No es positivo para nadie que la aprehensión de Jesús Murillo Karam haya coincidido con la liberación de Rosario Robles. Aunque confío tanto en la independencia de la Fiscalía General de la República como en la poder poder judicial, sobrará gente que hable de una función de lucha libre perfectamente arreglada. Uno de los comentarios más simpáticos que se leían anoche en las redes sociales era: “Cambio en el equipo de Peña Nieto: entra Murillo, sale Rosario”.
Quizá la prueba de que no hubo ningún pacto entre la 4T y el anterior gobierno de México sea, precisamente, la desafortunada coincidencia. Y es que no convenía a la imagen de ninguno de los grupos políticos mencionados que las cosas se dieran como se dieron. Lo cierto es que que pocas personas creerán que no hubo un acuerdo. Pero lo importante no es esto, sino aprender de tales ejemplos, tomarlos como lecciones que puedan servir para evitar, en el futuro, que los delitos presuntamente cometidos por Murillo y Robles no vuelvan a ser cometidos por quienes ocupan los más altos cargos en la administración pública.
Los físicos realizan experimentos mentales para clarificar conceptos. Es conocido que Einstein pudo desarrollar algunas de sus teorías porque utilizó gedankenexperiment. Se trata de experimentos que no se pueden llevar a la práctica, pero que resultan bastante útiles para entender las cosas.
¿Cómo habría manejado el presidente López Obrador una situación como la de Ayotzinapa? Lo que hoy sabemos es que “autoridades federales y locales supieron en tiempo real de la situación y no actuaron”. Estoy citando a La Jornada: los mandos civiles y militares siguieron en tiempo real el desarrollo de las desapariciones y asesinatos —había inclusive un soldado infiltrado entre los estudiantes—, y no se actuó a tiempo. “Si el ejército hubiera intervenido los habría salvado”.
¿Por qué el ejército no intervino? Esta pregunta puede tener numerosas respuestas, pero lo cierto es que no hubo nadie capaz de obligar a los soldados a evitar la tragedia que ha enlutado a las familia de 43 jóvenes. Quizá la información no llegó a tiempo ni con objetividad a la oficina presidencial, de tal modo de que el jefe de las fuerzas armadas, el presidente de México —en ese tiempo, Enrique Peña Nieto— ordenara que el problema se resolviera sin violencia. O quizá EPN sí se enteró, pero no tuvo poder suficiente como para obligar a la tropa a hacer lo correcto. Lo más probable es que se haya informado a algún asistente de Peña Nieto lo que estaba pasando, pero con el diagnóstico equivocado: son delincuentes, no estudiantes. Lo que sea, nadie impidió el asesinato de 43 muchachos.
En el experimento mental que se está planteando aquí lo básico consiste en imaginar cómo habría actuado AMLO. Tanto por su política de abrazos y no balazos —que tanto se le cuestiona— como por su cercanía con el ejército mexicano —que se critica todavía más—, es dable imaginar lo que habría hecho Andrés Manuel en esa situación: ordenar o convencer a los soldados de dejar ir a los chavos, independientemente de las acusaciones contra ellos; es decir, seguirían vivos porque nadie en las fuerzas armadas, sea por disciplina o por la buena relación que han establecido, tiene menor interés en llevarla la contra al presidente López Obrador.
Sí, los 43 seguirían vivos si los hechos hubieran ocurrido en el gobierno de AMLO.
Sobre Rosario Robles, lo mejor que puede hacer Andrés Manuel es sancionar con todo el peso de la ley a quienes sean responsables del hoyo financiero de más de 9 mil millones de pesos en Segalmex. Caiga quien caiga, como debe ser.