La presente es una continuación o un añadido al texto anterior sobre el dueto artístico de las Hermanas Águila, o tal vez sea más bien lo que solía llamarse una “Nota bene” (N. B.), es decir, una observación particular sobre una de las integrantes del dúo en su calidad de solista: nótese bien, aunque literalmente y sin cortesías gratuitas, es un imperativo: ¡nota bien!, del verbo notare; como decir en mexicano, “¡fíjate!”, que ya es excesivo cuando sólo se trata es de hacer una amable observación a manera de agregado.
Como vimos la semana pasada, el trabajo de las Hermanas Águila, en el contexto de cantantes mexicanos entre las décadas de los 30′s y 60′s del siglo pasado que teniendo educación clásica eligieron una carrera en el canto popular (que paradójicamente hoy es ya clásico), fue muy destacado al grado de convertirse en pioneras de los duetos de cantantes mujeres.
Paz y Esperanza Águila actuaron juntas, a pesar de los infaltables conflictos, alrededor de 60 años. Desde sus inicios en Guadalajara hacia 1928, seguidos del debut en 1932 en el Teatro Degollado y en la Ciudad de México, en 1933, en la XEW y en distintos escenarios importantes de ese tiempo actuando, en principio, al lado de Gonzalo Curiel y Agustín Lara. La colaboración de las hermanas terminaría con la muerte de Esperanza en 1991, a quien Paz sobrevivió hasta 2004, mas su época de brillo vocal y artístico se dio en las décadas referidas arriba. Hacia el final tuvieron intervenciones tanto en el teatro bar “El Hábito”, hoy “El Vicio”, como en los diversos programas de Jorge Saldaña.
Caracterizadas por el color contrastante de sus cabelleras como imagen artística, hay que insistir para evitar la confusión: La primera voz, la soprano, la morena del dueto se llama María Esperanza. La segunda voz, la mezzosoprano (o contralto), la rubia, es María Paz. Ambas, apellidadas Águila Villalobos, lograron excelente y agradable acoplamiento vocal, raramente cantaron líneas como solistas, por lo general interpretaron canciones completas a dos voces. Pero sus registros son muy distinguibles en sus alcances con las notas altas y los graves; muy buenas voces ambas, homogéneas en su canto.
[Frente a una canción abnegada que sugiere guardar silencio, callar para conservar un amor, amar en secreto, “Por eso no debes”, de la autora cubana Margarita Lecuona, Gaby Daltas también graba otra pieza de voluntad y determinación que dice “por eso quiero que entiendas mi canto: contigo no vuelvo, no vuelvo contigo”; del también cubano Mario Fernández Porta, “No vuelvo contigo”]:
Por la naturaleza de su registro de soprano, pero sobre todo por su delicado gusto interpretativo que cuando fue necesario se empeñó en una emotividad convincente, de mayor vigor, destacó Esperanza. La Águila morena, la primera voz que se desprendió del dueto para grabar como solista entre los años 1940 y 1945. Lo hizo utilizando un seudónimo: Gaby Daltas.
[“Tristeza”, del guanajuatense Roque Carbajo, con la orquesta de Noé Fajardo; qué buenas orquestas populares las de ese tiempo, merecen un estudio]:
Un tiempo en el que Daltas, de persistir, pudo haber competido con las dos Ana María, Fernández y González que tenían una carrera destacada al ser impulsadas por Agustín Lara, el compositor y figura escénica imprescindible en el mundo de la escena y el espectáculo. O con María Luisa Landín, quien junto con su hermana Avelina hicieron el dúo Landín que los medios pusieron a competir con las Águila. No obstante, después de grabar un buen número de canciones de estupenda manera, Daltas persistió en el dueto con su hermana; una decisión artística y de vida importante.
Una de las primeras canciones que Daltas grabó en 1940 fue “Bola negra”, una pieza prácticamente desconocida de Agustín Lara. Un título raro que se comprende cuando se atienden los versos (esa versificación de Lara que Salvador Novo propuso estudiar) y se pone atención al estilo musical de la pieza que refiere a la java, un baile francés de los años 20′s del siglo XX, inspirado en el vals, en la métrica de 3/4 pero de manera más ágil, para sentirlo y bailarlo casi al pulso de 1. Según se lee por ahí, al bailar, los hombres posaban ambas manos en las nalgas de la mujer, que por eso tuvo problemas de censura en algunos salones.
Bola negra / Agustín Lara
La java se prende como mariposa
es miel pegajosa con ritmos de tres.
Dos cuerpos que giran, una hembra celosa
figura preciosa del verso francés.
Niña que desde Montmartre
conmigo has venido sin saberlo yo.
Aquel secreto siempre guardaré,
tu nombre llevará mi corazón.
Mis recuerdos y tus besos
seguirán tus pasos por aquel trotar,
en donde yo escuchaba quejas de la java,
de la “Boile Notre”...París...París.
[Qué bien que se pueda contar con esa joven y fresca interpretación de Gaby Daltas de la java de Lara, “Bola negra”; 1940]:
En su testimonio sobre Lara, las hermanas Águila dijeron que, con su bolero romántico, el compositor había hecho una especie de frente a la predominancia de estilos y ritmos extranjeros en época en México. Con esta java, esta “Bola negra”, así como en su suite española, sus tangos, sones, se percibe más bien cómo “El flaco de oro” utilizó esas herramientas de composición para enriquecer su repertorio y el de la música mexicana-Como está de moda decir hoy, ejerció un fenómeno de “apropiación” (relacionado con ese otro término tardíamente en boga, “transculturación”), que yo prefiero considerar como de fenómeno asimilación, que se perfila más agudo. No se apropia uno de lo ajeno o extraño (a menos que hablemos de robo) sino que lo conoce, aprende, asimila y reinterpreta en nuevos contextos y combinaciones. Eso es lo que Lara hizo con los diversos estilos y ritmos: una asimilación cernida por su “inspiración”; esto es su trabajo y su poética.
[“Travesura”, del exquisito compositor potosino José Sabre Marroquín, también con la orquesta de Noé Fajardo; 1942]:
Como queda dicho, Gaby Daltas pudo haber hecho una carrera totalmente de solista y pudo haber competido con otras cantantes de su época. Sin embargo, al optar por no romper con Paz, el dúo de las Hermanas Águila logró influir en nuevas cantantes, consolidarse hasta ganar en trascendencia sin que por ello Daltas, la morena, la soprano, la primera voz, se abstuviera de grabar su propio testimonio de calidad y belleza musical.
[Para concluir esta “nota bene”, vocal e interpretativamente, la que considero la mejor grabación de Daltas, “Hilos de plata”, de Alberto Domínguez, con el estimulante acompañamiento de la orquesta de Juan S. Garrido]:
Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo