Es una inmoralidad propia de gobiernos autoritarios espiar a los políticos de oposición y a los periodistas. No puede haber la menor duda de ello.

Tristemente no solo es una práctica a la que recurren los gobiernos: en las naciones con una pobre cultura democrática también son los grandes grupos empresariales los que espían, sobre todo a la prensa y sin que nadie les controle.

En tal sentido resuelta normal, al menos en México, que los funcionarios responsables de la seguridad del Estado abandonen la administración pública cuando están perfectamente calificados para el espionaje y vayan a prestar sus servicios, con salarios mayores, al sector privado.

¿Qué pretenden los gobiernos o las corporaciones al espiar periodistas? Encuentro tres motivaciones principales, pero podría haber otras: (i) conocer las investigaciones periodísticas antes de que se publiquen, de tal forma de intentar que no se difundan; (ii) saber, sin necesidad de presionar al reportero o al medio para que lo revelen, quién es su fuente de información, y (iii) chantajear al profesional del periodismo con datos sobre su vida privada para obligarlo a dejar en paz a determinados políticos o empresarios.

Hay un escándalo mundial a propósito de Pegasus, el software malicioso que infecta teléfonos celulares para grabar llamadas, activar micrófonos a distancia y sustraer fotos, correos y chats.

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Por lo que se ha sabido, México es el país que más ha recurrido a tal práctica. Conste, en el sexenio anterior, no en el actual.

Entre los políticos de oposición espiados en el gobierno de EPN la lista la encabezaba el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador; por lo tanto se espió también a su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, sus hijos mayores (Andrés Manuel, José Ramón y Gonzalo) y tres de sus hermanos (Pío, Pedro y Martín).

Conocemos los nombres de periodistas espiados: Carmen Aristegui, Epigmenio Ibarra, Rafael Rodríguez Castañeda, Brozo, Carlos Loret de Mola… y muchos más.

El señor Loret ha denunciado varias veces mensajes raros en su teléfono celular, lo que solo puede significar que se le espiaba.

No conocemos la información —las fotos, los videos— que los espías del gobierno de Peña Nieto obtuvieron el meterse al celular de Loret de Mola. Ojalá nunca nos enteremos de nada relacionado con sus actividades personales.

Sí sabemos de algunos videos de la familia del presidente AMLO que el espionaje del pasado sexenio obtuvo de manera ilegal: los de Pío y Martín López Obrador con David León, que el periodista Carlos Loret dio a conocer.

Era obvio desde que se publicaron que tales notas de Loret no eran producto de investigaciones periodísticas, sino de filtraciones de los espías del pasado gobierno. Para entenderlo no necesitábamos del escándalo de Pegasus difundido, sobre todo, por The Guardian.

Me pregunto si es ético difundir los hallazgos del espionaje, además disfrazados de periodismo de investigación.

Desde luego que no es ético hacerlo, pues se trata de información generada ilegalmente, cuya difusión por más que pueda parecer de interés público, en realidad es muy perjudicial para la sociedad ya que alienta la práctica del espionaje al volverla útil para algo o para alguien; en el caso de los videos de Pío y Martín, estos fueron útiles para quienes, por sentirse afectados en sus intereses, intentan minar el prestigio de AMLO para debilitarlo.

El presidente López Obrador sabe que hay más basura —contra él mismo y contra su familia— ya perfectamente arreglada para publicarse. Le espiaron todos los días durante el gobierno de Peña Nieto y, también, en el periodo de Calderón.

Desde luego, Andrés Manuel está suficientemente preparado para resistir tales ataques, así que no le harán daño ni en lo personal ni en lo referente a la gobernabilidad. Es inmune porque —meto las manos a la lumbre en este tema— puede haber lo que sea contra cualquier persona de su círculo íntimo, pero no contra él, un político que eligió la ruta larga de luchar contra el autoritarismo, en la que solo hay una manera de avanzar: jamás hacer nada indebido.

Pero el problema no ese, sino si los periodistas que han sido espiados deben seguir prestándose al más perverso de los juegos del poder y del dinero: difundir los sucios productos del espionaje.