Tiempos de indignación selectiva y falsedad libertaria.

Hay tres tipos de personas ante la ola de protestas nacida en la isla revolucionaria: los que condenaron el régimen sin condenar el bloqueo económico: los que acusaron intervencionismo y enarbolaron la revolución ignorando los actos represivos del Gobierno y los que priorizaron a las víctimas, sin la ceguera deslumbrante del anhelo revolucionario ni la ingenuidad de la espontánea protesta, reconociendo que Estados Unidos ha ahorcado hasta los huesos a Cuba y que, con todo y los esfuerzos imposibles, la carencia es real, así como real es que las fuerzas armadas hicieron uso excesivo de la fuerza.

Pero para los primeros “solidarios” vaya que debe ser complejo aquello de la congruencia. Durante días protestaron en redes, visitaron la embajada de Cuba en México para despotricar ofensas discriminatorias, clasistas y lanzar amenazas de muerte. Los más aventurados aprovecharon para pedir a México “verse en el espejo” de aquel país asegurando que vamos derechito hacia allá, otros tantos al puro estilo de Chumel Torres, pidieron alimentos, libertad y salud para los cubanos al tiempo que este sábado, despotricaron contra López Obrador condenando el envío a Cuba de 800 mil jeringas con agujas para que la isla pueda hacer frente a la pandemia de COVID-19.

Los muy hipócritas decían que ojalá así como ayuda a los cubanos, ayudara a los mexicanos y doblemente hipócritas, rogaron que Cuba se rasque con sus propias uñas. ¿Quién los viera hace una semana con tanta preocupación por el pueblo?

No les interesa la libertad -o lo que entiendan por ella- ni que los cubanos tengan acceso a insumos básicos. No les interesa que Estados Unidos protagonice un bloqueo genocida, ni que obstaculicen con la derecha el arribo de productos mientras que con la izquierda siembran movimientos desde organizaciones civiles que ni jóvenes ni cubanas son.

Les interesa formar parte de un combate ideológico, del desconocimiento de la voluntad cubana. Viven del anhelo de derrocar los principios revolucionarios, se quedaron en otra década y ahora que México, fiel a su costumbre de ayuda diplomática, realiza una labor humanitaria que será seguida por los países que integran la Celac, revelan sus verdaderas intenciones.

¿Por qué les molestará tanto que los países latinos envíen respiradores y medicamentos? O hace falta empatía y solidaridad, o de plano, el bombardeo mediático y polarizador logró destruirles el juicio. Desnudados de pies a cabeza.