El 6 de septiembre de 2022 el diario español El País publicó un análisis, sin duda interesante de Federico Rivas Molina y Rocío Montes acerca de los motivos que llevaron al presidente de Chile, Gabriel Boric, a sacrificar a su “círculo íntimo en el gabinete”.
Boric tuvo que “relanzar” su gobierno. Lo hizo “menos de 48 horas después del varapalo electoral en el plebiscito constitucional” del pasado domingo. Recordemos: la gente en Chile rechazó en forma rotunda una nueva Constitución. Ello obligó al presidente de ese país a reemplazar en la primera línea de su gobierno “a sus compañeros de ruta”.
Obviamente, lo anterior hizo feliz a la derecha mexicana —y a la de otros países de Latinoamérica—. Cito a un articulista conservador, que no neoliberal, Pablo Hiriart, de El Financiero, quien celebró “el contundente rechazo a una Constitución populista y arbitraria en Chile”, que fue considerado por el mencionado comentócrata como “el primer parón a lo que parecía ser el avance indetenible de la izquierda destructiva y el lumpen en América Latina”.
Lo mismo podría pasarle al colombiano Gustavo Petro si no logra sacar adelante su proyecto, sin duda drástico —por decir lo menos—, de reforma fiscal. Si no puede con esto, el muy izquierdista presidente de Colombia se verá obligado a buscar aliados en el centro político para sostenerse. Sí, exactamente lo que está haciendo Boric en Chile.
Si la juventud supiera y la vejez pudiera. El chileno Boric, por joven, no supo cómo consolidar un gobierno progresista. El colombiano Petro, por viejo, quizá no pueda.
Objetivamente hablando, un presidente de izquierda más viejo, el mexicano Andrés Manuel López Obrador, supo cómo hacerlo y tuvo la energía para logarlo. En 2018, en vez de empezar su administración solo con sus “compañeros de ruta” —tal como lo hizo Boric—, entregó no pocas posiciones a gente de centro y aun de derecha, inclusive a políticos que habían diseñado y ejecutado el fraude electoral de 2006 en contra del propio AMLO; sí, como Germán Martínez, aliado de Felipe Calderón que se disfrazó de izquierdista y participó en la campaña electoral de Andrés Manuel y tuvo un cargo de primer nivel en el gobierno. No es el único caso, desde luego. Gente de centro y hasta abiertamente neoliberales hubo de sobra en los orígenes de la 4T, como la ultraconservadora senadora Lilly Téllez, el empresario siempre metido en problemas Simón Levy, el político experimentado —y sin duda eficaz, pero con perfil de derecha— Esteban Moctezuma y los muy ortodoxos economistas Carlos Urzúa y Arturo Herrera.
Fue hasta la mitad de su gobierno que el equipo de AMLO quedó integrado solo por “compañeros de ruta”, esto es, por gente absolutamente leal a López Obrador. La comentocracia, que no les había prestado atención, se sorprende de que Andrés Manuel ahora administre la nación solo con gente que lo ha acompañado toda la vida; de ahí la reciente llegada a la Secretaría de Educación de Leticia Ramírez, tan cercana al tabasqueño; que el presidente se apoye tanto en la titular de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez —hasta en foros internacionales representa a su jefe—; que encargue las tareas más delicadas a su “hermano” Adán Augusto López, secretario de Gobernación, y que evidentemente haya hecho de su colaboradora más eficaz desde 2006, Claudia Sheinbaum, la corcholata favorita de los y las columnistas y desde hace rato la líder indiscutible en las encuestas.
Gracias a ese diseño político de AMLO, su partido, Morena, parece que no tendrá problemas para vencer en las elecciones presidenciales de 2024. Aquí una imagen de la encuesta de MetricsMx hoy publicada en SDPNoticias.
Han dicho dos columnistas —Raymundo Riva Palacio, de El Financiero, el pasado 31 de agosto, y hoy Salvador García Soto, de El Universal—, que AMLO en julio convocó a una reunión a los gobernadores y las gobernadoras de Morena. Les dijo que espera no llegar debilitado al final de su sexenio para que no le pase lo que le ocurrió al presidente Cárdenas en 1940, quien no pudo dejar como jefe del poder ejecutivo a un hombre de izquierda, Francisco José Mújica, por lo que tuvo que resignarse y entregar el poder a un hombre mucho más derecha, el general Manuel Ávila Camacho.
A juzgar por las encuestas y por la forma en que mantiene el control del gobierno solo con gente leal, a AMLO no le pasará lo que a Cárdenas.