Si entendí bien el artículo de Ricardo Raphael en Milenio —“La guerra que vamos perdiendo”—, este articulista pide mano dura contra las mafias cuando, como ha ocurrido recientemente en Reynosa, atacan a personas ajenas a sus actividades criminales.

El columnista se basa en una entrevista que hace tiempo hizo al fiscal italiano Gian Carlo Caselli, “quien procesó al líder de la Cosa Nostra, Salvatore Totò Riina”.

El colaborador de Milenio no tiene ninguna duda. Afirma que el mensaje del Estado debe ser contundente: “si sacas la cabeza de la coladera y atentas contra las y los civiles, la fuerza pública será implacable”.

Lo dijo a propósito de que el pasado sábado “un comando armado asesinó, presumiblemente al azar, a 14 personas en el municipio de Reynosa, Tamaulipas”.

Los sicarios “desde sus automóviles arremetieron contra el dependiente de una tienda de abarrotes, un adulto mayor, un taxista, un joven que vendía celulares, dos mujeres y un hombre pertenecientes a una misma familia, entre otras víctimas”.

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Pero, como dice El Norte, de Monterrey, el crimen organizado no mató a 14 personas en Reynosa, sino a 23 civiles inocentes.

Es verdad, como afirma Ricardo Raphael, un acto tan vil solo puede ser calificado como terrorismo, que “habría de merecer la respuesta más definitiva y contundente de la autoridad”.

Totalmente de acuerdo, el problema es el de determinar quién ordenó la masacre y por qué o para qué. En el Tamaulipas actual no pueden descartarse motivaciones políticas detrás de tan lamentables atentados. Las agencias de inteligencia del Estado mexicano deberán aclarar qué fue lo que pasó. Sin claridad acerca de quiénes son los culpables, el gobierno no puede responder ni con mano dura ni con mano suave.

El problema de fondo es el de si de verdad funcionan en México los aparatos de inteligencia. Porque la semana pasada la Guardia Nacional retiró de Tamaulipas a 5 mil de sus elementos, tal como informa la columna M.A. Kiavelo del citado diario regiomontano. Si se hizo eso, evidentemente nadie tenía la menor idea de que la mafia tenía planeado ejecutar una acción terrorista como la del sábado en Reynosa.

Es un hecho que funciona la inteligencia financiera —la UIF ha dado resultados, sin duda—, pero ¿quién se ocupa de investigar las otras actividades, las más lamentables, del crimen organizado?