Hemos confundido en la era digital la línea que existe entre lo público y lo privado, así como el aura de derechos que integran servidores públicos frente a la ciudadanía, más allá de profesiones públicas como el periodismo o las vinculaciones familiares con personas públicas.
Desmenuzando lo sucedido en torno a las filtraciones de teléfonos de militantes y funcionarios de la izquierda, entre ellos, la candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum y el hijo del presidente, José Ramón López Beltrán, hay una certeza: quienes aprovechan la coyuntura para la venganza no son únicamente opositores de la aclamada derecha, sino también personajes que militaban o militan en Morena.
Para comenzar, es necesario reconocer que la reacción presidencial hacia una reportera cuyos datos telefónicos fueron filtrados no sólo fue excesiva e inapropiada, sino que resultó contraria a la ley. Las conferenciad matutinas le fueron amigables los primeros 4 años por la capacidad estratégica de construir la agenda periodística, sin embargo, desde hace un par de semanas ha mostrado en tiempo real las reacciones de enojo y molestia del presidente.
Fue un exceso desafortunado sugerir que la estatura moral está por encima de la ley e insistir en que mostrar el teléfono de una reportera, nacional o extranjera, ya fuera público o que no lo fuera, fuese el número de trabajo o el personal, era correcto. Aún cuando se trate de una corresponsal del periódico norteamericano, no deja de ser una simple particular frente a un jefe de Estado, con todo el aparato del mismo a su servicio. Ese pequeño gran error hizo desproporcionada la reacción.
La legítima exhibición de un reportaje sin pies ni cabeza que reconoce no tener elementos de prueba, investigaciones concluyentes ni nexos claros de López Obrador con el narcotráfico quedó opacada por la capacidad desproporcional de defensa entre una periodista y un presidente.
La venganza ante la respuesta presidencial fue la ola de números exhibidos por cuentas vinculadas con la derecha, en la que los números de principales iconos de la 4T quedaron expuestos y listos para recibir cientos de mensajes cargados de odio.
Los que filtraron aquellos datos no parecen ser tan sólo opositores con información. Solamente hay dos escenarios: existe inteligencia norteamericana muy vinculada a los opositores, filtrando ese tipo de datos a los que tan sólo podrían acceder a través del espionaje y seguimiento de líneas o bien, existen personas al interior de la Cuarta Transformación que, tal vez, aprovecharon la crisis para tener un poco de venganza tras quedar fuera de los espacios, encontrando la ocasión perfecta para vulnerar a Claudia Sheinbaum, Citlalli Hernández, José Ramón López Beltrán y periodistas vinculados al movimiento de transformación.
El momento es crítico ya que en la integración de las listas para el reparto de las candidaturas al Congreso de la Unión, dos grupos han salido fortalecidos: los llamados “radicales” o fundadores, lo más cercanos a Claudia Sheinbaum, quienes desde un inicio apoyaron su candidatura y cerraron filas en torno a la exjefa de gobierno y los recién convertidos al obradorismo, aquellos que representan fuerzas relevantes en sus entidades y que han sido invitados a Morena con la única intención de diluir la presencia de la alianza opositora y fragmentar sus votos. Hacer posible el Plan C.
No cualquiera ha tenido acceso a esos números telefónicos y algunos de quienes acusaron irregularidades en el reparto de candidaturas, sí los tenían. Aunque también es cierto que, durante las últimas semanas, se ha evidenciado una estrategia mediática desde Estados Unidos y la DEA cargada de intenciones intervencionistas, que buscan frenar toda posibilidad de que Morena continue en el poder.
Para su mala suerte, hasta en el cálculo estratégico de vincular falsamente al narcotráfico con el presidente han fallado: Los mexicanos promedio, más aquellos de los Estados del norte, tienen buena opinión de los narcos y hasta los admiran en una inexplicable dinámica de narcocultura. Adoran a cantantes como Peso Pluma y las canciones de banda con corridos y anécdotas de las vidas adineradas y excesivas que quisieran vivir. De hecho, para preocupación de la oposición y hasta de los intervencionistas, es más probable que estos ataques permitan a López Obrador redoblar la narrativa del enemigo externo y despertar de nuevo los ánimos que ya se encontraban decaídos entre el obradorismo decepcionado por la presencia de innombrables de otros partidos.
El fantasma del intervencionismo norteamericano podría fungir como gasolina para politizar de vuelta, el nuevo adversario que, el nacionalismo estratégico y aplaudido de López Obrador, permitirá a Claudia Sheinbaum no sólo reafirmar su victoria en las encuestas sino darle más motivos a los de la izquierda desencantada para salir a votar. El papel norteamericano en las elecciones en México podría representar el nuevo adhesivo que llame a quienes se han apartado de la 4T, pues no será una elección entre la vieja clase política y la 4T, sino que será el intervencionismo frente el nacionalismo. La DEA hará realidad el famoso Plan C.