Escribir y hablar en femenino

Lenguaje inclusivo: una breve guía sobre todo lo que está pasando”. Este es un trabajo de Fundéu, de la Real Academia Española, que incluye nueve breves e interesantes artículos.

El tema es importante porque, como afirma Fundéu, “para unos es la última frontera del idioma, un territorio en el que hay mucho en lo que trabajar y mucho por lograr. Para otros, una reivindicación estéril que aleja el foco de problemas más importantes, cuando no directamente una opción que se rechaza de manera frontal”.

No sé si la gente de Fundéu realmente ha analizado en sus textos “todo lo que está pasando”. Probablemente no es así, pero lo que comentan parece sensato. Enseguida sus nueve artículos por si alguien desea consultarlos:

El deporte femenino vale más que la grilla

En uno de los citados artículos de Fundéu se menciona lo siguiente:

“Lo cierto es que, en determinados contextos, algunos hablantes usan de forma esporádica el femenino genérico: el año pasado, los medios se hacían eco de las palabras del entrenador de la selección femenina de baloncesto. Sus ‘jugamos contentas, jugamos tranquilas’ causaban asombro en los medios: un hombre se incluye en un femenino genérico en una muestra de habla tan espontánea como la de un seleccionador hablando a sus jugadoras. Preguntado por ese femenino, respondía con una lógica que para él era aplastante: ‘¡Pero si son todo mujeres y el único hombre soy yo, que ni siquiera juego!…”.

Fundéu de la RAE

Admirable que el entrenador —hombre, sí— de un equipo femenino se incluya entre las mujeres a las que dirige, pero…

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Me parece lamentable, terrible, hasta humillante para las mujeres deportistas que en una gran cantidad de equipos femeninos, de todas las disciplinas, los líderes, esto es, los entrenadores sean hombres. Pocas veces se ve a entrenadoras —mujeres, en efecto— dirigiendo a las competidoras.

No sé si las feministas, por estar demasiado concentradas en lograr la paridad de género en la política, están olvidando presionar para que cambien las cosas en otras actividades mucho más relevantes y socialmente útiles.

Que haya igual número de diputadas y diputados es un avance notable, pero… no dejan de ser personas dedicadas a la política, que sin duda cae la categoría de los oficios parasitarios, inútiles e improductivos.

La gente es sabia, de ahí que en las encuestas califique muy mal, comparativamente hablando con otros grupos sociales, a las personas que se dedican a la política, hombres y mujeres por igual.

El machista Tour de Francia

Vuelvo al deporte femenino. ¡Debería ser totalmente femenino! Es decir, solo con entrenadoras, jugadoras, árbitras.

En el basquetbol, por ejemplo, sobran exjugadoras plenamente capacitas para dirigir a cualquier selección nacional en los Juegos Olímpicos con tanta e inclusive más eficacia que los entrenadores hombres.

El ciclismo, que tanto me gusta, apenas empieza a hacer justicia —algo, un poco de justicia— a las mujeres ciclistas, muchas de ellas extraordinarias deportistas.

Existen el Giro de Italia y la Vuelta a España femeninas, pero todavía bajo la lógica de que las ciclistas mujeres tienen menos resistencia que los ciclistas hombres, así que no son competencias de tres semanas, sino de 10 días la ronda italiana y de cuatro jornadas la española.

Pero la carrera más importante del mundo, el Tour de Francia, todavía no tiene una versión femenina. La tuvo, hace más de 30 años, y los organizadores la cancelaron. En su lugar inventaron algo que insulta a las ciclistas mujeres, La Course by Le Tour de France, competencia de una sola etapa.

En 2022 volverá el Tour de Francia femenino con 8 etapas. Ojalá veamos a las ciclistas solo dirigidas por mujeres y la competencia solo vigilada por juezas o árbitras.

La UNAM y el Tecnológico, qué vergüenza, sin rectoras

Qué bueno que avancemos hacia tener tantas diputadas como diputados, tantas senadoras como senadores, tantas gobernadoras como gobernadores… y ojalá ya tengamos una presidenta de México.

Pero la política no es todo y ni siquiera es lo más importante para que México progrese y se convierta en una nación con más desarrollo, más justa y que ofrezca más oportunidades para sus habitantes.

Tristemente, el feminismo no pone mucha atención al hecho de que los consejos de administración de las empresas y sus equipos directivos, en la inmensa mayoría de los casos, estén dominados por hombres. Hay que obligarles a cambiar las cosas. ¡México necesita más empresarias! Sobre todo porque la mayoría de los empresarios no destacan por innovadores. Las mujeres lo harán mejor al frente de las principales corporaciones comerciales o financieras.

¿La UNAM ha tenido rectoras? Creo que no. Revisé una larguísima lista de rectores y, pues eso: puros rectores, ninguna rectora. Qué vergüenza para la principal casa de estudios de México.

La otra universidad mexicana reconocida en el mundo, el Tecnológico de Monterrey, también una vergüenza: solo ha tenido rectores hombres —ahora les llaman, creo que con cursilería, presidentes—.

En 2023 se va Enrique Graue de la rectoría de la UNAM. Será una afrenta a la comunidad universitaria si en su lugar se elige a un hombre.

¿No hay mujeres con tanta o más capacidad administrativa, preparación científica y vocación académica que grillos no del todo académicos como José Narro Robles y Juan Ramón de la Fuente, dos priistas —De la Fuente hoy morenista— que hasta soñaron y seguramente aún sueñan con ser presidentes de México? Quizá habrían sido buenos presidentes, pero en la UNAM no destacaron por feministas.

El único de los últimos rectores de la UNAM con una trayectoria fundamentalmente académica es el biólogo José Sarukhán, pero también es hombre. Sobran mujeres científicas mexicanas con su trayectoria, o con una biografía aún más notable. ¿Por qué la Universidad Nacional no las pela?

Al Tec de Monterrey no le exijo una rectora porque, como dice el sabio refrán, es inútil solicitarle peras al olmo.

Un olmo, el del Tecnológico, que con tanto empeño cuida un empresario poco feminista como José Antonio El Diablo Fernández, quien manda en Femsa, y lo ha hecho muy bien, por una decisión machista —conste, de ninguna manera criticable en su momento, esto es, normal y hasta correcta hace décadas—, basada en una brutal injusticia que nadie advertía: a pesar de que el principal accionista del negocio solo tenía hijas, ninguna incapacitada por problemas de salud, tristemente a don Eugenio Garza Lagüera ni por la cabeza le pasó prepararlas para la administración; así que dio esta responsabilidad al yerno.

¿En cuántas empresas siguen siendo así las cosas? Carlos Slim, empresario de empresarios, ha dado los cargos directivos de los enormes negocios que ha levantado a sus hijos y a sus yernos, todos hombres trabajadores y brillantes, pero lo cierto es que ni siquiera pensó en la posibilidad, absolutamente real, de que alguna de sus hijas fuera más inteligente, audaz y esforzada que sus herederos varones.

El cambio tan difícil

En fin, mi modesta aportación al feminismo es la de tratar de escribir mis artículos con lenguaje inclusivo. Hago lo que puedo, pero a veces no es fácil. De hecho, puede ser muy difícil.

Admitamos que el español es bastante machista y dejemos a los y las especialistas corregir las cosas. Corregirlas, que conste, porque en nada ayudan los expertos, inclusive expertas de la Real Academia Española, como quienes elaboraron la Gramática en 2009: “Los sustantivos masculinos no solo se emplean para referirse a los individuos de ese sexo, sino también, en los contextos apropiados, para designar la clase que corresponde a todos los individuos de la especie sin distinción de sexos”.

Conformarse con eso es de mediocres, cuando no de machistas. Si tanto conocen la lengua en la RAE, trabajen para adaptarla a la realidad actual. Yo digo.

Pero otra vez pido peras al olmo. ¿Cómo esperar una actitud de vanguardia en una institución como la Real Academia Española que invita a encabezar sus principales eventos al Rey Felipe VI.

¿Qué autoridad académica tiene el esposo de Letizia Ortiz? Por favor. La monarquía está bien como atractivo turístico en el Reino Unido, pero en España ni eso.

Es decir, la gente va a Londres a ver a la reina, aunque nunca aparezca en su palacio. Y antes o después, las mismas personas van a Madrid, pero solo al cante flamenco, a las patatas, a la paella, al vino, al bacalao y a todo lo demás que sí genera contento.