Quienes nos encontramos viviendo en esta época, debemos reconocernos como testigos y protagonistas de las revoluciones más grandes y trascendentes. No lo digo únicamente en el contexto mexicano de la Cuarta Transformación, sino en los debates y guerras activas que en el mundo se mantienen. Particularmente, el debate sobre los derechos de las mujeres que ha permitido desarrollar cuatro olas de feminismo, en cuyo estandarte se ha tenido por décadas, kilómetros y diversos países y culturas el de acceder a la interrupción legal del embarazo como un derecho irrevocable para todas, lo que implica que, por definición, deba ser gratuito y parte de los servicios de salud pública.
Desde sus raíces revolucionarias en 1789, Francia ha tenido un papel clave en la era que hoy vivimos al marco de la defensa y promoción de los derechos humanos a nivel internacional.
Sin temor a equivocarme, me atrevería a decir que la era de los tratados internacionales, la Corte Interamericana y la Comisión Interamericana, las declaraciones sobre derechos de varias generaciones, el razonamiento acerca de los elementos básicos que un Estado y Gobierno debe proteger, respetar, reconocer y promover tuvo como origen ese histórico día de agosto, cuando la Asamblea Nacional Constituyente francesa proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, estableciendo un hito en la historia de los derechos fundamentales. Este documento, imbuido con los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, resonó más allá de las fronteras de Francia, inspirando movimientos por la justicia y la dignidad humana en todo el mundo.
Aunque en aquel momento de la evolución de los seres humanos, la conciencia para nombrar a las mujeres era limitada al haber sido desarrollada por hombres y para hombres que eran los únicos que podían acceder a la vida política, Francia fue cuna del constitucionalismo moderno tras la abolición de una monarquía absoluta que a su vez, fue la base para el establecimiento de la primera República Francesa, enarbolando el sistema democrático liberal y humanista que serviría de ejemplo para las naciones. Si bien, en Inglaterra, la Commonwealth, tuvo una Constitución escrita y rígida que más adelante fue tomada por colonias norteamericanas y Francia, fue en este último espacio donde la Revolución Francesa originó el combate a las leyes injustas y opresoras, planteando derechos inalienables que hoy se han desarrollado como derechos fundamentales.
A lo largo de los años, Francia ha continuado su compromiso con los derechos humanos, reconociendo y defendiendo los principios universales de libertad y autodeterminación. Ahora hay otra revolución viviéndose que es la de las mujeres. Ha sido una sostenida a lo largo de las décadas, pacífica y sin la violencia típica de las revoluciones. Una revolución de conciencias, que con la organización y la incidencia ha logrado permear de la mano a las mujeres en los espacios. Desde el feminismo, el aborto es un derecho porque la maternidad forzada ha sido la causa de opresión más cruenta a lo largo de la historia. Desde la visión de Estado que tuvieron los generales en funciones de presidentes de las naciones que veían a las mujeres como “productoras de soldados” hasta las visiones ultra conservadoras del catolicismo que mira a las mujeres como “hornos para bollos”, para quienes es irrelevante que una mujer no quiera perder su salud por nueve meses o que no quiera criar durante toda una vida, quienes tampoco miran lo miserable que puede ser para un bebé nacer en un lugar donde no le quieren.
Francia ha elevado a rango constitucional el derecho al aborto en el año 2024, fue este 4 de agosto, pues la fecha quedará escrita en todos los libros de Derecho Constitucional del mundo. La elevación a rango constitucional implica una postura tajante ante las regresiones en Estados Unidos y las amenazas en Argentina por el nuevo presidente Javier Milei y la ultra derecha liberal que, paradójicamente, tiene una obsesión con prohibir libertades.
Al elevar el derecho al aborto a nivel constitucional, Francia reafirma su posición como un referente internacional en la protección y reconocimiento de los derechos humanos. Esta decisión histórica no solo fortalece los derechos reproductivos de las mujeres en Francia, sino que también envía un mensaje poderoso al mundo sobre la importancia de garantizar la autonomía y la dignidad de todas las personas.
También es un mensaje para México, en donde el aborto se ha logrado gracias al litigio estratégico de abogadas feministas de GIRE y gracias a la incidencia del activismo, así como a resoluciones de la Suprema Corte que lo han protegido. Sin embargo, el gran pendiente para la próxima presidenta Claudia Sheinbaum, según la tendencia en las encuestas, es uno heredado de este sexenio: Aborto legal, gratuito y seguro en todo el país. Sea desde la Ley General de Salud, sea desde la creación de un Código Penal Único, pero el hecho es que a las mujeres mexicanas le quedó debiendo el primer piso de la Transformación. Interrumpir el embarazo no puede continuar siendo un delito en un solo Estado del país. Debe ser un derecho pleno. Universal.
Hoy que Francia tiene una brújula legal y moral sobre el reconocimiento de las autonomías de las mujeres, empezando por la sexual y reproductiva, es necesario insistir en que ningún derecho de las mujeres está a salvo pues, como se vive en Argentina, cuando la derecha conservadora retoma el poder, el primer objeto de opresión son de nuevo, las mujeres.