Febrero 2024 será un momento decisivo para la Cuarta Transformación con el gremio magisterial, al cumplirse el plazo en que, por ley, debe renovarse la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el más importante por número de agremiados, contexto histórico-político y su incidencia social en el futuro del país.
Hasta ahora, existe gran expectativa por saber el papel que tomará la administración del presidente López Obrador respecto a la oportunidad que tiene de hacer aún, un cambio profundo en un organismo tan necesario para el logro de la excelencia educativa, y que a todas luces ha resultado obsoleto para tal fin, como en los hechos ha quedado de manifiesto.
En los años que van de la administración, la promesa de una democracia auténtica en el SNTE, se ha ido diluyendo en acciones contradictorias, quedando la evidencia que ni a su dirigente ni a su cúpula se le toca, por el contrario, y en sentido inverso a los ideales de la política laboral cuatroteista, se le ha permitido mantenerse en un interinato calificado como ilegal desde su origen.
Además, las autoridades laborales le han permitido en todo este tiempo, hacer y deshacer, al ser omisas a las innumerables denuncias y quejas en su contra, por parte de importantes liderazgos magisteriales que han evidenciado las estrategias ilegales que el profesor Alfonzo Cepeda Salas ha usado para imponer a dirigentes seccionales, permitiéndole con ello, amplio control político y financiero para operar su permanencia.
Ahora más que nunca, la Secretaría de Gobernación está obligada a atajar el tema y no permitir nuevamente un “interinato” que ya se antoja interminable.
En este contexto, es notorio en buena parte del magisterio la falta de optimismo y confianza hacia la posibilidad de que se dé un cambio profundo en su sindicato, pues no se ve, ni se han visto condiciones favorables para ello. Lo que sí se aprecia es una creciente esperanza de transformación desde la base, promovida por nuevas organizaciones democráticas que se han integrado en esa causa común.
En diversas expresiones magisteriales hay coincidencia con esta sed de cambio, y en el planteamiento de que está deuda no puede, ni debe heredarse porque implicaría dar la espalda a una tesis fundamental de la 4T, como es hacer de la democracia, una cultura en todos los ámbitos de la vida pública nacional.
No podrá entenderse una transformación nacional sin una transformación educativa, y esta no se materializará sin transformar las condiciones laborales y sindicales de las y los maestros, menos aún sin su revalorización económica y moral.
¿Se garantizará entonces una transición democrática en el gremio laboral del sector magisterial o continuará postergándose la oportunidad de transformar al SNTE? La respuesta está en el aire.