En la última semana, el promedio de muertos diarios por Covid-19 en Estados Unidos ha sido de 2 mil 258 personas, de acuerdo al conteo difundido por el Wall Street Journal.
Digan lo que digan las huestes antivacunas, negacionistas e incluso las propias autoridades norteamericanas, la variante Ómicron, que actualmente es la más difundida en el mundo, no es más leve, ni “menos peligrosa” que las anteriores. A mayor posibilidad de contagios, realmente será mayor la cantidad de personas sin vacunar o con comorbilidades que puedan desarrollar cuadros complicados.
En México, la fallida oposición ha ensalzado a una odontóloga que en diciembre publicó un tuit alarmista, en donde criminalmente señalaba que México tendría hospitales y funerarias a reventar. Afortunadamente, esto no se cumplió y la campaña de vacunación en sectores que faltan, e incluso de refuerzos, avanzan a buen ritmo, pese a que gracias a la herencia neoliberal, no somos un país productor de vacunas.
Aunque no concuerdo completamente con la estrategia adoptada por nuestro gobierno para el control de la pandemia, los contrastes son evidentes: mientras en Estados Unidos hay anaqueles vacíos, problemas en las cadenas de suministros y escasez de algunos productos, en México no hemos padecido este y otros desastres cortesía del culto al “libre mercado”que la clase trabajadora padece en el vecino país.