Cuatro eventos recientes en diversos lugares anticipan que la ola global del populismo está llegando a su límite. Italia, Brasil, EU y México. Al populismo lo están matando los ciudadanos con sus votos o con el ejercicio de las libertades. El blindaje y la inmunidad del populismo derivan del ascendiente de la población. Su seducción es la promesa fácil y la respuesta simple a los problemas complejos, como la desigualdad, la incertidumbre y la violencia. Ya en el poder, la historia del populismo es diferente; el sueño se vuelve pesadilla y en los resultados la medicina resulta peor que la enfermedad.
La derecha radical nacionalista ganó la mayoría en Italia bajo el liderazgo de Giorgia Meloni. Los lazos de algunos en su coalición con el fascismo, los vínculos de Berlusconi con Putin y la propuesta xenófoba anticipaba un giro sumamente preocupante. Más que pronto, Meloni disipó dudas, no habría populismo sino responsabilidad y reiteró su pertenencia a la Unión Europea. Después, ratificó al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, su pleno apoyo a Ucrania por la invasión rusa y a la alianza atlántica.
En Brasil, el populismo fue derrotado en las urnas. Fue una difícil batalla con un resultado cerrado. Los movimientos populistas requieren de un líder indisputado. Que pierda elecciones, como sucedió con Trump, no significa el fin del proyecto, pero sí es un golpe importante ya que la infalibilidad del líder es argumento y condición de ser; descalabro cuando se expone a la prueba de las urnas, por eso el populista niega un resultado electoral adverso. Nota para destacar que la decisión primera del candidato izquierdista, Lula da Silva haya sido la desmilitarización de su gobierno. Lula fue y es de izquierda, distante de las pulsiones autoritarias del populismo.
El gran perdedor de las elecciones intermedias norteamericanas ha sido Donald Trump. Es tradición que los presidentes norteamericanos vean mermada su presencia legislativa en la elección intermedia. Así se esperaba con los demócratas. Más aún, la inflación y la baja aceptación del presidente Joe Biden anticipaban una marea roja dominada por los candidatos que creen que Trump fue despojado del triunfo en la elección presidencial pasada. En perspectiva, el resultado fue muy positivo para los demócratas, retienen el Senado, ganan Estados y perderían por una diferencia mínima la Cámara de Representantes. El resultado no es mérito del presidente o de los candidatos de su partido, se asocia al miedo al radicalismo populista, el mismo que sirvió para llevar a Trump a la presidencia. Ahora, Biden se ve alentado a buscar la reelección y los republicanos entienden que el expresidente no sería un buen candidato.
En México, la marcha en repudio a la iniciativa de reforma constitucional en materia político electoral es un punto de quiebre y confirma la voz de rechazo a las urnas que recibió Morena en las zonas urbanas en 2021. La magnitud de la protesta, el vínculo con la causa y el alto aprecio de la mayoría al INE significan la mayor derrota sufrida por el presidente López Obrador, resultado que se da en su propia arena, en las calles y es, sin duda, un primer paso en el rechazo al golpismo contra la institucionalidad democrática.
Si para el PRI significaba un suicidio apoyar a López Obrador en su embate contra la representación de la pluralidad, del INE y del Tribunal, así como en contra del federalismo y el municipalismo, ahora con la muestra pública de la magnitud del rechazo vuelve imposible que se repita la historia en la que los legisladores tricolores rompieron con el bloque de contención para aprobar la militarización de la seguridad pública. No hay espacio para el acuerdo, más cuando el presidente dejó en claro que la propuesta es innegociable.
El populismo es la amenaza más perniciosa para el sistema de representación democrática. Es una ola global. Algunos de estos movimientos, especialmente en países con instituciones frágiles y precaria cultura democrática en sus ciudadanos, han derivado en dictaduras. En otros, representan una larga y dura noche de embate a las libertades y al gobierno representativo, un paréntesis transitorio. Más temprano que tarde son derrotados por un despertar ciudadano que hace del sufragio su instrumento y de las libertades su razón de existencia.