera una buena opción de negocio. A él le sirvió para capitalizar su grupo hotelero, e incrementar de manera exponencial su propio patrimonio; ese era su verdadero interés. Todo lo demás, le estorbaba.
Por eso no le costó hacer a los trabajadores la absurda oferta de “vendernos la empresa y usar por seis meses la marca”. En ese momento, ahora lo veo claramente, la sentencia ya estaba dictada, solo que los trabajadores, desconocíamos su contenido. Nadie en su sano juicio iba a dar por válido que la empresa estaba en números rojos y al borde del abismo. La verdad es que todo estuvo perfectamente planificado bajo el cobijo del poder.
Recuerdo una junta de comité que tuvimos en el sindicato. En ella se habló de un documento llamado “Proyecto”, dirigido al director de la empresa, Manuel Borja Chico. Cuando nos mostraron el documento, todos nos fuimos de espaldas. Para empezar, llamaba mucho la atención su fecha de elaboración: 2007, y la sorpresa fue mayor cuando nos dijeron que el autor de ese “Proyecto” había sido Salvador Rocha Díaz.
Este hombre macabro, además de diputado y senador priísta, fue Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, nominado por Miguel de la Madrid Hurtado en 1988, dos meses antes de finalizar su sexenio. Por si esto fuera poco, diré que el abogado y político guanajuatense fue la mente maestra detrás del “chiquihuitazo” en favor de Tv Azteca.
En ese “proyecto” de 2007 se detalla el plan que a grandes rasgos ya les he contado en columnas anteriores: partir en varias empresas a Mexicana, y dejar a la aerolínea troncal con las deudas. En ese mismo 2007 es cuando la empresa nos demandó (a los sobrecargos de Mexicana de Aviación) por un Conflicto Colectivo de Naturaleza Económica; ya estaban apuntalados los planes de ingresar a Concurso Mercantil únicamente a la aerolínea, pero todavía no contaban con lo necesario para solicitar el proceso.
En resumen, la idea original en aquel lejanísimo 2007 era únicamente quebrar a Mexicana, conservando el resto de las empresas, como Click y demás subsidiarias, pasando todos los activos de la troncal a la alimentadora, como los contratos de arrendamiento en los aeropuertos, es decir los mostradores pasarían a Aerovías Caribe (Click), dejando de ser de Mexicana. Y no solo eso, también los simuladores de vuelo, refacciones, mobiliario, inmuebles, equipos y todo lo que fuera de valor, dejando a la línea aérea más seca que una pasa.
Así que cuando Gastón nos citó para hacernos su ridícula oferta, la suerte ya estaba echada; el plan de quebrar a Mexicana, manteniendo al resto de las compañías que entonces conformaban Nuevo Grupo Aeronáutico, era casi un hecho.
Pero algo pasó en el camino de su “plan perfecto”, y no pudo llevarlo a cabo. Y como si se tratara de un moderno Hernán Cortés, decidió “quemar las naves”, poner “pies en polvorosa” y alejarse de la industria aérea (cielo, mar y tierra). Ojalá y algún día podamos saber qué fue lo que sucedió, qué piezas del tablero se cayeron antes de tiempo, qué acuerdos se quedaron ahí, tras bambalinas, que hicieron inviable mantener volando a Mexicana de Aviación.
Cierro con lo que empecé: quienes conocimos y vivimos las entrañas de Mexicana de Aviación sabemos que su quiebra nunca fue responsabilidad de los trabajadores de la aerolínea.
Culparnos de ello no coadyuva a que como sociedad podamos entender conflictos de esta envergadura. Sabemos que siempre habrá gente que no nos crea, y que afirme de manera tajante que Mexicana de Aviación “tronó” por culpa “del sindicato”; como si fuera uno solo y no tres: ASPA, ASSA y SNTTTASS.
Y para los que no me crean, pueden revisar la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que resolvió el amparo que promovimos los sobrecargos, donde el máximo tribunal del país reconoce que nuestros salarios no podían haber sido la causa de la quiebra, pues representaban solamente el 3% del costo de la operación de la aerolínea.