En pocas palabras, solo para los propósitos de este artículo, diré que traiciona a la patria quien atenta contra su soberanía. Es importante esta definición —los juristas podrán ampliarla todo lo que se necesite— porque de ese delito se está acusando a algunos políticos del pasado; se sabe ya que se ha buscado castigar, por ese motivo, a Luis Videgaray y a Enrique Peña Nieto. ¿Ellos son traidores? No lo sé. Deberá decidirlo el poder judicial.
Durante años se ha considerado a Antonio López de Santa Anna como el principal traidor a México. Me parece que sobran razones objetivas para calificarlo de esa manera.
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Pero recientemente se ha publicado un libro que busca exonerar a Santa Anna; fue difundido en 2018 en El Financiero; en el periódico de Manuel Arroyo que me enteré de la existencia de tal obra.
Will Fowler escribió Santa Anna: ¿héroe o villano?: la biografía que rompe el mito, en el que se presenta al personaje como alguien que no traicionó a México porque —argumento burocrático— no firmó los acuerdos o tratados que llevaron a nuestro país a ceder la mitad de su territorio a Estados Unidos.
Hoy el diario Reforma lanza una dura crítica, cargada de mala leche y aun de odio, contra la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller porque se atrevió a decir, en una cena —no en un encuentro académico— que Santa Anna entregó la mitad de México a EE. UU. ¿Qué argumentaron los editores de la columna Templo Mayor? Que Santa Anna no firmó el tratado Guadalupe Hidalgo. Por favor.
Evidentemente —cualquier persona mexicana más o menos enterada lo entiende—, con la referencia a Santa Anna en la cumbre de la CELAC Beatriz quiso reforzar la idea de que México es una nación que han dañado los traidores, que —no era necesario lo mencionara— siguen haciendo de las suyas. Era un mensaje político en un evento político.
Quizá a los editores de Reforma no les gustó el comentario por el gran debate que viene después de la consulta de revocación o ratificación del mandato de AMLO —y antes de que formalmente empiece el proceso de sucesión presidencial de 2024— ; tal debate será el de si la 4T debe ir, con todo el poder del Estado, contra quienes considere traidores a la patria.
Me parece que lo de menos serán las acusaciones de traición contra Videgaray y Peña Nieto. Creo que los grandes actos de traición recientes son otros: tienen que ver con privatizaciones tramposas, con guerras absurdas contra el narco después de haber entregado la secretaría de seguridad a colaboradores de los cárteles y, por supuesto, también se relacionan con enormes fraudes electorales —sobre todo los de 1988 y 2006—.
En ese sentido considero que verdaderamente podrían estar en problemas Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón Hinojosa. Los dos llegaron al poder mediante el fraude en las urnas de votación; el primero privatizó en forma irregular las más empresas del Estado, y el segundo se lanzó a la guerra contra las mafias poniendo al frente de la estrategia a Genaro García Luna, acusado en Estados Unidos de haber trabajado para el cártel de Sinaloa.
Este martes, en La Jornada, el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, publica un artículo sobre el dinero ilegal de García Luna, en el que explica detalles de la primera demanda civil en el extranjero en contra del exsecretario de Seguridad Pública en la administración de Calderón.
La idea con tal demanda es que México recupere recursos que son de toda nuestra sociedad, pero sin duda ello podría llevar a evidenciar las complicidades de García Luna con el esposo de Margarita Zavala.
Desde luego, si existe una posibilidad de investigar a Salinas está en su patrimonio y ritmo de vida, que difícilmente él podrá explicar solo con sus ingresos legales.
Tales acciones de traición a la patria fueron posibles no solo por el autoritarismo del pasado, sino también —y sobre todo— por la complicidad de muchos. ¿De ahí los insultos en Reforma a una historiadora que, en una cena —no en un seminario— dio un repaso breve de historia de México a extranjeros, historia de la que, tristemente, son protagonistas no solo héroes ejemplares, sino igualmente miserables traidores?