Agresión
Estuve ayer en la sucursal de un banco. Necesitaba urgentemente un documento que solo en esa institución podían entregarme. Al entrar me topé con un tipo que me insultó. Entendí el insulto, pero en principio no la razón del mismo. Le exigí que se moderara, pero no lo hizo. Él fue todavía más vulgar y más agresivo; desde luego me informó a gritos el motivo de su enojo conmigo: que no soy en mis artículos un crítico de AMLO y Sheinbaum. Ese hombre no me golpeó porque salió a ver qué pasaba el vigilante de la institución bancaria. Triste fanatismo.
Krauze
Aprecio, respeto y admiro a Enrique Krauze. Lo considero uno de los grandes intelectuales de México. No comprendo qué pudo llevarlo a escribir algo tan insensato como lo que publicó en el Washington Post: “En México, las provocaciones de López Obrador pueden hacer que sus oponentes pronto sean asesinados”.
Tales palabras no son dignas de un estudioso del nivel de Krauze. Más bien son las de un fanático enfurecido porque se lleva mal con el presidente de nuestro país. Un liberal como Enrique debería defender la libertad de expresión de Andrés Manuel, que no pocas personas insisten limitar.
No es ético acusar a AMLO argumentando que las palabras presidenciales podrían utilizarlas sus seguidores para atacar oponentes. Si acaso, me consta —como les consta a Epigmenio Ibarra y a otras personas que coinciden con Andrés Manuel— son las palabras de los críticos de la 4T las que se utilizan para agredir a quienes pensamos que AMLO ha hecho un buen gobierno. Me pasó en un banco, lo sufrió Epigmenio en un restaurante, y hay muchos otros ejemplos.
En el caso de Ciro Gómez Leyva que menciona Krauze no se ha demostrado nada acerca de las motivaciones de sus autores intelectuales. Le faltó objetividad al querido Enrique al utilizar a Ciro para sostener su argumento.
Hiriart y Sheinbaum
El Financiero, diario cuyas encuestas le daban a Claudia Sheinbaum una ventaja mínima sobre Marcelo Ebrard, ayer corrigió sus datos y la jefa de gobierno ya supera por 11 puntos al canciller y por 17 al secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
Tales estadísticas hoy las analiza un directivo de ese periódico, Pablo Hiriart, pero solo para alimentar su propio fanatismo y el de la gente que no está conforme con la 4T. De plano él dice que Claudia es socialista, enemiga de la empresa privada, capaz de expropiar indebidamente lo que se le antoje, etcétera. Una Huga Chávez, pues.
Según Hiriart, el gran pecado de Claudia, que no tienen Marcelo y Adán, es que no se formó en un partido político, sino en la protesta universitaria.
Yo pienso otra cosa, que la gran virtud de Sheinbaum es la de no ser grilla desde chiquilla, esto es, no haber militado en partidos desde su juventud. La famosa disciplina partidista es solo un eufemismo para darle cierta elegancia a la búsqueda del poder al costo que sea.
En mi opinión, Claudia es una mujer sensata, científica, inteligente y con una idea adecuada de lo que un país como México necesita para salir de sus problemas. Hiriart puede pensar lo que se le antoje, pero sería deseable que en vez de textos fanáticos recurriera a la argumentación racional.
La Guardia Nacional
Un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juan Luis González Alcántara Carrancá, piensa que es inconstitucional la transferencia de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional. Su argumento se basa en decir que, según las leyes y las convenciones internacionales, “la fuerza armada permanente sólo puede realizar tareas de seguridad pública en contextos de estricta excepcionalidad”.
Eso es verdad, pero en este caso la Guardia Nacional se ha adscrito a la Sedena, que ya no es la jefatura del ejército, sino nada más una dependencia del poder ejecutivo. A partir de este sexenio el ejército tiene su propia jefatura, lo que significa que la titularidad de la Secretaría de la Defensa ya no solo puede ser de generales de división. Ahora un civil puede ser secretario de Defensa. Un civil o una civil, por cierto.
En fin, ya llegarán las reformas para que pronto haya en México generalas de división. Porque ahora los grados máximos en el ejército, como en la iglesia católica, solo los ocupan hombres.
El principal argumento para rechazar el plan b en la SCJN es que su operación complicaría la eficiencia del INE como organizador de las elecciones. Lo mismo deberían decir ministros y ministras de la corte suprema sobre la GN: que declarar inconstitucional la adscripción de la Guardia Nacional en la Sedena dejaría al gobierno de México sin su principal instrumento para combatir al crimen organizado que tanto ha enlutado a nuestro país desde que Felipe Calderón decidió ir a su absurda y fallida guerra contra el narco.
Ministros y ministras conocen el tema, se los explicó no hace mucho tiempo el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval. Ojalá haya sentido común en la cúpula del poder judicial.