Estamos viviendo una época de terror.
En días pasados, supimos que seis mujeres fueron asesinadas en Guanajuato y una adolescente mató a su compañera de clases en el Estado de México.
Solo leer estas noticias llena de ira a cualquiera y por la gravedad de las mismas han dado la vuelta al mundo.
En el caso de las mujeres asesinadas en Guanajuato los detalles de lo ocurrido erizan la piel a cualquiera.
Las víctimas fueron llevadas a una fiesta como damas de compañía (escorts) para reunirse con unos varones en una fiesta pero desaparecieron en el camino, al ser interceptadas por el crimen organizado, cuyos integrantes se deshicieron de ellas, las asesinaron, las calcinaron y las llevaron a una fosa clandestina ubicada a 17 kilómetros del lugar.
Según se conoce la zona donde se cometió el feminicidio múltiple está tomada por narcotraficantes desde hace años y se viven constantes y sangrientas peleas entre ellos. En este caso las víctimas fueron ultimadas solo por ir a realizar su trabajo.
Al momento se desconocen más detalles, pues las autoridades tanto estatales como federales han guardado sigilo.
Otro homicidio que cimbró a la sociedad mexicana y más allá de las fronteras fue el de Norma Lizbeth, estudiante de 14 años que tras ser víctima de bullying por sus compañeras de clase, es asesinada por una de ellas, quien la citó a las afueras de la secundaria donde ambas estudiaban para “aventarse el tiro”, como dicen los muchachos de hoy.
El video que se viralizó en redes sociales muestra la saña con que Zahara “N” golpea a la adolescente provocándole lesiones que le costaron la vida semanas después.
No tengo memoria de haber visto un crimen así. El país entero se cimbró al ver el video y condenó terriblemente lo ocurrido, tanto el asesinato como por los compañeros y compañeras que la azuzaban a que siguiera y que le pegara en la cara, en la cabeza y en todo el cuerpo.
Lo más grave: se reían, como si el sangriento espectáculo fuera una broma.
Que una o varias mujeres sean atacadas de esta forma y pierdan la vida a manos de criminales se está convirtiendo en un problema de dimensiones tan grandes que ya nos coloca ante los ojos del mundo como un país feminicida, donde se muere prematuramente y de forma violenta por omisión e indolencia de las autoridades de todos los niveles de gobierno y en el caso de Norma Lizbeth, de las autoridades educativas, pues la directora del plantel fue advertida por la víctima del acoso que vivía y no se tomó ninguna medida para evitarlo.
El año pasado en México se cometieron 968 feminicidios y la mayoría de ellos han ocurrido pese a que las víctimas solicitaron ayuda al verse en peligro, lo que nos habla, insisto, de omisión o de indolencia por parte de aquellos que están encargados de proteger nuestra vida.
A ello sumemos que hemos normalizado la violencia.
El pasado sábado, tras el mitin presidencial con motivo del 85 aniversario de la Expropiación Petrolera, tuvimos un espectáculo atroz: un grupo de asistentes a la plancha del Zócalo capitalino quemó una imagen de la ministra Norma Piña antes los aplausos y risas de un grupo de personas.
De nuevo en las redes el shock.
Y aunque el presidente López Obrador no incitó a nadie a cometer semejante barbaridad, se le culpó de lo que hicieron sus simpatizantes.
Quiero entender que quienes quemaron la imagen de la ministra lo hicieron no contra ella, sino contra la institución que representa, pero de cualquier forma el tema no es menor.
En nuestro país se deben respetar las leyes, los jueces y en este caso, a la ministra presidenta.
Quemar su foto y encima festejarlo lleva un mensaje terrible que --ojalá me equivoque-- puede hacer que una mente desquiciada y llena de ira quiera llevar a cabo y atentar contra la integridad de la maestra Piña.
El presidente, hombre sensato como es, debe reprobar los hechos en alguno de sus discursos mañaneros y esto calmará los ánimos de sus seguidores. Por lo pronto, quien sí se pronunció --- sin decir nombres -- fue su esposa, la señora Beatriz Gutiérrez Müller, quien en su cuenta de Twitter escribió:
El tono pacificador y amable de la doctora Beatriz debe llamar a la cordura, pues duele en verdad lo que pasa en nuestro país.
Defender los ideales (como en el caso de los seguidores de Andrés Manuel) no está peleado con la cordura, al contrario, se debe priorizar ésta para avanzar.
Nos urge más solidaridad y empatía entre todos los que amamos a esta tierra y esto debe ir más allá de nuestras creencias, de nuestras afinidades, de nuestros gustos.
Sobre todo, nos urge un ingrediente más: la sensibilidad, que creo se pierde cada día más pues llegamos a ser cómplices del horror y la barbarie como en el caso de los adolescentes que celebraron el brutal ataque a Norma Lizbeth.
No nos perdamos como sociedad. Estamos muy a tiempo.