No hay peor ciego que el que no quiere ver.

No hay peor ciego que el que no quiere ver. REFRÁN

En el espejo, la luz

Un destello feroz en mis ojos abiertos.

El agua gris, el cristal

Me devuelve cruel sus dibujos inciertos.

Y yo, ¿quién soy?

Y yo, ¿quién soy?

Calequi

Aprovechando que Andrés Manuel López Obrador quiere exportar la experiencia de “abrazos, no balazos” (https://www.sdpnoticias.com/opinion/la-nueva-quiere-exportar-sus-abrazos-no-balazos/ ) es importante que los mexicanos también aprendamos de lo que sucede —y ha sucedido a lo largo de la historia— en otros lados del mundo.

Primera lección: basta de hipocresías

Esta lección tiene que ver con la propuesta que recién hizo nuestro titular del ejecutivo federal. Es muy simple: antes de meter las narices en asuntos de otros países, primero hay que ponerse en contacto con ellos. De otra forma se puede uno llevar un chasco o, de menos, contestaciones no muy agradables. Ayer mismo, Mykhailo Podoliak, asesor en la oficina del mandatario ucraniano Volodymyr Zelensky, le respondió a nuestro presidente al respecto de la “propuesta” de paz, acusándolo ante los ojos del orbe de buscar el beneficio político de la 4T; eso y darle tiempo a Rusia para que se rearme y siga invadiendo Ucrania. “Los ‘pacificadores’ que usan la guerra como tema para sus propias relaciones públicas sólo causan sorpresa. @lopezobrador_. ¿Su plan es mantener a millones bajo ocupación, aumentar el número de entierros masivos y dar tiempo a Rusia para renovar las reservas antes de la próxima ofensiva? Entonces su ‘plan’ es un plan ruso”, escribió en redes sociales.

Segunda lección: los incondicionales

Si bien no se trata de una contestación directa a López Obrador, tal vez esta segunda lección sea aún más importante que la anterior. El mal cálculo de Vladimir Putin con respecto a Ucrania nos dice mucho para analizar al tabasqueño. El propio AMLO debería hacerlo.

El rodearse de personas que le sean leales por cuestiones personales, no por mérito o experiencia, tiene consecuencias desastrosas.

Los incondicionales tienden a mantener su relación con el líder a través de consejos que este quiere escuchar, pero que no son necesariamente la verdad. Algo así como aquel:

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-¿Qué hora es?

-La hora que usted decida, señor presidente.

Y entre menos democrático el régimen, los líderes caen más en hacerlo; si son populares, esto solo empeora. Llega un momento —usualmente más temprano que tarde— que los funcionarios fingen y aparentan delante del dictador. Se olvidan la verdad, los costos y los beneficios, y se empieza a forjar una realidad alternativa (algo así como “sus otros datos”) acorde a las decisiones o caprichos de la autoridad en turno. Se le ofrece exclusivamente lo que quiere ver o escuchar.

Tercera lección: ocultar la realidad

No es nuevo. De hecho, se conoce como el efecto Potemkin; otra enseñanza ruso/ucraniana. Cuando la zarina Catalina II realizó un viaje por Crimea en 1787, su ministro Grigori Potemkin, para complacerla, montaba pueblos falsos y portátiles. Era tal la ilusión de la gran Catalina de creer que había desarrollo en la región que no reparó que se trataba de aldeas falsas.

Algunos historiadores consideran que esto es una leyenda urbana; otros, en cambio, independientemente de su veracidad, encuentran similitudes a cuando viaja el presidente de México a algunos sitios de la república. Le pintan las calles, le acondicionan los lugares por donde pasa y un largo etcétera.

Tal vez sea el ejemplo más conocido, pero existe toda una literatura en teoría política que habla de la paradoja de las decisiones cuando un dirigente se rodea de gente que solamente le quiere complacer. Y todo se sostiene invariablemente por el peor de los males: mentir.

Cuarta lección: aislarse

Las decisiones colectivas son más complicadas, pero generalmente son mejores que las tomadas por un dirigente en lo individual.

Esto precisamente le sucedió a Putin. Al proponerle la guerra contra Ucrania, sus asesores militares le dijeron lo que quería escuchar: la guerra duraría máximo unas pocas semanas y Kyev caería a manos rusas a los pocos días.

Su deseo era castigar a los ucranianos por tender a la democracia, hacia la Unión Europea y hacia una independencia económica de Rusia (sin olvidar que se avizoraba una posible membresía en la OTAN en el futuro. Lo que el dictador ruso consideraba una traición en toda regla).

Hoy sabemos que sus asesores le azuzaron, le ayudaron y empujaron hacia la guerra mintiéndole sobre las capacidades rusas, minimizando los informes de inteligencia sobre la fuerza militar ucraniana. Un mal grupo de asesores (empezando con su ministro de defensa, el de relaciones exteriores…) quienes calcularon de forma errónea la reacción del mundo libre, especialmente de los europeos; la unidad y la determinación de Estados Unidos para suministrar armas y escalar la guerra.

Los asesores del dirigente ruso también le mintieron sobre las capacidades militares de ese país, la moral en el ejército, los percances tecnológicos, etc.

Quinta lección: la definición de traición

Los asesores no se atreven a cuestionar al zar. De lo contrario perderían la amistad, los beneficios económicos y sociales, y tal vez terminarían, aislados, en campos de concentración o inclusive muertos.

Es una cosa desagradable cuándo vendes tu alma al diablo. No hay vuelta atrás y, en la mentira, va envuelta la perdición, como lo descubren hoy quienes le mintieron.

Hasta ahí las lecciones

Hoy en México empiezan a haber un sinnúmero de casos similares a lo anteriormente descrito con respecto a todo tipo de decisiones de gobierno. Los “de dentro” (no hablemos de los críticos) que osan contradecirlo o no pensar como lo hace AMLO se vuelven traidores, desleales, hipócritas. ¿No ve así la 4T —y en particular el primer mandatario— a Ricardo Monreal a raíz de su votación, calidad de abstención, sobre la GN? Este caso es muy revelador, pero obviamente no el único ni será el último.

La destrucción del aeropuerto de Texcoco era lo que deseaba escuchar López Obrador, aunque con ello condenaron a la 4T a menores ingresos y gastos innecesarios.

Quería López Obrador su refinería en Tabasco, y nadie tuvo el valor (civil y ecológico) de decirle las razones del porqué Dos Bocas no debía edificarse.

Ansiaba su trenecito. Van cientos de hectáreas devastadas en la selva por el Tren Maya, y con un pésimo trazo que además ahora se ha vuelto errático.

Pensó que podía distribuir las medicinas de manera más económica. Pues el gobierno ni siquiera ha podido comprarlas todas; el desabasto y la pésima distribución de medicamentos sigue azotando a quienes más las necesitan.

Esto es lo que pasa con los dictadores; no se percatan de que deben —están obligados— a escuchar más allá de quienes buscan darles por su lado.