“Para que los jóvenes aprendan”, con la filtración de información derivada del hackeo a la SEDENA por parte del Grupo de las Guacamayas, ahora conocemos el modelo de espionaje, -“inteligencia”, diría AMLO- implementado por la 4T.
Los de antes
En las épocas del PRI, desde Adolfo López Mateos hasta Carlos Salinas de Gortari, existía la Dirección Federal de Seguridad a cargo de la Secretaria de Gobernación, que fue manejada por Manuel Bartlett quien contaba con un equipo de terror con personajes como José Antonio Zorrilla Pérez, presunto responsable de la muerte del periodista Manuel Buendía o del agente de la CIA, el Kiki Camarena ligado al narcotraficante, Rafael Caro Quintero y otros, como Jorge Carrillo Olea, quienes espiaban y desaparecían a todos los adversarios al régimen.
Durante esas épocas, fueron asesinados Manuel Buendía, el empresario Eugenio Garza Sada y el expresidente del PRI, Carlos A. Madrazo; ocurrió la brutal represión de estudiantes en 1968 y el famoso “halconazo” de 1971; también fueron presunto asesinados Francisco Javier Ovando y Román Gil, colaboradores del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas y la inexplicable muerte del panista Manuel J. Clouthier, padre de la actual secretaria de Economía.
Los de ahora
Con la 4T este modelo de “espionaje”, perdón, de “inteligencia”, resurge con fuerza para mantener en el poder de AMLO e instaurar a Morena como partido hegemónico.
En estos días hemos sido testigos de los métodos de AMLO para lograr aprobar su iniciativa de ley para militarizar la seguridad pública y de cómo doblaron a los legisladores de oposición, a través del chantaje, la amenaza, la compra de conciencias, la fabricación de delitos y demás estrategias de corte autoritario que tanto dañan la democracia y las instituciones.
En este episodio vimos, como doblaron al senador del PAN, Raúl Pérez Alonso, a quien le revivieron asuntos familiares incluida la acusación sobre su hermano por presunto feminicidio; al exjefe de Gobierno de la CDMX, Miguel Mancera, lo acusaron de tener un centro de espionaje; a Jorge Carlos Marín, parece que le ofertaron la candidatura de Morena al gobierno de Yucatán; al presidente del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, luego de la amenaza que vía el secretario de Gobernación le dirigió AMLO, salieron las grabaciones que la gobernadora de Campeche, Layda Sansores dio a conocer., también se fueron en contra de su esposa y de su hermano y al final lo doblaron. Por cierto, nadie pregunta de dónde salieron los audios ni cómo los obtuvo Layda.
Las tácticas de Andrés
Son estrategias persuasivas que AMLO utiliza desde el inicio de su mandato. Primero atacó a los movimientos feministas, acusándolas de violentas y de ser parte de los conservadores. Atacó a los padres de niños con cáncer que suplicaban, más que exigir, medicamentos y atención para sus hijos, dijo que eran borregos para afectar su gobierno; para colmo, la polarización alentada desde presidencia ha llevado a episodios como el del pasado 2 de octubre, donde la periodista Denisse Dreser resultó agredida física y verbalmente por beligerantes de Morena.
Ni los de dentro se salvan
Cuando se quiere deshacer de algún funcionario “incómodo”, pone toda la maquinaria de su gobierno a andar, uno de los primeros fue Guillermo García Alcocer, expresidente de la Comisión Reguladora de Energía cuya posición no dependía del presidente, que fue acusado de un supuesto conflicto de interés porque un familiar por afinidad trabajaba en una empresa proveedora de la industria de energía eólica, que, por cierto, no es regulada por la CFE. A pesar de que Alcocer presentó su declaración donde expresamente informaba que su pariente en cuarto grado trabajaba en dicha empresa y de que se excusó de conocer y votar el único asunto relacionado con la misma, AMLO, para destruirlo, lanzó a sus perros, Manuel Bartlett director de CFE y a la secretaria Rocío Nahle, para agredirlo públicamente.
El ataque fue tal que, en una de sus mañaneras, el presidente, con el respaldo de la UIF de Santiago Nieto y de la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, acusaron a García Alcocer por lavado de dinero y conflicto de interés, finalmente el funcionario renunció.
Otro, acusado por AMLO para evitar que llegara a ser candidato a la gubernatura de Nuevo León, fue el exsecretario de Economía y actual diputado del PRI, Ildefonso Guajardo, un hombre honesto y digno al que la FGR de Alejandro Gertz vinculó a un proceso judicial por presunto enriquecimiento ilícito.
Guajardo de forma valiente enfrentó las acusaciones: “Las pruebas que acreditan mi inocencia ante esta injusta acusación de la FGR darán testimonio de lo que afirmo”, y para que no quedara duda de su inocencia y de que era víctima de persecución política, aseguró: “Yo mismo seré la cabeza de mi defensa, pues no tengo nada que esconder”. Al final, una vez que Guajardo no pudo ser el candidato del PRI en Nuevo León, la persecución en su contra se congeló, mientras no vuelva a representar un peligro para la ambición de poder del presidente.
Lo mismo en el Estado de México, cuando Enrique Vargas del Villar expresó su aspiración a contender por la gubernatura, de la nada salieron expedientes de supuestos escándalos que protagonizó y ahora van en contra de Alejandra del Moral.
Estamos de mal en peor, porque enfrentamos el espionaje más arcaico y rupestre ordenado por un mandatario ocurrente, rupestre y vengativo.