“Las cosas más comunes son para la filosofía una fuente de enigmas insolubles. Con ingenuidad infinita se construye un concepto de espacio y de tiempo y luego resulta absolutamente imposible que haya objetos en ese espacio o procesos que ocurran durante ese tiempo... la fuente de este tipo de lógica se encuentra en una confianza excesiva en las llamadas leyes del pensamiento”.
LUDWIG BOLTZMANN
Nada me gustaría más que el fin de la 4T. Un final que no ocurrirá en el embuste de una revocación —que a nadie le importa y que a todos nos cuesta—, pero que sí podría llegar en las elecciones del 2024, pero solo luego de mucho, muchísimo trabajo. Es excesivo el daño que el obradorismo ha hecho y sería una verdadera salvación para México que este régimen ya pasara a la historia como una anécdota desagradable, pero de corta duración.
Veo, sin embargo, dos problemas para que ello ocurra: el primero, la ausencia de oposición organizada y con propuestas y figuras verdaderamente atractivas (¿ya vieron ustedes cómo pintan los resultados para las seis gubernaturas en disputa este año?); el segundo, el mal diagnóstico —excesivamente optimista— que se empieza a formar en algunos medios y en redes sociales acerca de las debilidades del presidente López Obrador. Esto que menciono pasa por creer que la ciudadanía piensa y siente con respecto a López Obrador algo muy distinto a lo que en realidad sucede.
Que la oposición es un desastre lo demuestran verdaderos absurdos como el que el Revolucionario Institucional considere apoyar la contrarreforma del presidente para el sector eléctrico o que Movimiento Ciudadano, el partido de Dante Delgado, insista en entregar candidaturas a gente tan frívola como Roberto Palazuelos.
He dedicado no pocos artículos al análisis de la muy deficiente, casi inexistente, oposición a la 4T. Volveremos a ello en el futuro, naturalmente, pero por lo pronto vayamos al mal diagnóstico que se hace de López Obrador y de su “fuerza de atracción” entre un importante sector de la ciudadanía.
La más reciente encuesta de Alejandro Moreno dada a conocer en El Financiero me parece que ha entusiasmado de más a quienes rechazan a la 4T. El estudio marcó una caída de 7 puntos en la aprobación de AMLO, y a pesar de que se desconoce si esto será el principio de una tendencia o una caída aislada, no pocos han echado las campanas al vuelo. Es decir, ya andan celebrando con excesiva anticipación y desmedida algarabía la derrota del lopezobradorismo. Ahí mismo, en ese rotativo, al menos tres columnistas hablaban al respecto ayer: Enrique Quintana, ‘AMLO debe decidir a dónde va’; Macario Schettino, ‘Todo se acaba’; Raymundo Riva Palacio, ‘Tarjeta Amarilla para López Obrador.
Para no hablar de los comentarios en redes o en espacios informativos o de opinión pública (la mayoría equivocadamente en son de triunfo, es mi opinión), tomemos a Riva Palacio como muestra de articulistas más bien moderados. Este menciona la “tarjeta amarilla” para AMLO, es decir, que el presidente está cerca de la expulsión, sobre todo porque la referida encuesta se aplicó antes del escándalo de la casa en Houston del hijo mayor del presidente y también antes de anunciarse las cifras económicas que hablan de recesión, de nulo crecimiento real, de una inflación fuera de control.
Si fuera la mía una columna basada en simples ganas de ofender, diría que ‘mala hierba nunca muere’, y con ello concluiría qué hay 4T para rato. Pero no diré eso, sino que debemos ser prudentes y no caer en excesos de confianza cuando se trata de López Obrador; el personaje ha salido de peores crisis y lo ha hecho fortalecido.
El tipo es hábil, admitámoslo, y tiene bien cohesionada a su base, dos hechos de los que la oposición no puede presumir. Recursos políticos y económicos le sobran para contrarrestar daños: los usará.
Así que, me temo, para derrotar a AMLO será necesario mucho más que la exhibición de los lujos de su hijo, evidenciar influyentismo y conflictos de interés, la debacle económica y, sí, hasta números declinantes en las encuestas (no olvidemos, las elecciones de este año y de 2023 y el ejercicio de revocación de mandato solo operarán a su favor).
Para comenzar —ya no se diga ganar— la batalla, hará falta también mucho trabajo político y una gran organización electoral en la oposición, pero particularmente dentro de la sociedad misma. Serenidad, paciencia; no quitar el dedo del renglón por varios años, quizá lustros. Mas si lo primero se ve complicado, lo segundo pinta casi imposible.
Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero