Andrés Manuel López Obrador placea a Claudia Sheinbaum Pardo aprovechando la personalidad jurídica de presidenta electa que ya le otorgaron las instancias oficiales para formalizar su investidura como tal, toda vez que aunque habiéndose presentado tibios recursos de impugnación en relación con la polémica elección efectuada el pasado domingo 2 de junio en cuanto a lo inherente a presidencia de la república, estos fueron ya desechados por los tribunales electorales competentes.

Pero el hecho que, no obstante lo turbio, ya no existan recursos qué resolver en relación a la elección presidencial, no impone ‘per se’ la condición en cuanto a que pueda y deba encabezar en conjunto con el aún presidente en funciones, diversos eventos mucho muy formales y por demás simbólicos, y que en ese sentido sí está establecido en protocolos oficiales deban ser encabezados por el presidente de la república, sin que haya una base legal clara que determine la factibilidad al aún jefe de Estado en cuanto a que pueda sin menor recato hacerse acompañar por la presidenta ‘in pectore’.

Y así fue como en el solemne desfile militar que se efectúa rigurosamente los días 16 de septiembre de cada año en conmemoración de la gesta de independencia, en esta ocasión López Obrador se hizo acompañar para encabezarlo, de la presidenta electa Claudia Sheinbaum.

El día previo, 15 de septiembre, antes de la realización de la legalmente tradicional ceremonia del Grito de Independencia, el presidente firmó también en compañía estelar de la presidenta electa, el decreto que le envió el Congreso de la Unión relativo a la aprobación de las reformas a la Constitución, ese que habiéndose aprobado de forma suigéneris y poco clara en cuanto a las formas usadas por el régimen para obtener los votos correspondientes necesarios para salir avante en el Senado con mayoría calificada, ya también se aprobó oportunamente en más de 17 congresos estatales, a una extrema velocidad.

Sin embargo, la firma del consabido decreto, que es específicamente la promulgación del mismo para que sea publicado como se hizo de ipso facto en el Diario Oficial de la Federación, es también un acto solemne, atribuido legalmente solo al titular del poder ejecutivo federal, es decir al presidente de la república, de ahí que no esté dentro del marco legal que dicha promulgación pueda hacerse por el mandatario y su potencial sucesora.

Las columnas más leídas de hoy

Pero más allá de la polémica en cuanto a si es ilegal o no, al no existir una prohibición legal pero tampoco la permisibilidad crasa al respecto de a qué actos puede o no el presidente en funciones concitar a la electa, que obviamente aún no asume el encargo, está el tema de la forma, que en política es fondo, y que en este caso es el estilo de la casa su quebranto, siempre yendo contra las solemnidades protocolarias, sean legales o tradicionales en nuestro sistema político.

Y es que, narcisista como es él, resulta muy claro que a López Obrador le fascina romper formas, cambiar esquemas y dejar huella así sea con estertores y caprichos de actuación.

Pero en el fondo no es que AMLO, como también se le dice popularmente, quiera fortalecer a su inminente sucesora, sino al revés, lo que busca es dejar claro quién la impulsó e impuso, en medio de un monumental esquema de manipulación y perverso control electoral basado en muchos vergonzantes mecanismos, entre ellos el uso por demás corrupto de los recursos públicos y de la forma perniciosa de utilizar atribuciones y facultades legales y meta legales, usando con profusión también para ello la fuerza del Estado federal mexicano a través de sus áreas de persecución e intimidación fiscal, financiera, de investigación y acción en relación a asuntos potencialmente susceptibles de judicializar y algunas otras formas más de opresión y amenaza.

La imagen de López Obrador firmando el nefasto decreto de reforma constitucional en materia del poder judicial, cuya aprobación se obtuvo de forma desaseada, acompañado de Sheinbaum, clamando como acto histórico, es deleznable, pasando a la historia, eso sí, pero de la manera más negativa y por demás reprochable tras que a base de mañas y violentando toda norma al respecto se arrogó una extrema sobrerrepresentación parlamentaria en la Cámara de Diputados y con ella se aprobó desparpajadamente su capricho para apoderarse del poder judicial, negándole incluso a los legisladores su derecho al debate en relación a las reservas que debieron discutirse y en su caso aprobarse o despacharse mediante los mecanismos adecuados de la práctica parlamentaria, lo que resulta por demás inédito, además de la manera estulta como consiguió turbiamente obtener los votos que le hacían falta en cuanto al Senado de la República para que como cámara revisora refrendase la aprobación de la de origen, eso queda también para el libro más deleznable de hechos históricos negativos en la vida institucional de México.

Pero la escena que quedará en la memoria histórica de ese acto, es a una Claudia Sheinbaum asintiendo con la cabeza cada palabra de su tlatoani, a quien aplaude efusivamente con una gran sonrisa, que quizá se le habrá de borrar cuando se dé cuenta lo que realmente significa ese decreto y los dolores de cabeza y graves problemas que traerá a su gobierno.

Así que, flaco favor el que le hace López Obrador a su hija predilecta, a quien le entregará una bomba de tiempo en las manos y todavía se hace acompañar de ella para que sea testigo de ello.

López Obrador pretende dejar claro que es él quien transformó al país y por eso se empecina en vitorear su transformación de cuarta o mejor dicho, la deformación del país.

X: @salvadorcosio1 | Correo: Opinión.salcosga23@gmail.com