Vi un video del actor Eugenio Derbez. Critica al presidente López Obrador por haber cancelado una reunión con ambientalistas y profesionales del mundo del espectáculo que han expresado su preocupación porque, así les parece, la construcción del Tren Maya podría dañar la selva en Quintana Roo.
La primera parte de ese video me pareció una crítica sensata al gobernante de México. Explicó el señor Derbez que solo él, entre todos los participantes en el movimiento #SelvameDelTren, había dicho que no podía asistir al encuentro con el presidente; por lo tanto, sugirió el actor, era injusto que la cancelación de la reunión se atribuyera a que varios integrantes de ese grupo habían dicho que no acudirían.
Hasta ahí la expresión democrática y civilizada de diferencias entre el presidente de México y un actor famoso. Después, tristemente, el actor mostró lo peor de su personalidad al decir que si “si el señor presidente lo que quería era una foto conmigo, yo feliz de la vida hubiera ido a Palacio Nacional, voy personalmente, me saco la foto, le hago la voz del Lonje Moco, ‘fue horrible, fue horrible’…”.
Entiendo que el señor Derbez esté mareado por el éxito de tantos años en la televisión mexicana y ahora en Hollywood, pero ¿era necesario verse tan inmaduro?
Pésima broma la de que busca una foto con el actor alguien como Andrés Manuel quien, se piense lo que se piense de él, es un líder histórico, primero por su lucha de décadas contra el autoritarismo y la corrupción del PRI y del PAN, y ahora por encabezar un gobierno que todo lo está cambiando en México.
Creo que don Eugenio Derbez debería ubicarse. Él es bueno en su trabajo, pero hasta ahí. ¿Puede un eficaz profesional del espectáculo no solo compararse, sino inclusive sentirse superior a un hombre de dimensiones históricas como el presidente López Obrador?
La arrogancia es mala asesora y, en el caso de Eugenio Derbez, solo ha servido para destruir la autoridad moral que parecía tener el grupo #SelvameDelTren.