I. La Onda
José Agustín siempre ha rechazado la “categorización” que Margo Glantz realizara de la generación de escritores a la que, al menos en términos temporales, pertenece. Literatura de “la Onda” es una invención de esta crítica literaria planteada en Onda y escritura: jóvenes de 20 a 33; invención con fortuna pública, pues se ha mantenido pese a la negación de los incluidos en ella y a su falta de profundidad acaso por la cercanía temporal de su estudio respecto al nacimiento del objeto de su observación. Pero el propio José Agustín tiene cierta responsabilidad en esa denominación crítica. No sólo por ser el autor más exitoso, leído y celebrado de la generación, también por el empleo en su obra temprana –más allá de otros coloquialismos- de esa palabra y expresión de múltiples significados: el ambiente, la cosa, el saludo, el plan, la consternación; y claro, también se trata de un uso de la época que continúa vigente en las calles de México. Así, por ejemplo, en “Cuál es la onda”, cuento incluido en Inventando que sueño, de 1969; o en La nueva música clásica, de 1968, donde el autor titula dos secciones como “La onda” y “Otra onda en la onda”; y el lenguaje “ondero” impera en De perfil, de 1966. Este uso del lenguaje sin duda también señaló al breve pero influyente trabajo de Glantz, que es de 1971.
Ya para entonces, José Agustín había publicado La tumba y De perfil (1964 y 1966); Gustavo Sainz, Gazapo (1965); Parménides García Saldaña, Pasto verde (1968), y René Avilés Fabila, Los juegos (1967). Y la mayoría de ellos pasaba por los talleres literarios de Juan José Arreola o Juan Rulfo. Son los años del surgimiento editorial de la generación.
II. Fotografía
Aunque la había visto pasar fugazmente en algún reportaje sobre José Agustín, apenas hace dos años encontré la fotografía en blanco y negro, más bien sepia. Una linda imagen de un tiempo, de una generación. Seis personas; dos mujeres y cuatro hombres posando, incluso el fotógrafo, que programa la cámara y corre a colocarse en pose teatral como el primero de la toma de izquierda a derecha: Ricardo Vinós.
En esa composición pedregosa o entre ruinas, a Vinós le siguen José Agustín, una chica de cabello corto y jeans que oculta el rostro al lente, Margarita Bermúdez (esposa de Agustín), Gabriel Careaga, Gustavo Sainz y su primera esposa, “Rosita”. Para completar el cuadro, pudieron haber estado presentes René Avilés Fabila y Parménides García Saldaña. El año está indefinido, finales de los sesenta.
En cuanto vi la foto me movió escribir algo alusivo, porque recién había escrito, en enero de 2022, sobre otra fotografía en torno al sociólogo Gabriel Careaga. He escrito también dos textos sobre Avilés Fabila, desafortunadamente no los encuentro ya en el internet. Y un recuerdo sobre Sainz también; conocí a ambos por intermediación de Careaga, quien en cierta manera se pensaba a sí como el sociólogo, el ensayista de la generación. No he tenido la fortuna de conocer personalmente a José Agustín, pero al leer su obra me resulta familiar, cercano. Así que he tomado la fotografía y la ocasión liminar (“mi trabajo aquí se va terminando”) para escribir sobre él y su obra en una primera aproximación.
III. La No Onda
Aunque en innumerables ocasiones José Agustín rechazó y negó a Glantz y su invención (lo mismo que Avilés y Sainz), es en una entrevista de 2014 –bajo la sombra de un árbol de “mango machete o espada” (por su forma; se parece también al “mango pájaro”, de Tabasco) en su casa de Cuautla, Morelos-, que concedió a Silvia Lemus (esposa de Carlos Fuentes), donde es más claro y enfático. Entonces, he transcrito el fragmento donde trata el asunto Glantz/Onda, porque se encuentra ahí, al tiempo que la crítica del autor, la guía para desfazer el entuerto:
Silvia Lemus: Eras muy hablantín de joven. Tenías todo el coloquialismo del momento.
José Agustín: Sí.
SL: ¿De “la Onda”?
JA: Pues así le puso Margo Glantz después. Pero yo no soy responsable. Realmente una minimización de lo que era la idea de esa literatura, que la reducía a fórmulas muy sencillas… Entonces Margo Glantz empezó a salir con la onda, precisamente, de que yo escribía sobre “la Onda” y que mi lenguaje era coloquial, y que estaba mezclado con muchos intelectualismos.
SL: Tú has rechazado, nunca has aceptado esta idea que lanzó Margo Glantz sobre la corriente literaria de “la Onda” que fue la que tú se supone has iniciado como líder. Y has dicho que la rechazas y que, si realmente se quisiera reconocer como una corriente literaria, había que replantearla, ¿a qué te refieres?
JA: A hacer lo que no hizo Margo. Ella dio unas señales de lo que supuestamente es “la Onda”, que ella solamente las entendía. Y luego se prestó para esquematizaciones y facilismos inmediatamente. Porque ya después todo el que oía hablar de literatura de “la Onda” decía, “a ver, aquí va a haber muchos cigarros de mota, mucho alcohol”. Esperaban una cosa que realmente la novela, en cierta forma lo tiene, pero no se especializa en eso ni mucho menos.
SL: Había un reduccionismo, y tú lo has llamado también folclorismo que quedó en Margo Glantz pero en nadie más, no trascendió más allá.
JA: Bueno, en algunas gentes, sobre todo de Estados Unidos les pareció como atractiva la idea de que tuviera un nombre el movimiento y empezaron a utilizar “la Onda”… Fue un término que les gustó y se quedó.
SL: Y se quedó para la historia.
JA: Sí pues, increíble. Yo protesté mucho… porque Margo Glantz agarraba en grupo. Entonces decía “todos estos son los de la Onda y estos son los de la escritura”.
SL: O sea que sí podría replantearse.
JA: Sí, claro. Y además, yo creo que haría falta porque ha demostrado que es algo que está muy vigente a lo largo de 50 años o más, ¿no? Entonces, realmente, sí debería de replantearse todo esto. Pero ella ya no lo va a hacer.
SL: ¿Quién lo podría hacer?
JA: ¡Pues yo tampoco, ja, ja, ja…! No sé. Alguien que le interese todo eso. Hay varias tesis ya escritas sobre todo eso; y algunas son muy buenas.
SL: La historia te tiene como el líder de la literatura de “la Onda”.
JA: ¡Ay, no, por el amor de dios!
SL: De la corriente de “La onda” o nada.
JA: ¡No, ni mais paloma, ja, ja, ja…!
SL: “¡Ni mais, paloma!”, ¡ja, ja, ja…!
IV. ¿Y quién hará el trabajo y desde qué consideración?
Entonces, ¿qué hacer para replantear la clasificación de Margo Glantz, reestudiar la generación de los escritores jóvenes que empezaron a publicar a mediados de los sesenta y recategorizarlos si es que se les ha de reconocer como una corriente literaria específica? Una corriente que incluye a José Agustín, Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña, René Avilés Fabila y probablemente algunos otros autores.
Dando por buena la crítica de Agustín, que lo de Glantz fue una osadía de 2 o 3 páginas, superficial, reduccionista, una formula facilista, una esquematización arbitraria, un casi desprecio por la expresión escritural de los jóvenes que no llegaban a los 30 años cuando ella publicó su texto (“muchas gracias, Rambo Glantz”, le ha agradecido Agustín), una descalificación tácita al escindirlos de autores que les precedían pues no hallaba vínculos estéticos ni artísticos entre ambas generaciones (la anterior incluía, por supuesto a Paz, Revueltas, Arreola, Rulfo, Fuentes, Castellanos, Carballido, Garro, Pitol…), si se valora esa crítica, tendría que realizarse una revalorización. Por ejemplo, la investigadora Alba Lara de Alengrin ha avanzado en el tema, y en “La narrativa de José Agustín o la tiranía de una etiqueta” (1999), ha hecho el registro de algunas propuestas alternas: “narrativa joven (Xorge del Campo y Vicente Leñero), nueva sensibilidad (José Luis Martínez), juvenilismo (John S. Brushwood), generación del cuarenta (Mempo Giardinelli), iconoclastas (Francisco Prieto)”. En mi caso, prefiero el nombre literatura contracultural, de Inke Gunia, citada también por Alengrin; aunque añadiría literatura contracultural en la posmodernidad literaria de México. Ahora bien, no basta el nombre, lo sustancial es el contenido.
Aquí algunas posibilidades/sugerencias a partir del caso José Agustín para ahondar en la problemática de la generación.
1. Profundizar en su obra total, en su diversidad, no sólo en la revisada por Glantz hasta 1970.
2. Encontrar la riqueza del lenguaje, que no sólo es coloquial, en las propuestas y complejidades gramaticales del autor; en la riqueza de las intenciones verbales muchas veces logradas.
3. Conocer a fondo la biografía de Agustín que es fundamental para la construcción del escritor y del personaje de celebridad indudable: la generosidad del padre en cuanto a su formación, en cuanto a los materiales que le hizo asequibles desde temprana edad; libros, discos, películas…
4. Y en esa biografía, identificar las obras y las influencias del lector precoz, avezado, devorador; la presencia determinante de Juan José Arreola; explorar y descifrar su concepto y práctica contracultural y posmoderna.
5. La capacidad de síntesis artística y cultural a partir de los libros, la pintura, el cine, la música clásica, el rock y la conciencia política (la amistad con José Revueltas) que su biografía temprana le hizo posible; síntesis característica de la mayoría de los buenos escritores.
Aproximarse a José Agustín y a cada uno de los integrantes del grupo hasta hoy mal nombrados desde la complejidad señalada en los cinco puntos, será esencial para revisar, replantear y renombrar. Como en el Cratilo, de Platón, tal vez el nombre (“Onda”) no esté nombrando la cosa en verdad, su esencia; que su nombre, su denominación auténtica corresponda a una naturaleza distinta antes que al mero coloquialismo y la condición urbana de clase media de los nombrados por un nomotetes forjador de denominaciones/palabras (Glantz).
Y para saber si lo denominado por el nomotetes está formulado de una manera errada o correcta será necesaria, como plantea Sócrates por mediación de Platón, la intervención de la persona dialéctica que lo analice, supervise, juzgue y enjuicie. “La tarea del nomotetes, al parecer, es hacer la denominación, con un hombre dialéctico como supervisor, si va a establecer las denominaciones correctamente”; observa el hombre de Jantipa.
Esta es la respuesta sobre la posibilidad de replantear el asunto: el auxilio del supervisor dialéctico del nomotetes. “¡Ay, no ma… nomoqué mamatesta mamatetas… nomames/másbien!”, podría argumentarme cualquier malicioso personaje de José Agustín.
Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo