La gran paradoja de México: mujeres se disputan la Presidencia y las gubernaturas mientras algunas, apenas y pueden contener el miedo, la rabia y el dolor que provoca existir en un país en que cada día, una atrocidad supera la última conocida del día anterior.
Karina Domínguez Rubio era una activista por los derechos de las mujeres que solía participar en organizaciones colectivas, asociaciones civiles y movimientos contra la violencia creciente que sigue arrebatando mujeres en Ciudad Juárez, así como en todo México.
El primer reporte fue por su desaparición el día 16 de noviembre. Con apenas 38 años y un montón de sueños que se quedaron varados, Karina maternaba a un varón de 19 años y una menor de 10 años, quienes ahora se suman a la cifra de huérfanos por feminicidio. Desde su maternidad autónoma tras la muerte de su pareja por cáncer, Karina reparaba la autoestima de mujeres que se acercaban a ella buscando tratamientos estéticos. Era micro empresaria.
La esperanza se apagó desde el miércoles 29 de noviembre, cuando se realizó un cateo bajo la orientación que daba la última geolocalización de su dispositivo móvil en un deshuesadero ubicado dentro de un inmueble entre las calles Cangrejo, Raya y la calle Erizo de Mar, de la colonia Puerto Anapra. Vaya dolorosa referencia para ser el lugar en donde su cuerpo había sido mal enterrado en una fosa de donde fue exhumada, como si las calles cobraran vida propia con la ironía de calles con nombres marinos y la potencia asesina en la naturaleza humana, sin fondo salado, con esa oscuridad aterradora que ofrecen las Fiscalías y juzgadores incapaces de brindar certezas, que, en la metáfora, cumplen siendo la peor de las tormentas para hacernos sentir talasofobia.
En la madrugada, Carlos Jaime Rodríguez, Juzgador de Control, autorizó aquellas órdenes de cateo que permitieron romper cerraduras para que un agente ministerial junto con policía de investigación ingresase al inmueble que estilan llamar en el norte “yonke”. En los estados del norte, suelen decirle “yonque” a predios o inmuebles en los que se comercializan auto-partes de vehículos, a menudo, chocados o usados. Deshuesaderos o refaccionarias de reutilización en los que terminan los autos chocados o inclusive, robados.
Karina estaba ahí. Su vida había sido arrebatada, según los peritajes, por un traumatismo craneoencefálico provocado por un balazo. Su cuerpo estaba enterrado en el patio de aquel domicilio donde a un costado de los esqueletos de coches, había una fosa clandestina. Sin detenidos. A unas calles, entre la calle de Ostras y la de Cangrejo, estaba su coche: un Hyundai i10 Sedan, desarmado. Como si lo hubieran intentado desaparecer por partes y sacarle hasta el último provecho.
Juárez fue el primer lugar por el que México recibió una condena internacional debido a la sistemática desaparición, tortura y feminicidios de mujeres. En la sentencia por “Campo Algodonero VS México”, a las muertas de Juárez les reconocieron dos grandes asesinos: la falta de protocolos para atender desapariciones y realizar búsquedas inmediatas que permitan la ubicación con vida de las mujeres; la impunidad en serie de un Estado indolente que siempre les encontrará a las mujeres una razón justa para morir. La hora, la zona, el deshuesadero, el activismo, la vida persona, lo que sea.
Hoy estamos de nuevo en ese lugar al que tantos años volvemos y no solo sigue igual, sino que empeora y se extiende. Trece días duró Karina Rubio desaparecida. Su voz y su lugar deja un vacío en la organización Renace y Vive Mujer. Fue asesinada, fue feminicidio y las imágenes que se han difundido captadas por Blanca Carmona del diario La Verdad de Juárez, donde se retrata el “Yonke” donde se encontró el cuerpo de Karina son escalofriantes. Cuerpos de mujeres entre cascajo de metal, tierra, aceite, mangueras, motores grises y llantas viejas. Como si la vida fuera un trozo de basura que se arrebata como si nada. Ni las caravanas de búsqueda ni los esfuerzos de la Fiscalía Especializada de la Mujer (FEM) fueron suficientes. Juárez, así como hace 15 años, sigue siendo un cementerio de mujeres.