Dice Jorge Zepeda Paterson en Milenio: “La creación de una sociedad offshore no es un delito, aun cuando, en efecto, puede luego convertirse en un paso en el proceso de cometerlo”.
Tiene toda la razón. Y, seguramente, no miente cuando señala una injusticia en la lista de quienes aparecen en Los papeles de Pandora: la señora Julia Abdala —compañera, en efecto, de Manuel Bartlett, director de la CFE—; ella aparece ahí, es verdad, pero no intentó cometer ningún ilícito.
Aclara Zepeda Paterson que Julia, como muchas otras personas que recurren a empresas domiciliadas en paraísos fiscales, lo hizo por facilitar un “trámite conveniente para una gestión empresarial en el extranjero sin propósito de dolo”.
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El columnista de Milenio conoce a la señora Abdala “por razones que no tienen que ver con la política, pero sí con el arte y la apreciación musical”.
Le consta a Jorge Zepeda que Julia Abdala es una mujer ejemplar que fundó —y es la mecenas de las mismas— “dos casas de asistencia para 150 niñas sin recursos”.
Nada de eso lo saben otros periodistas, a quienes Zepeda reprocha que a la mencionada mujer solo la traten “en calidad de compañera sentimental de Manuel Bartlett”.
Lo cierto es que Julia Abdala tiene dinero desde su nacimiento, ya que su padre “fue uno de los empresarios textileros más importantes del país”. Ella misma es empresaria “antes y después de conocer” al actual director de la CFE.
Así que quien tiene dinero en esa pareja, sostiene Zepeda Paterson, “es ella y no su eterno novio”.
Si lo que dice el articulista de Milenio es correcto, y no dudo que lo sea, a la señora Abdala se le menciona en los Pandora Papers por “una inversión de 10 mil dólares en una sociedad internacional offshore fundada para estar en condiciones de competir por una licitación comercial internacional en 2011, que finalmente no se consiguió, aunque la sociedad nunca fue finiquitada”.
Según Zepeda, la sociedad en la que participa Julia Abdala “en ningún sentido tuvo como finalidad evadir impuestos o lavar dinero, como se sugiere en la nota en la que se le menciona”.
No dudo que las cosas sean como las describe el columnista de Milenio. De hecho, tengo una buena opinión de la señora Abdala, con quien he conversado, en rápidos encuentros, un par de veces en mi vida.
Sin duda a Julia Abdala se le ataca por su compañero: Manuel Bartlett es uno de los políticos más conocidos y menos prestigiados de la 4T, como antes fue uno de los personajes más identificables y con peor fama del priismo.
Desconozco si Bartlett es tan siniestro como se le presenta en todas sus biografías, pero de que tiene esa imagen, la tiene.
Podrá ser injusto lo anterior, pero es una realidad. Jorge Zepeda estará de acuerdo en que los medios tienen derecho a investigar a los funcionarios, particularmente a los más desprestigiados, y también a sus relaciones personales más cercanas.
Manuel Bartlett debió haber declarado todo su patrimonio y el de su pareja Julia Abdala desde antes de iniciar su periodo como director de la CFE; no lo hizo y en el pecado lleva la penitencia.
Ello le habría ahorrado problemas a la señora Abdala, como el de su aparición en la lista de Los Papeles de Pandora o como el haber quedado tocada en la investigación periodística de sus propiedades inmobiliarias de hace más tiempo.
¿Que al no estar legalmente casados no tenía Bartlett por qué haber declarado ninguno de los bienes de Abdala? No lo sé, pero voy a suponer que tal obligación no existía.
Obligada o no, si lo hubiera hecho la pareja se habría ahorrado muchos problemas; entonces, que no se quejen hoy porque la prensa hace su trabajo.
A Bertrand Russell le preguntaron qué le iba a responder a Dios el día del juicio final cuando la justicia divina lo cuestionara por su ateísmo mientras vivió. Russell respondió: “Le diría: Oh, Señor, ¿por qué diste pruebas tan insuficientes acerca de tu existencia?”.
Creo que Bartlett y Abdala debieron aportar, desde hace años, las pruebas de la honestidad del origen de sus bienes inmuebles y financieros.
No hay vidas privadas en la política. Quienes se acercan al poder deberían entenderlo. Si Bartlett, por respeto a su compañera, no quería que se hicieran públicos los bienes que son solo de ella, producto además de un trabajo empresarial honrado, no debió aceptar el cargo que le ofreció el presidente López Obrador.
Pero pudo más el hambre de poder de Bartlett o su necesidad de rescatar a México de las garras del neoliberalismo —por cierto, el odiado sistema al que Julia Abdala recurrió para realizar trámites de negocios offshore—.
Alguien tan experimentado como Manuel Bartlett sabía que todo se iba a conocer acerca de su situación patrimonial, e igualmente los detalles de las de sus hijos y compañera de vida; debió, entonces, haberlas transparentado desde un inicio, así al menos no habría sido una sorpresa la aparición de Julia Abdala en Los Papeles de Pandora.