Por eficiente y honesta en los distintos cargos públicos que ha tenido, respeto, admiro y aprecio a Clara Luz Flores, candidata de Morena al gobierno de Nuevo León.
Por su trayectoria, en la que han sido más numerosos los aciertos que los errores, considero que el candidato panista a la gubernatura, Fernando Larrazabal, es uno de los políticos nuevoleoneses más importantes en la historia reciente de mi estado.
Otro caso de éxito en la política de Nuevo León es el de Adrián de la Garza, candidato del PRI a gobernador.
Complot
Ella y ellos evidentemente se pusieron de acuerdo para no asistir al debate organizado por el diario El Norte, hermano mayor de Reforma. Vaya complot más tonto.
Clara Luz y Larrazabal argumentaron que no había condiciones para que los consejeros de El Norte les evaluaran con imparcialidad, y Adrián llegó al extremo de acusar al periódico de la familia Junco no solo de tener candidato —Samuel García, de Movimiento Ciudadano, el único que asistió al encuentro—, sino de mentir con encuestas falsas.
Encuestas
Para darle credibilidad a sus dichos, el priista De la Garza exhibió en un video encuestas de El Heraldo de México con resultados muy distintos a los de El Norte. ¿Fue correcto que lo hiciera?
Como enseguida daré mi opinión de El Norte, que es una institución histórica de gran prestigio, autoridad moral y credibilidad, estoy obligado a decir que lo mismo pienso de un diario que inicia su camino en el complejo mundo del periodismo, El Heraldo de México; lo hago simple y sencillamente porque el candidato del PRI al gobierno de Nuevo León no debió utilizar las encuestas del más joven de los periódicos para desacreditar las del medio de comunicación casi centenario solo porque no le favorecen.
Por cierto, dos encuestas no son comparables si se aplican con métodos diferentes y en fechas distintas, menos todavía en una campaña electoral como la nuevoleonesa en la que ha habido casi cada semana fuertes crisis que han afectado a todos los participantes.
El Heraldo y El Norte, y otros medios de comunicación, publicarán sus encuestas finales antes de las votaciones; estos últimos estudios son los que deberán compararse con los resultados electorales reales. Entonces sabremos qué encuestas anticiparon mejor la voluntad popular. No tiene sentido juzgarlas ahora con criterios políticos o politiqueros, tal como lo ha hecho Adrián de la Garza.
El Norte (Reforma) y su historia
Pasarán a la historia de México como dos de los periódicos más importantes, influyentes, creíbles y con mayor autoridad moral. Eso son, sin duda, El Norte y Reforma. No incluyo al otro rotativo de la familia Junco —Mural, de Guadalajara— porque es bastante menos relevante.
Soy muy crítico de la línea editorial de tales diarios —de ninguna manera son perfectos—, pero no puedo dejar de recordar un viaje que hice a Chihuahua, en 1986, con el activista Javier Livas.
En ese tiempo iniciaba mis colaboraciones diarias en El Norte y Javier me invitó a acompañarlo para ser testigos de lo que pasaba en una elección de enorme trascendencia para la democracia mexicana.
En Chihuahua había habido un fraude electoral enorme en contra del candidato del PAN, Francisco Barrio, y tres ciudadanos —el político Luis H. Álvarez, el empresario Francisco Villarreal y el médico Víctor Manuel Oropeza— protestaban ayunando, el primero en la capital del estado, y los otros en Ciudad Juárez.
Livas y yo estuvimos en decenas de mítines contra el fraude electoral. En no pocos de ellos, los oradores pedían aplausos para los únicos dos medios de comunicación mexicanos que “sí decían la verdad” sobre lo que en tal entidad sucedía: Proceso, revista nacional, y El Norte, de Monterrey.
Desde décadas antes de los mencionados hechos, El Norte se había caracterizado por ser un contrapeso a los poderes político y económico de Nuevo León, que no son menores; por sus diarias denuncias de hechos corruptos, desgraciadamente inacabables; por su exigencia de transparencia y rendición de cuentas a las autoridades de todos los niveles de gobierno, el federal incluido, y por sus denuncias de delitos electorales, denuncias periodísticas que tanto contribuyeron al triunfo de la democracia mexicana.
El periodismo de El Norte se convirtió en un modelo de verticalidad que era envidiado por ciudadanos de otros lugares del país, particularmente de la Ciudad de México.
Si El Norte llegó a la capital con el nombre de Reforma se debió a que la sociedad del entonces Distrito Federal demandaba un periodismo como el practicado en la empresa de la familia Junco.
Esa es la razón de que Reforma haya sido un éxito inmediato en la Ciudad de México.
Desde su fundación, a finales de 1993, Reforma, por su credibilidad, se convirtió en el líder en la capital y, también, en el resto de México.
Hoy le critico a Reforma algunos excesos contra el presidente López Obrador, que son consecuencia de la pasión ideológica y del hecho de tener como director editorial a un activista de la derecha como Juan Pardinas.
Pero Pardinas, en la brillante historia de El Norte y Reforma, pronto será solo una mala anécdota de la que nadie se acordará.
Como anécdota será —mala y bastante ridícula— la conspiración contra el debate de El Norte de dos candidatos y una candidata que van perdiendo la elección y que, solo por esa razón, buscan culpar de sus ineficaces campañas a un diario histórico realizado por periodistas con quienes ella y ellos nomás no pueden compararse.