Este lunes 8 de noviembre se reabrirán los cruces fronterizos terrestres para actividades “no esenciales” por parte de los Estados Unidos.
El trato de ciudadanos de “segunda clase” fue notorio en cuanto al gobierno norteamericano: los ciudadanos del país vecino siempre pudieron ingresar a nuestro país, continuar con sus prácticas, en muchos casos, negacionistas y antivacunas y esparcir el mortífero virus en nuestro territorio. De nuestro lado, sólo las personas con doble nacionalidad, permiso de trabajo o con la capacidad económica para ingresar por vía aérea pudieron tener el privilegio de ingresar a los Estados Unidos.
Así las cosas, pasada la medianoche de este lunes comenzará la travesía para las personas que, por el lado más importante, no habían podido visitar familiares del otro lado; por el otro, estarán las personas adictas a las compras de ropa, chucherías y hasta de comida rápida (no es broma: basta revisar grupos de Facebook para constatar que lo que más extrañan algunos es la comida de cadenas cómo Jack in The Box y Wendy’s, entre otros).
Lo digan o no abiertamente, a quién más conviene la reapertura es a ellos, no a nosotros: varias pequeñas comunidades del lado mal llamado “americano” están al borde de la ruina por la falta de consumidores mexicanos. Para el resto de nosotros, la vida siguió en nuestro país y nos acostumbramos rápidamente a las nuevas circunstancias. Veremos qué pasa.