Desde que comenzó la pandemia, a inicios del 2020, se han registrado las “muertes en exceso de 987,456, la mayoría de estas atribuidas al Covid-19, ya sea directamente, pero mal diagnosticadas, o producto de otras causas como sobredosis o enfermedades que habrían sido prevenibles, pero que no fueron atendidas a tiempo debido a la saturación de los hospitales”, reportó el diario norteamericano Wall Street Journal.
Para darnos cuenta del inmenso costo humano de la pandemia, esta ha matado a 0.3% de la población mundial, los mismos que fallecieron durante la Segunda Guerra Mundial, pero en un lapso mucho más corto de tiempo.
Más grave aún: debido a los problemas sistémicos que distinguen a la sociedad norteamericana, han sido las minorías como las poblaciones latinas y afroamericanas, además de las clases trabajadoras, quienes han sufrido las peores pérdidas.
Antes de que comenzaran a distribuirse de forma masiva las vacunas, las poblaciones de adultos mayores resultaron también severamente afectadas, con decenas de miles de personas falleciendo en asilos y lugares similares, mismos que en su mayoría son operados por empresas privadas.
Contrario a lo que dicen los nihilistas que desprecia la vida humana, se trataban de muertes totalmente prevenibles, que en gran parte también afectaron a personas en plena vida productiva, quienes dejaron atrás parejas, hijos, nietos y amigos.
El saldo ha sido tal que expertos señalan que el impacto de esta pandemia tardará mucho tiempo en comprenderse plenamente