IRREVERENTE

Les platico:

A la presidenta electa no le gustan las corridas de toros ni las competencias de los charros.

Tengo amigos muy cercanos al círculo de poder morenista que me aseguran lo anterior.

Claudia rechaza cualquier forma de maltrato animal y esta es una faceta que solo le conocen unos cuantos, porque no alardea de ello, como sí lo hacen los coros de loros que matarían por una foto a su lado, por lo menos.

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Personalmente coincido con su aversión a la fiesta brava, que no es ni fiesta ni brava y mucho menos, deporte.

Tengo un hijo que defiende a través de varias organizaciones no gubernamentales (ONG) los derechos de los animales y por él conozco el lado oscuro del negocio de la carne.

No piensen mal, me refiero al negocio de la carne para fines alimentarios.

El punto es que detesto las corridas de toros y esa es una tendencia mundial de la que hasta ahora, México se ha escapado.

Pero la charrería es otra cosa.

Quienes la practican suelen decir “vamos a echarle peligro” cada vez que participan en una competencia.

Es el deporte más emblemático de México y tiene fama mundial.

Conozco muy pocas actividades deportivas más respetuosas que ésta.

Por ejemplo: los jueces le quitan puntos a un charro, si no saluda tocándose el sombrero, antes de ejecutar cualquiera de las nueve suertes.

Podrá ejecutarla en forma perfecta, pero pierde puntos si no se toca el sombrero en forma de saludo antes de galopar o caminar al lado del animal que pretende derribar o montar.

Otro: en la manga del coleadero, tiene 50 metros para derribar a la res, pero si lo hace después de esa distancia le penalizan con puntos otra vez, aunque el animal ruede por el suelo.

Si lo fractura más allá de esa distancia, tiene que pagar él solo una multa de $15,000.

Pero si el accidente ocurre dentro del límite de los 50 metros, la penalización es de $5,000 y se paga entre todos los competidores.

Es bien raro que esto suceda. Mi BigData dice que la relación es de 490 x 1 en todo México durante el último año.

Honran a sus mayores:

A diferencia de los programas electorales del bienestar, la charrería honra de a de veras a sus mayores.

Un charro arriba de 65 años siempre le va a ganar al más diestro de sus competidores más jóvenes, por el solo hecho de que al ser mayor de esa edad, tendrá 4 puntos más que quien ejecute una suerte perfecta.

Charrería no es machismo.

Los hombres honran a las mujeres dentro y fuera de la competencia.

El charro siempre se toca el sombrero en forma de respeto, al pasar frente a una mujer.

Cuando las amazonas participa en escaramuzas, montan de un solo lado y tomando la rienda con ambas manos, lo cual destaca su elegancia.

Colofón:

Si las reglas, usos y costumbres de la charrería aplicaran en la política no sucederían cosas como estas:

Marko Cortés (PAN), Alito Moreno (PRI), Dante Delgado (MC) y los dueños de Morena autoasignándose senadurías plurinominales, valiéndoles madre el resultado de las elecciones. “Maman y dan topes”, como decía mi abuela la alcaldesa.

Xóchitl Gálvez saliendo al ruedo a las 7 de la tarde del domingo 22 para decir que va a pelear casi con su vida la elección. Luego, a las 9PM reconoce su derrota y al día siguiente anuncia que vuelve a su cargo de “senadora”.

Como decía el grafitero que le pintó a Andrés su trenecito maya: “NO MMS”.

Cajón de sastre:

  • Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván; la Infame e Infumable Ramle y los desabridos gansitos rellenos de nada: la Ardiente, Ardorosa, Metiche y Collona Lady Rabietas Cochinilla -perdón- Cuachanilla- perdón- Cachanilla; su perrito solovino faldero Carlos L.I.F.; el Estrógeno Jesús David, engendro unicelular de probeta y Lady; más la Sinsostenible Irene y la trepidante trepadora social, Martha Lozano, Tránsfuga sampetrina del Anafre;  su defensora de oficio, la “música” Leticia Ce,  el “buen hombre” Arturo Soto, loquito foquito aplaudidor de Miguel Treviño y hoy adorador converso besa-pies de Mauricio Fernández, las  nuevas adquisiciones de los chaleros -perdón- chateros regios.