Fuera de moda, a la moda

El Instituto Cervantes dice que está en desuso la expresión padre comerciante, hijo caballero, nieto pordiosero.

Tal organización también considera que ha dejado de usarse otro refrán: a padre guardador, hijo gastador.

En México el dicho de moda hasta el cambio de gobierno en 2018 era —y hay quienes todavía pretenden que siga siendo— abuelo presidente, hijo acaudalado, nieto pobre diablo.

Se podía en el México de antes de la 4T ser un pobre diablo en términos intelectuales y éticos, pero no perder poder, prestigio y fortuna si se pertenecía a familias enriquecidas en los más altos niveles de la política.

Eso era Miguel Alemán Magnani, un tipo frivolón y bueno para nada que pasaba por emprendedor simple y sencillamente porque su abuelo había robado lo suficiente como para mantener en la eterna prosperidad a varias generaciones de la familia Alemán.

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Inventó la corrupción

El primer presidente civil del México posrevolucionario, Miguel Alemán Valdés, debe con toda justicia ser considerado el inventor de la corrupción moderna, entre otras razones porque maquilló las raterías desde el gobierno con la crema cosmética que unió en su sexenio, en sagrado matrimonio —y hasta que el triunfo de la 4T los separe—, a las élites políticas y empresariales. Ello perfeccionó el pillaje al amparo del poder, lo volvió una actividad no solo socialmente aceptable, sino culturalmente respetable, y por lo mismo convirtió a la rapiña de la minoría que mandaba en nuestro país en la principal aspiración del mexicano promedio.

Abuelo, presidente ratero, ¿hijo, culto multimillonario?

En 2007, en el II Seminario Internacional de Lengua y Periodismo, Jacobo Zabludovsky leyó un texto en la conferencia inaugural.

Presumió Zabludovsky que en el otoño de 1980, en el décimo aniversario del noticiero 24 Horas de Televisa, se reunieron en la Universidad de Salamanca “académicos de la lengua, literatos, filólogos, novelistas, catedráticos, periodistas de España y América”.

Los participantes en aquel evento “durante tres días rindieron homenaje a la lengua española y estudiaron la forma de fortalecerla en el lugar de su más sólida tradición”. Zabludovsky recordó que entre los cultos asistentes se encontraban Dámaso Alonso, presidente de la Real Academia Española; Pedro Amat, rector magnífico de la Universidad de Salamanca; Fernando Lázaro Carreter; Juan José Arreola; Luis María Anson; Juan Rulfo; Camilo José Cela; Álvaro Mutis; Víctor Garcia de la Concha; José Luis Martínez; Hugo Latorre Cabal; Francisco Monterde; Miguel Delibes; Andrés Henestrosa; Torcuato Luca de Tena; Francisco Umbral; Gonzalo Torrente Ballester; Jesús Hermida, Silvio Zavala y presidentes de Televisa encabezados por Rómulo O’ Farrill y Miguel Alemán Velasco.

¿Era en serio?

Qué burla decir que O’ Farrill y Alemán son especialistas en el idioma español. Sin duda una mala broma del sistema político mexicano, que unió también en sagrado matrimonio a tales apellidos cuando el presidente Alemán entregó, en 1949, una concesión de TV al empresario O’ Farrill.

El hecho es que con el dinero del papi rata (Alemán Velasco) el hijo no tan listo pudo jugar, sin realizar ninguna otra actividad productiva, a ser culto caballero que se codeaba con los eminentes invitados de Zabludovsky en la Universidad de Salamanca, que según el periodista ya fallecido era el lugar —quién sabe si lo siga siendo— de “la más solida tradición” de nuestra lengua.

Nieto frivolón

Si el dinero del abuelo disfrazó a su padre de hombre de cultura, al nieto Alemán la herencia le alcanzó para tener como su principal logro en la vida ser considerado amigo del alma de Luis Miguel —hasta aparece en la serie de Netflix; el papel del nieto del presidente Alemán le correspondió a otro nieto ilustre, este último del Loco Valdés, Kevin Russell Holt Valdés.

Los otros logros importantes de Alemán Magnani tienen que ver con frivolidades similares: haberse casado con una hija de Pepita Serrano, toda una celebridad; haber sido concuño de un hijo del ingeniero Slim, lo que adorna a cualquiera; aparecer en revistas de ricos y famosos, tan exitosas en nuestro país, como integrante de “una de las familias más finas del mundo social”; haber promovido en 2015 el rodaje en la Ciudad de México de una película de James Bond, un hecho sin duda histórico; haber coproducido la película Amores perros, bastante buena por cierto; ser o haber sido novio de la periodista Jill Begovich, lo que se supo por una nota exclusiva de la revista Hola!, que descubrió a la pareja en la boda de Miguel Torruco y Chantal Torres, a la que asistieron “500 invitados llegados del mundo entero”.

Todo le cambió

Su vocación es la farándula. ¿Pagar impuestos? Se suponía que no iba a ocurrir nunca. Maldita 4T, a la que Miguel Alemán Magnani aceptó ayudar como integrante del Consejo Asesor Empresarial de AMLO, lo que le convenció de que iba a poder seguir disfrutando la dicha inicua de ser nieto de su abuelo, el gran corrupto, sin que jamás se le exigieran cuentas.

No entendió el nieto Alemán que la 4T es distinta. Algo que, ni hablar, sí han comprendido empresarios y políticos con grandes patrimonios indebidamente obtenidos que financian toda clase de proyectos mediáticos y políticos para que ya, de una vez, Andrés Manuel se jubile y vuelva la época de oro de la corrupción mexicana inaugurada por el abuelo del hoy prófugo que no debe tardar en ser arrestado acusado de fraude fiscal.