Se han escrito muchos y extraordinarios libros sobre Marie Curie. Uno de los que más disfruto es “La ridícula idea de no volver a verte”, de Rosa Montero, en donde los paralelismos entre las dos mujeres entrelazan una historia llena de pérdidas, pero también de resiliencias. Esa resiliencia que me recuerda a la científica polaca, la primera mujer en recibir dos premios Nobel, uno de Física en 1903 y otro de Química en 1911, por sus descubrimientos acerca de la radioactividad junto con su marido, es la misma que inspira Beatriz y su marido.
CURIE
Antes de que Marie Curie llevara aquel apellido, cuando su sexo era motivo de exclusión y tuviera que desplazarse de Varsovia a París, ya era una mujer que soñaba con estudiar en vez de casarse como era lo tradicional en su época. Marie Salomea Skłodowska, por los pasillos de la universidad, era famosa debido a su gallardía discreta y obstinada por la investigación científica. La audacia en su desempeño y sus largas horas le llevaron a ser mal mirada por la conservadora élite destinada para los varones. Incomodaba a los viejos acaparadores de la academia, recibía ofensas y ni siquiera su compañero científico podía garantizar un trato igualitario. La primera mujer en ser maestra de la Universidad de París y la primera científica en crear una ambulancia de apoyo para soldados heridos en la Primera Guerra Mundial. También la primera en estudiar en la Sorbona. Al mismo tiempo, la más señalada.
Así como Marie Curie fue la primera mujer en sobreponerse a toda una época de científicos excluyentes, logrando pasar a la historia, hoy en México Beatriz Gutiérrez Müller tiene el reto de sobreponerse a una época de misóginos y machistas conservadores que no toleran ver a una mujer con poder que escribe y construye, corrige y renombra la historia de todo un país, con ese papel discreto pero profundo en los asuntos de la vida pública.
BEATRIZ
Beatriz Gutiérrez Müller es la primera mujer que renuncia al nombramiento de Primera Dama para ser una compañera de todas las demás; la primera en contar, desde la mexicaneidad, una historia que nos fue impuesta; la primera en escribir la historia viva del momento nacional más significativo de la época moderna; la primera mujer en negarse a jugar en los roles tradicionalmente asignados para la feminidad; la primera mujer cuya sororidad desde el conocimiento, transforma espacios de la Ciudad de México, defiende la memoria ancestral en otros países y recobra el culto al orgullo mexica.
La primera esposa que demuestra su profundo amor al país exhibiendo inteligencia e intelectualidad, consciente de un México que no fue conquistado sino saqueado, ideóloga del despertar histórico de este país, ha incomodado igual a ignorantes que a conservadores. No solo les agravia que una mujer en Palacio Nacional haya renunciado a la vida de superficialidades a la que estaban acostumbrados. Les escandaliza que sea una mujer con doctorado y visión la que también tome decisiones.
Hay dos partes que necesitamos urgentemente analizar sobre la exhibición pública que hace el presidente de tuits ofensivos contra Beatriz Gutiérrez Müller.
Primero: El grupúsculo desorganizado que ha pretendido desacreditar a Beatriz Gutiérrez Müller con misóginos adjetivos cargados de ignorancia y prejuicios, quedó silenciado por miles de mensajes de reconocimiento y cariño para la escritora e historiadora más querida del país. No sólo quedó claro en las redes que Beatriz no está sola y que es profundamente apreciada por las mujeres más poderosas de México, sino que evidenció que el pueblo mexicano también se ofende cuando a Beatriz Gutiérrez Müller se le ofende. Esto es un acontecimiento pocas veces visto. Un pueblo que se cansó de mirar consortes lujosas desfilando de país en país, protagonizando las portadas de la revista “Hola”. Una mujer inteligente y sencilla, honesta, hecha de la cultura popular y adoradora de las culturas ancestrales, la que ocupe ese lugar.
La gran diferencia es que la minoritaria célula de odio que inundó las redes el día de ayer con descréditos, no existe allá afuera. Twitter no es el país. Allá afuera, en los pueblos y en las calles, cuando los proyectos culturales llegan y la historia comienza a renombrarse, la gente abraza y recibe a Beatriz Gutiérrez Müller
Segundo: Exhibir las ofensas en contra de Gutiérrez Müller en un supuesto tuit donde no se le nombra explícitamente, es bastante violento, pero también, bastante honesto. Aquellos que se quedaron vacíos hace tiempo de proyecto, han despotricado con los peores adjetivos hacia Beatriz. Es grave que un tuit cuya veracidad no se encuentra confirmada, sea tema de una conferencia de prensa en donde la percepción hacia los investigadores perseguidos del CONACYT se pretenda cambiar. Las barras de opinión, el rector Graue, las comunidades científicas honestas y respetables como la del CIDE, activistas y muchos de la propia Cuarta Transformación como Santiago Nieto han condenado los caprichos del fiscal Gertz Manero.
Utilizar el alto cariño hacia Beatriz Gutiérrez Müller para justificar la aplicación selectiva y autoritaria de la ley que hace Gertz Manero, es inadmisible. Ninguna mujer, por ser esposa de nadie, tendría que ser exhibida en aquellas ofensas. Por cierto.
La dignísima Marie Curie, a pesar de que en su primera nominación al premio Nobel fue citada, decidió no asistir. Pierre Curie se regodeó entre las felicitaciones y la champaña mientras Marie esperaba en casa. La mitad de los que habría tenido que saludar, en algún momento la habían intentado obstaculizar, boicotear y criticar. Beatriz Gutiérrez Müller es tan valiente, extraña y adelantada para el México que salió del peñanietismo, que seguramente consintió que aquel tuit fuese exhibido pues la bajeza se confronta y en realidad, ella no fue la exhibida: lo fueron las hordas de tuiteros que, de inmediato, reaccionaron reiterando las ofensas contra ella, burlándose y ofendiéndola. El silencio nunca es opción.
Aún así, en una lectura histórica me parece que son tiempos que pintan para bien: qué mejor momento en que una esposa presidencial está envuelta en la defensa popular de su trabajo y no en escándalos por corrupción, derroches o telenovelas. Su sacrificio es pedagogía para que todo un país se acostumbre a reconocer a las mujeres en la ciencia, en la historia, en la cultura, en la academia. Que los criticados sean los que ofenden y las admiradas, las mujeres que escriben la historia.
Sin duda, Curie en su genialidad universal se enfrentó a una pequeña comunidad tan retrasada que fue la historia la que tuvo que darle la razón. A pesar de tantas épocas, kilómetros y disparidades, las ideas misóginas viven en las pequeñas comunidades que buscan eco. No hay que dárselo.