Hay dos libros más o menos recientes sobre economía que conviene leer —o releer—. Sobre ambos ha escrito Javier Treviño en SDPnoticias: el primero, de 2012, Por qué fracasan las naciones: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, de Daron Acemoglu y James A. Robinson; el segundo, publicado un año después, El Estado emprendedor, de Mariana Mazzucato.
Los autores del libro de 2012, ¿Por qué fracasan las naciones?, han recibido el Premio Nobel de Economía 2024. Esta obra sostiene que las naciones donde una pequeña élite monopoliza el poder político y los recursos económicos son las más propensas al fracaso. Y fracasan tales países porque, sin democracia, las instituciones sirven a los intereses de las élites a expensas de la población en general, sofocando la innovación, el espíritu empresarial y el crecimiento económico.
Imposible negar que así ocurrió en México durante décadas de gobiernos del PRI, y la situación no cambió con dos presidencias del PAN. Nuestra nación no era viable, o no para toda su gente. Y es que si bien un sistema económico tan grande generaba multimillonarios que podían competir en patrimonio con las personas más prósperas del mundo, se condenaba a demasiados millones a una vida de pobreza.
Los países exitosos, esto es, los que ofrecen mayores niveles de bienestar a toda su sociedad, son democráticos en lo político y, en lo económico, fomentan la competencia, la innovación y la meritocracia.
Más allá de los cuestionamientos de grupos opositores, en México tenemos elecciones libres. ¿Que ha cambiado el sistema político? Es verdad, pero así ha ocurrido por decisión de las mayorías en las urnas. Quienes cuestionan, solo porque no les convienen, las reformas constitucionales de la 4T, convenientemente olvidan que las únicas dos presidencias panistas y la última del PRI modificaron mucho más la Constitución —desde luego, hacia la derecha—. Tenían el control en el poder legislativo para hacerlo, y lo hicieron.
No hubo ilegalidad en los cambios constitucionales de los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto: no la hay en las reformas a la carta magna propuestas por el expresidente Andrés Manuel López Obrador y apoyadas por la presidenta Claudia Sheinbaum.
Democracia tenemos y no parece ni mínimamente probable que vuelvan los tiempos del fraude electoral. Falta por lograr lo más difícil: que la economía mexicana sea verdaderamente competitiva e innovadora.
Los ganadores del Nobel critican que, en México, los más grandes empresarios sean inmensamente ricos no por innovadores, sino por sus relaciones con el poder político.
La presidenta Sheinbaum deberá tener los ojos muy abiertos al leer las propuestas que se le hagan para su Consejo Asesor Empresarial que en estos días, quizá hoy mismo, se anunciará: estorban los hombres de negocios enriquecidos no por su espíritu empresarial, sino por haberse beneficiado de concesiones gubernamentales, contratos con las administraciones públicas y tráfico de influencias.
Si nos preguntamos cómo podemos lograr una economía verdaderamente innovadora, la respuesta está en el otro libro, El Estado emprendedor, de Mariana Mazzucato, publicado un año después de la obra de los ganadores del Nobel, Daron Acemoglu y James Robinson.
Hace unos días, la autora de El Estado emprendedor impartió una conferencia en la UNAM, que fue comentada por una funcionaria clave del gobierno de Claudia Sheinbaum, la secretaria de Energía, Luz Elena González, economista de la mencionada universidad con maestrías en derecho y en urbanismo.
Para Mazzucato el Estado no solo debe resolver fallas de mercado, que es el papel tradicional que se le ha asignado, sino también ser innovador y asumir riesgos donde los empresarios privados nunca lo harían. Porque, a diferencia de las empresas propiedad de particulares, preocupadas por el rendimiento de corto plazo, el Estado puede pensar en el largo plazo, como sucedió con el programa del gobierno de Estados Unidos que llevó al primer hombre a la Luna. El gran beneficio no fue pisar el único satélite natural de nuestro planeta, sino los numerosos desarrollos tecnológicos que detonó.
Otro ejemplo de Mazzucato, como dice Treviño, es muy interesante, el caso del iPhone: “Aunque sea un ícono de la innovación corporativa estadounidense, cada una de sus tecnologías principales (sensores capacitivos, memoria de estado sólido, rueda de clic, GPS, Internet, comunicaciones celulares, Siri, microchips, pantalla táctil) provino de esfuerzos de investigación y apoyo financiero del gobierno y el ejército de Estados Unidos. El verdadero genio de Steve Jobs no estaba en el desarrollo de nuevas tecnologías, sino en la integración de tecnologías inventadas en otro lugar, a menudo respaldadas por dólares de los impuestos”.
Esa parece ser la filosofía económica de la 4T: en palabras de la secretaria de Energía, “reconquistar las capacidades del Estado” para detonar la innovación.
Por la relevancia de su libro, pronto podría recibir su Premio Nobel la autora de El Estado emprendedor, cuyas tesis de alguna manera sintetizan la filosofía económica de Claudia Sheinbaum, por cierto bien evaluada en las distintas ediciones que hemos hecho en SDPNoticias en el tracking diario ClaudiaMetrics.
Aquí mi participación en el noticiero de Sergio Sarmiento y Guadalupe Juárez en El Heraldo Radio: