“De tin marín de dos pingüé,

Cúcara, mácara, títere fue,

Yo no fui, fue Teté,

Pégale, pégale, que ella fue.”

RIMA

Con 267 votos a favor, 222 en contra y una abstención, los diputados federales avalaron las reformas a la Ley General de Salud. Desaparece el Insabi y la atención médica de las decenas de millones de personas sin seguridad social pasa al IMSS Bienestar.

Lo de menos fue que la iniciativa de Morena aprobada no cumplió con los trámites legislativos; en la Cámara de Diputados les urgía enterrar uno de sus errores más terribles de este régimen, y para hacerlo poco importaban las discusiones de los representantes de todos los mexicanos.

Para variar, no podía faltar un “la culpa es de otro”. Así, por ejemplo, los diputados del PT, en voz de la diputada Margarita García G. (Oaxaca), expresaron: “Si nos equivocamos, lo mejor que le puede pasar al pueblo es que corrijamos. No como antes que no se aceptaban errores”. Esto al reconocer que el Insabi no funciono. Y acotó: “Es un problema de la herencia del pasado, no del presidente”…

Valdría la pena recordar que esta “equivocación” costó más que dinero, que una rectificación o que una disculpa (la cual, por cierto, no ha habido). La falta de atención médica y el desabasto de medicinas tuvo un costo que se cuenta en vidas humanas. Sí, las que cercenaron. También las que continúan pero deterioradas por falta de atención, de medicamentos, de tratamientos, de diagnósticos.

La idea de que con un solo sistema IMSS/IMSS Bienestar nos asemejamos a Dinamarca —por lo que a salud se refiere— no solo es una falacia, es arruinar de una vez por todas al Instituto Mexicano del Seguro Social. No exagero si digo que se ha aprobado la desaparición de uno de los sistemas de salud que medio funcionan en nuestro país.

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Ya al inicio del sexenio, el gobierno federal eliminó al Seguro Popular bajo el pretexto de una corrupción rampante y de la “mafia de las compañías vendedoras de medicamentos”. Se dijo que quienes no tenían IMSS, pero tenían Seguro Popular, serían atendidos por el Insabi. Hoy, entre la pandemia del Covid, la clausura del Seguro Popular y la puesta en marcha del Insabi, 35.7 millones de mexicanos carecen de servicios de salud.

Luego, en el Insabi nunca se establecieron adecuadas reglas de operación ni procesos. Vaya, ni siquiera los titulares de los nosocomios tuvieron certezas del funcionamiento del nuevo sistema.

Que ahora los diputados de la 4t acepten que “se equivocaron” es olvidar a los millones de mexicanos que perdieron el derecho a la salud por “su equivocación”. Es enterrar —una vez más— a los cientos de miles de muertos que no recibieron atención o medicinas a tiempo.

Este régimen no se equivocó. Emitió una sentencia de muerte, que es muy distinto. Es autor de un crimen de lesa humanidad y así deberán de ser juzgados.

No es tolerable que funcionarios digan que los enfermos que señalan/señalaron falta de medicamentos forman parte de un complot orquestado en contra de la cuarta transformación. Sí, tal cual, mientras niños con cáncer morían por falta de medicamentos oncológicos en Palacio se les acusaba de “golpistas”.

Después de casi cuatro años, más allá de la victimización constante que hemos escuchado por parte de la administración pública y de la obediencia ciega de legisladores al Ejecutivo federal, los derechohabientes tienen sus propios datos. Los familiares de los fallecidos producto de la negligencia gubernamental no olvidan.

En la narrativa, el gobierno federal sigue sin admitir públicamente que hay un desabasto brutal de medicamentos (acusa una campaña mediática), pero su propio registro oficial refleja ese desabasto. Al menos 45 millones de recetas NO fueron cubiertas en lo que va de esta administración.

Y digo “al menos” porque en el país de los otros datos ni siquiera se precisa si en el informe oficial se incluyeron las recetas que fueron surtidas parcialmente… Proliferan las quejas en el sentido de que no se surte la totalidad de los medicamentos prescritos y, no obstante lo anterior, se sellan las recetas como surtidas.

Sería importante contar con un órgano autónomo que dé las cifras de abasto y surtimiento de medicinas como ocurre en Dinamarca. Pero eso, podemos apostar, no ocurrirá en México bajo la marca del obradorismo.

Eso de los entes cuya función sea la rendición de cuentas no va con la 4t. Mejor, en salud como en tantas otras cosas, este gobierno dice: “yo no fui, fue teté”.