Hace unas semanas, fui a una reunión con amigas aquí en Querétaro y todas, sin excepción, habían asistido al concierto que Carlos Rivera dio en un palenque en la Feria de Querétaro. Todas absolutamente enamoradas y casi devotas de él.
Pasa algo extraño en este estado. Se trata de un artista al que se le adora y cada vez que se presenta en concierto llena todo y los boletos se agotan en unos cuantos minutos.
La verdad he estado a punto de ir a verlo, pero entre que mi bolsillo trae tatuado el nombre de austeridad republicana y que tampoco soy muy fan de él no lo he hecho. Aunque absolutamente reconozco que tiene un gran talento y con su voz y presencia enamora tanto a mujeres como hombres.
Por si fuera poco, mis amigas comentaban que el artista era en verdad un gran ser humano, que se acercaba a las fans, compartía con ellas, que era amable y muy cercano con su público.
¡Vaya! Que después de tanto alarde ahora sí que me prometí que tendría que ir a verlo a algún concierto.
Y ahora me voy enterando que un club de fans que él tiene aquí en Querétaro llamado “Nunca Pierdas la Fe” se reunieron para entregarle pizzas a la gente que le tocó trabajar el 31 de Diciembre y así darles una sorpresa a todas esas personas que trabajan en vísperas del Año Nuevo.
Por supuesto, las mágicas redes sociales dieron cuenta de ello y llegó esta información al propio cantante quien posteó en su Instagram: “Mis Riveristas son mi mayor orgullo”, junto con el video que la líder del club Carolina Arévalo, quien se ha abocado no solo en capitanear el club de fans del cantante para apoyarlo, sino han hecho diversas acciones altruistas que han conmovido al intérprete.
Y bueno, me deja muy impresionada esto, porque aquí sí que hay talento y calidad, pero además fans que hacen el bien a los demás. Claudia Sheinbaum debería de considerar, muy seriamente, invitar a Carlos Rivera a cantar al Zócalo.
¿Ustedes qué opinan?
Es cuanto.