Si ya antes me pareció un cinismo rampante que Andrés Manuel López Obrador pretendiera imponer a Bertha Alcalde Luján como presidenta consejera del Instituto Nacional Electoral (INE), resulta de lo más aberrante que en esta ocasión, sin contrapesos y haciendo uso del poder que le atañe como jefe del ejecutivo, se haya salido ahora sí con la suya otorgando la titularidad de la Secretaría de Gobernación nada menos que a la hermana menor, Luisa María Alcalde, de quien no tengo pruebas pero tampoco dudas, será un nuevo florero en el edificio de Bucareli que ya antes adornó la ex ministra Olga Sánchez Cordero, quien ahí dejó algo más que un cuadro en la pared, siendo que en ese sitio se despojó de la dignidad y el buen nombre que le precedía.

No omito decir que siento un poco de lástima y pena por Alejandro Encinas Rodríguez, otro personaje que ha venido arrastrando su nombre por ese mismo lugar, y para quien el reciente nombramiento de la joven Alcalde, no es otra cosa que una humillación más para alguien que quizá habría merecido mayores consideraciones de parte del presidente López, tan solo por la lealtad que le ha profesado.

Y luego entonces, aquí corresponde preguntar, ¿cuál es el mérito de la menor de las Alcalde para ocupar el segundo cargo en importancia en la República Mexicana?

Por principio de cuentas, se tiene que decir que la nueva secretaria de Gobernación ha sido privilegiada del sistema beneficiándose de figuras como el nepotismo, el amiguismo, los acuerdos, los compromisos y quien sabe de qué otras circunstancias.

Luisa María Alcalde Luján, es hija de Bertha Elena Luján Uranga, mujer cercanísima al presidente tabasqueño. En una colaboración para Expansión Política con fecha del 31 de octubre de 2019, intitulada “Bertha Luján, uno de los amores de AMLO”, la periodista Lourdes Mendoza, habla de esa estrecha relación:

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“… su amistad con López Obrador, es de más atrás, en las lides de izquierda, pues doña Bertha desde 1970 ha participado activamente como miembro del Frente Auténtico del Trabajo (FAT), en donde participó en diferentes carteras: desde finanzas y organización de militantes, hasta la especialización en asesoría del área cooperativa y de empresas de autogestión.

Es chihuahuense de cepa y madre de Luisa María Alcalde Luján, sí la actual secretaria del Trabajo; así como de su primogénita, Bertha Alcalde Luján, quien es Secretaria Técnica Adjunta del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), de la mano de Alfonso Durazo.

La “morena” de doña Bertha es su hija menor, quien durante el nacimiento del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), por allá, en la elección de 2012, fue la imagen del naciente partido ¡quiúboles! Una joven trigueña, de pelo oscuro y andar… mmm ¿cómo lo podría describir? Andar voluptuoso que abordaba autobús con las siglas del partido, cargando bajo el brazo una credencial de elector enorme, para invitar a la población a sumarse a este movimiento y, al fondo se escuchaba la cumbia de Morena. ¡Qué tal, eh!

Bertha se casó con Arturo Alcalde Justiniani, abogado especialista en materia laboral, con quien la une, además, el placer por defender los derechos de los trabajadores, de los más desprotegidos. Además, ¿qué les cuento?, que nuestro personaje en cuestión fue parte del gabinete legítimo de AMLO como secretaria del Trabajo.

Pues, déjenme decirles, es especialista en Derecho Laboral y Organización Sindical, con estudios en el Instituto de Formación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Turín, Italia. Así como en la Universidad de los Trabajadores de América Latina (UTAL), en San Antonio de los Altos, Venezuela.

Para el 2009, fue postulada como candidata del Partido del Trabajo y Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano) a diputada federal por Chihuahua.

Ojo, eh, además, fue la primera secretaria general de Morena cuando López Obrador fue su presidente en 2014; luego fue nombrada presidenta del Consejo Nacional del partido, cargo que dejó el 18 de octubre para poder competir por la presidencia del partido”.

Y añade: “En los propios corrillos morenistas, se dice que la familia Alcalde Luján hay demasiado poder concentrado”.

Efectivamente, hay demasiado poder concentrado en la familia Alcalde Luján, y lo habría aún más si la presión ciudadana no hubiese intervenido para evitar que la hija mayor de los Alcalde se convirtiese en presidenta del INE, pues no hay que olvidar que era el alfil que Andrés Manuel quería tener en el órgano electoral para dinamitarlo por dentro, pero la fémina carecía de conocimientos y experiencia en materia electoral, y siendo su único mérito la cercanía del presidente con sus padres, se impuso la presión y el rechazo de la sociedad.

Para Luisa María, en tanto, el camino ha sido llano, despejado, sin contratiempos; de ser propagandista de López Obrador, en 2011 se afilió a Morena y un año después, a sus escasos 24 años de edad ya ocupaba una curul en el Congreso de la Unión bajo las siglas de Movimiento Ciudadano, y en 2018 fue nombrada Secretaria del Trabajo y Previsión Social en el gabinete de AMLO, quien ahora la ha distinguido designándola secretaria de Gobernación.

Se sabe que lo que menos importa al presidente es si el nombramiento es adecuado, justo, merecido, o apropiado. Se sabe también que la escala que maneja en este tipo de decisiones es 10 por ciento capacidad y 90 por ciento lealtad, de manera que Luisa María y su familia le garantizan esa parte y ahí no hay más que agregar.

Ni hablar de las promesas incumplidas de López, quien en campaña se desgarraba las vestiduras y pregonaba a los cuatro vientos que en su gobierno no se otorgarían cargos por amiguismo o compromisos y que estarían los mejores profesionistas, los mejores especialistas y los mejores perfiles en su gobierno.

Luisa María no es ni por mucho la mejor para la Secretaría de Gobernación. Y no, no es por su juventud, y no es por ser mujer que lo menciono. Es solo que se me ocurren tantos nombres para ese encargo, que me parece vergonzante y penoso para aquellos que han dedicado su vida a prepararse para escalar hasta ese lugar, que lo ostente alguien solo por ser “la hija de…”.

Así pues, Bucarelli estrena florero y hay poco qué agregar.

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