Es en serio, el Congreso decidiría

¿Quiere usted el caos? Yo tampoco…, pero don Leo Zuckermann por lo visto sí. Él mismo lo sugiere en su artículo de hoy en Excélsior:

“El próximo 21 de marzo de 2022, López Obrador volverá a medirse en las urnas. Presuntamente será la última vez en su larga carrera política”.

Habla el señor Zuckermann, por supuesto, de la famosa revocación del mandato.

“Entre diciembre de este año y febrero de 2022, el 3% del padrón electoral (alrededor de dos millones 805 mil personas) en 17 estados podría solicitar una elección para decidir si se queda o no el presidente hasta el final de su sexenio”.

“De llevarse a cabo, si participa el 40% del padrón en dichos comicios (aproximadamente 37 millones) y el 50% más uno vota a favor de la permanencia, AMLO se quedaría”.

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“De lo contrario, se removería al ejecutivo y el Congreso nombraría a un nuevo presidente para terminar el periodo de AMLO”.

¿Monreal presidente? ¡¡¡Qué espanto!!!

“El Congreso nombraría a un nuevo presidente para terminar el periodo de AMLO”. No ocurrirá —tanta mala suerte no tenemos los mexicanos—, pero la sola posibilidad teórica, por así llamarla, genera terror.

¿Quién domina el Congreso? El Senado, y por mucho, Ricardo Monreal, impresentable político zacatecano. ¿Y quién manda en la Cámara de Diputados? Me atrevo a pensar que Mario Delgado —es decir, su jefe Marcelo Ebrard—, ya que el dirigente de Morena manipuló la cosas para que políticos leales al ebrardismo lograran la mayoría de las candidaturas del partido de izquierda.

Resultaría de lo más sencillo un pacto —¿golpe de Estado?— en el que Monreal le propusiera a Ebrard: “Con López Obrador eliminado, déjame gobernar tres años, y después te apoyo para que seas tú, Marcelo, el candidato oficial”. La respuesta del canciller sería simple y sencillamente pragmática: “Muy bien Ricardo, pero en el entendido de que tú eliminas con investigaciones penales a la competencia interna en Morena y juntas un guardadito para mi campaña, ya que los recursos de Morena apenas alcanzarán para los primeros pagos a tantos columnistas que aumentarán sus tarifas por todas esas críticas sin sentido que les hizo Andrés Manuel; pelearse con la prensa, la encarece, pero lo bueno es que tú sí lo entiendes”.

El caos

El anterior acuerdo, que ven tan sencillo funcionarios más orientados a las ganancias políticas personales que a los principios ideológicos, sería el inicio de un enorme desorden, catastrófico para México.

Evidentemente Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard —este último a través de Mario Delgado— controlan el Congreso, pero lo cierto es que sobran legisladores y legisladoras de Morena que no aceptarían un arreglo que traicionaría la esencia de la 4T.

Porque Monreal y Ebrard —y Delgado—, si una ideología tienen es la del oportunismo: son izquierdistas, si conviene; neoliberales, si se ofrece; partidarios del anarquismo, cuando hacen berrinche; católicos, si tienen enfrente al arzobispo, y ateos, si dan conferencias en una facultad de filosofía. Son priistas, pues, de los tiempos salinistas, y se acomodan a lo que haga falta.

No puede haber la menor duda acerca de que la gente de izquierda que defiende principios no aceptaría que Monreal seleccionara al sucesor de AMLO. Y creo que lo mejor del panismo, tampoco.

Pero no necesitaría Monreal ni a la izquierda principista ni a los panistas con un sentido correcto de la ética. Le bastaría, como se ha dicho, con el apoyo de Ebrard y su grupo político, ya que con dinero obtendría el visto bueno del PT, el Verde y el PRI, partidos cuyos dirigentes se adaptan también a lo que más les beneficie.

Tristemente, en ese escenario el conflicto estaría garantizado y el desplome de la economía mexicana también.

¿Es lo que quiere la clase media de nuestro país?

Según Zuckermann tal escenario de catástrofe no se producirá. Es decir, aclara, AMLO ganará la consulta para la revocación de su mandato, pero…

El columnista de Excélsior —reconocido activista más que fanatizado de la oposición conservadora— , tal vez sin darse cuenta, siembra confusión, y esta igualmente es muy dañina.

Dice que Andrés Manuel ganará la mayoría de los estados en 2022, pero perderá en aquellos con mayor presencia de clases medias: Guanajuato, Aguascalientes, Chihuahua, Coahuila, Jalisco, Nuevo León, Querétaro y Yucatán.

“Si es así”, apunta Zuckermann, “el marcador sería de 24 a ocho a favor del presidente, frente al 31 a 1 de 2018. Un retroceso”.

Un retroceso que en sí mismo agrada al columnista Leo Zuckermann, pero que se convertiría en maravilloso para él —y para quienes son como él—, si Andrés Manuel también perdiera la revocación “en el Estado de México y, lo que sería la hecatombe para el presidente, en la Ciudad de México”.

Eso, perder la elección de la revocación de mandato en la capital del país, es lo que más desean los fanáticos antilopezobradoristas, y por lo tanto, como es el caso de Zuckermann, alientan a la gente de clase media a votar contra AMLO.

No se dan cuenta del problema en el que pueden meter a México. Para empezar, aunque parezca imposible, incrementan la posibilidad de tener que cambiar de presidente de la nación faltando dos años para el final del sexenio, lo que sería caótico. Pero, inclusive si eso no ocurriera, si solo se cumpliera el sueño de los enemigos de López Obrador —el de que la gente de ingresos medios lo rechazara en la consulta de revocación—, ello significaría una división en clases sociales que podría llevar a un estallido en 2024; en efecto, ya que radicalizaría y envalentonaría tanto a la derecha como a la izquierda.

La mejor decisión

Confío en la prudencia y en la sabiduría de la mayoría de las personas de clase media. No les gusta la 4T, es su derecho democrático: ya lo expresaron en las urnas en las elecciones de 2021. Y deberán expresar lo que deseen en los comicios presidenciales de 2024.

Pero en 2022, en el proceso de revocación, por elemental sentido común y patriotismo, deberán votar por la permanencia del presidente López Obrador, a quien se eligió para gobernar seis años.

No es mala la idea de una votación para la revocación del mandato presidencial, pero necesita profundos ajustes constitucionales, sobre todo el de garantizar un sustituto o una sustituta perfectamente identificables en caso de que la gente decidiera por la no permanencia del gobernante. Será trabajo del poder legislativo llegar a fórmulas que no enfrenten a nadie en México ni desaten las ambiciones de políticos mañosos, que sobran en todos los partidos.

Por lo pronto, no debemos escuchar a los promotores del caos, como el señor Zuckermann, a quien evidentemente no le importa México, sino que simple y sencillamente le gana la rabia y, por esa razón, lo único que desea es darle una lección al presidente López Obrador, solo porque a este le tiene sin cuidado los columnistas, por influyentes que se crean, por raros que sean sus apellidos o por vanidosos en extremo que hayan llegado a ser gracias a la pusilanimidad de anteriores presidentes,