La otra independencia merece que hoy se deje de gritar VIVA MÉXICO, para exigir que VIVAN LAS MUJERES. Y no sólo que vivan en el sentido alegórico; que vivan de vivir, de parar la estadística feminicida que arrebata la vida a 11 mujeres al día. Que caigan los tiranos vigentes, los sacerdotes feminicidas y los que obstaculizan los derechos.
A propósito de celebrar la caída de los tiranos que doblegaron a nuestro país con la imposición de su religión, costumbres, ideología y sistema a punta de sangre, me parece importante hablar de las otras insurgentes, las que con la rebeldía de la marea verde lograron consolidar un piso jurídico en México que reconoce el derecho constitucional y fundamental de las mujeres a elegir sobre el propio cuerpo.
Aquellas mujeres que durante la Guerra de la Independencia de México lucharon activamente junto a los reconocidos hombres que están escritos en los libros de historia no imaginaron que una década posterior al bicentenario, serían sus descendientes las que habrían logrado la independencia de las mujeres de los tiranos varones hechos instituciones que impusieron sus reglas, posesión, dominio y esclavitud sobre las mujeres y sus úteros. Esa otra independencia es la que hoy se festeja: la de las mujeres que muy pronto, dejarán de necesitar la aprobación de un ente patriarcal para poder abortar, dígase Estado, juez, agente ministerial, sacerdote, padre, novio, esposo, amante o figura de “autoridad”.
Esa independencia de las mujeres comenzó desde 1953 cuando el presidente Adolfo Ruiz Cortines promulgó el 17 de octubre las reformas constitucionales para que las mexicanas gozaran de la ciudadanía plena, hasta 2021, cuando la Suprema Corte de Justicia reconoce el inalienable derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, frenando también a los objetores de conciencia, aquellos médicos que han obrado como dueños de los cuerpos de las mujeres no solo al momento de una interrupción del embarazo sino en la violencia obstétrica cotidiana. Esa violencia que se ejerce contra las mujeres al momento del parto, a quienes pocas veces les preguntan si quieren tener un parto natural o cesárea, si quieren parir recostadas o de pie, si es momento de colocar más anestesia o si deciden a medio parto una ayuda; esas mujeres a las que nadie les pregunta si pueden realizarles una episiotomía (una incisión que se hace en el perineo —el tejido entre la abertura vaginal y el ano— durante el parto).
En los tiempos de la independencia, ni la autonomía económica bastaba para que las mujeres pudieran militar en sus ideas políticas. Las insurgentes miembros de la élite, tan católicas como conspiradoras, sentaron las bases para que las protagonistas de la otra independencia sean las mujeres de todas las clases, principalmente las feministas populares. Ellas, desde el privilegio, lograron trascender en la historia porque sus maridos estuvieron alineadas a los mismos fines como la conspiradora por excelencia:
Doña Josefa Ortiz, la mujer que financió la causa, Leona Vicario y hasta doña María Ignacia, la famosa Güera Rodríguez, que desde su codiciada libertad de cuerpo, mente alma y patria, mantuvo sus vinculaciones políticas con los hombres de poder como Agustín de Iturbide. Igual que las otras grandes mujeres que, siendo hermanas o esposas de la agrupación secreta de Los Guadalupes, residentes en la Ciudad de México, contribuyeron en Jaleaca desde las tropas de Nicolás Bravo tomando las armas, luchando en combate cuerpo a cuerpo en defensa de la patria. Hablo de María Camila Ganancia, Luisa de Orellana y Pozo, Margarita Peinbert, Antonia Peña y la Generala Antonia Nava, que es mencionada junto con Catalina González en el libro “La guerra sagrada de independencia” de Velasco Piña como guardianas de secretos prehispánicos.
Ahora es irrelevante si hay maridos o no los hay, si dan permiso o no lo dan. Ahora marchan todas y las mareas tienen nombres interminables de todas las que estuvieron y se fueron luchando, la que llegaron a la causa, las que siguen luchando , las que lograron lo que hoy tenemos, las que tendrán que impulsas en los congresos locales que sean reformados los códigos penales en cumplimiento a lo que la Suprema Corte ha resuelto, las que van a luchar para que en cada clínica haya al menos una o un médico dispuesto a respetar la decisión de las mujeres. Ahora el único freno a la libertad está en el feminicidio y en los funcionarios que obstaculizan el acceso, en los hombres que se convierten en parejas violentas, los padres y tíos que abusan sexualmente de las niñas o violentan de otras maneras. La independencia del matrimonio y la lucha por la matria, como la propiedad de la mujer sobre su propia matriz, la autonomía física y moral. Esa independencia, esa libertad.