Perdonen la necedad, pero el caos tiene un origen, y no debemos ignorarlo en la búsqueda de salidas al laberinto.
Cito el artículo de ayer del columnista más talentoso —el más serio, el más objetivo— de El Universal, Javier Tejado Dondé:
Ayer miércoles, a las 21:44 hrs, se informó a funcionarios de primer nivel en Guerrero por WhatsApp que, de un automóvil estacionado afuera del restaurante-discoteca Baby’O se bajaron varias personas, golpearon al vigilante y se metieron con bidones de gasolina a vaciarlos en la parte interior del recinto, para luego prenderle fuego. Al mismo tiempo, el dueño del icónico establecimiento, Lalo Cesarman, escribía, también por mensajes de WhatsApp, a sus allegados: “Hecharon gasolina y lo prendieron” (sic).
Lo expresado por Tejado Dondé motivó que mi WhatsApp se llenara de mensajes de gente comprensiblemente alarmada por lo ocurrido: “Reta la mafia a AMLO”; “Los del Baby’O fue un ‘estate quieta en tono de amenaza, un nada se hace sin nosotros, del crimen organizado a la nueva gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado”; “México en llamas, esto nunca había pasado”.
Hay otras versiones, de personas cercanas a las investigaciones que ya iniciaron: que se trató de un autoatentado para cobrar un seguro o por alguna otra razón de negocios. A quienes buscan a los responsables les llama la atención que los propietarios de la discoteca no hayan levantado la denuncia de inmediato y se nieguen a entregar a las autoridades los videos. En entrevistas de radio, los dueños del Baby’O dijeron que no cuentan con seguro en caso de actos provocados por la delincuencia, pero el comportamiento de ellos es raro, por decir lo menos. Empresarios normales no dirían tan rápidamente que la póliza de seguros no les favorece, es decir, intentarían cobrar sí o sí independientemente de la causa del siniestro.
Lo que sea, ha sido un hecho terrible que, sin duda, daña a México por la relevancia de la discoteca entre las clases altas de nuestro país y aun del extranjero. Viene a ser, sin duda, el tiro de gracia a una importantísima marca turística, Acapulco, que ya estaba muy golpeada.
Atentado o maña empresarial, no murió nadie en el Baby’O, afortunadamente. La delincuencia destruyó la discoteca más icónica de Acapulco y, sin duda, de todo México, lo que es muy lamentable, pero, dadas las circunstancias, es una buena noticia que no se hayan perdido vidas.
¿Reta la mafia a AMLO? La palabra sería, más bien, provoca. El crimen organizado pretende que el presidente cambie su estrategia, que tardará en dar resultados, pero confío en que los dará: la de no insistir en combatir a sangre y fuego a los grupos criminales, ya que eso es, precisamente, lo que más conviene —porque es lo que más multiplica, reproduce— a la delincuencia organizada.
Tal como recibió el país, lo único sensato que podía hacer el presidente López Obrador era diseñar una estrategia doble: primero, de contención de una bola de nieve que nació en 2006, que ha crecido excesivamente y que, desde hace tiempo, todo lo arrasa; después, de creación de condiciones que alejan a la gente de las mafias, sí, con apoyos de todo tipo desde el gobierno, como los programas de becas y de empleo para los jóvenes.
¿Que hay más muertos ahora que cuando Felipe Calderón decidió iniciar su estúpida guerra contra el narco? Lógicamente así es por una especie de dañino efecto bola de nieve. Pero los actos de verdadero terrorismo contra la gente común y corriente, que marcaron a aquel gobierno surgido del fraude electoral, ya no se han presentado.
Las palabras casino y discoteca, en alguno de sus significados, son sinónimos. Según el Diccionario de la lengua española el primero es un “local destinado a la práctica de juegos de azar, donde en ocasiones también se ofrecen espectáculos, conciertos, bailes u otras diversiones”. La discoteca puede ser definida como “local público donde sirven bebidas y se baila al son de música de discos”.
En 2011, el 25 de agosto, cuando ya no había duda de que México había perdido la guerra de Calderón, ocurrió en Monterrey la masacre del casino Royale: los terroristas incendiaron este negocio, lo que causó la muerte de 52 personas.
En ese momento, ya era imparable la bola de nieve que inició con una decisión absurda: la de combatir con toda la potencia de las fuerzas armadas al crimen organizado.
Costará trabajo pacificar a México, pero solo se logrará con menos combates en las calles y con más desarrollo social. Es la estrategia de AMLO, quien recibió una nación casi en ruinas como consecuencia de tanta violencia.
No veo otra opción para buscar superar la terrible situación. Si alguien tiene una mejor idea, que la dé a conocer para discutirla, pero creo que no hay de otra, que debemos ser tercos en no abandonar la actual estrategia: por un lado, rechazar los enfrentamientos que benefician a las mafias y no a las fuerzas armadas del Estado mexicano, y por otra parte, apoyar —y apoyar y apoya y apoyar— a las personas pobres, ya que es la miseria económica la que lleva a los moralmente miserables a encontrar sicarios sumamente baratos entre la juventud marginada.