IRREVERENTE

Les platico:

La lectura en papel, hoy en día está reservada para los sibaritas.

Ante el avasallamiento que vivimos de la era digital, las librerías son un remanso de paz en vías de extinción, dicho sea esto, en ciertas ciudades y en ciertos países.

Por ejemplo: caminar por la bonaerense avenida Corrientes es un entrar y salir constante en estos lugares llenos de magia.

Las columnas más leídas de hoy

Son tan apetitosas las librerías de la capital argentina, que ha habido quienes no resistieron la tentación de salirse de una de ellas con un libro robado escondido bajo el brazo y envuelto en periódico.

Como le sucedió el 22 de diciembre de 2919, al inicio del gobierno de López Obrador, al que fuera embajador de México en ese país, Ricardo Valero, quien fue cesado de su cargo fulminantemente al ser descubierto en ese desliz surrealista literario.

“Está bien que sí, pero no es pa’tanto”, como decía mi abuela la alcaldesa.

Bien difícil es que ocurra un incidente así en México, pero no precisamente porque nos distingamos por nuestro voraz apetito por la lectura, como para andarnos robando libros.

No es por ahí la cosa, sino por el hecho de que solo Buenos Aires tiene más librerías que todo México como país.

Por eso, ayer que llegué a la librería La Mexicana, me sorprendió verla llena a tope.

Y no era para menos, porque tenía lugar ahí la presentación del libro “Pinceladas históricas de Santiago”, un mural de emociones que nos transportan a los orígenes de un pueblo, que es mágico mucho más allá de esa denominación de origen de la que gozan 132 comunidades esparcidas por todo el territorio nacional.

Santiago es uno de ellos y lo es llevándose por lo ancho y por lo largo, a gobiernos, empresarios, agrupaciones y asociaciones.

Es mágico por su historia y por su gente; por ese pasado que a los jóvenes les cuesta tanto trabajo voltear a ver, pues cuando mucho le dedican una somnolienta, legañosa y aburrida mirada de reojo.

Lo que nos cuentan estas “Pinceladas…” va mucho más allá del supuesto trajín de autoridades que bachean calles o pintan de amarillo los cordones de banquetas o que cortan listones de tiendas de autoservicio.m o que dicen contar con seguridad inteligente.

La magia del pueblo está en las historias que se siguen contando en las mecedoras, en la banqueta, cuando cae la tarde.

Está en el sazón de la comida, en los colores y olores de la leña donde hierven los caldos preparados en el fuego lento del fogón y del anafre.

Ahí está la magia, más que en los restaurantes y hoteles que se reproducen como gremlins en aguacero alrededor de la plaza, de la iglesia, y que aparecen oportunistamente cerca de la Presa, para darle “sabor de mar” a la comida.

Y entonces, ante semejante boato de las cortes citadinas que saturan calles, carretera y avenidas, más que gobernantes se ocupan prestidigitadores, magos, para evitar los brutales aumentos del Predial, que a duras penas pagan los pobladores nativos, pero que sobradamente cubren los sampetrinos redimidos que convirtieron sus fincas de fines de semana en este pueblo, en las residencias donde ahora viven todos los días.

Y volviendo a las “Pinceladas…”, qué lástima que el libro no haya estado a tiempo para su presentación de ayer, porque de seguro ahí se habría agotado la primera edición.

Al parecer, no fue suficiente el “látigo” de mi hermanito, como de cariño me refiero al notable historiador Oscar Tamez.

Cajón de Sastre:

  • Dejé encargado un ejemplar; sospecho que me lo voy a “merendar” completito en una sentada en la mecedora, aunque primero debo comprarme una, porque cuando nos mudamos a Santigo, quién sabe donde quedó la que me heredó mi abuela, la alcaldesa…
  • Mañana, cambio completo de programa, cuando les platicaré de un hecho inédito con repercusión nacional, que tendrá lugar en San Pedro Garza García, que no es pueblo, y mágico, menos…