Se prendieron los ánimos en la clausura del año legislativo en el Senado de la República. En medio de un intercambio de mensajes e, incluso, indirectas de quienes en algún momento se pusieron la casaca de Morena para aprovechar la coyuntura política que vivió en aquel entonces el presidente López Obrador, no se midieron en sus comentarios que más allá de propiciar y detonar el debate resultó contraproducente para efectos de credibilidad hacia el ex director del IMSS.

Resulta que, el senador Germán Martínez, señaló a Ricardo Monreal de unos supuestos acuerdos para conformar un espacio tanto la Junta de Coordinación Política de la Cámara Alta, así como para integral la comisión permanente.

Por ello, el senador michoacano creyó oportuno el momento y, con una ira desenfrenada, mandó una indirecta que pudo ser descifrable con el modo y la narrativa. Con esa lingüística, se refirió al legislador Ricardo Monreal que sereno, esperó su turno para defender su postura.

Tan solo bastó con que subiera a la tribuna e, impávido, mostró el dominio y la capacidad política. Y es que no solo se defendió, sino que dio una muestra de poder de convocatoria cuando sus compañeros de la bancada de Morena gritaban el nombre de ¡presidente, presidente!

Fue un momento efusivo. Eso puede ser, a bote pronto, la muestra que nos hace afirmar el gran liderazgo del senador Ricardo Monreal. Más aún, cuando hubo necesidad de apoyarlo tomando como referencia los señalamientos de Germán Martínez que evidentemente tuvo que mirar escéptico con un pleno que se volcó hacia la imagen del zacatecano.

Las columnas más leídas de hoy

Quizá nunca se imaginó ese momento. Fue un estupor para él. Por ello, en cuanto al mensaje directo que le enviaron sus compañeros, seguramente quedó neutralizado.

A diferencia de otros instantes, el senador Germán Martínez mostró o, dicho de otro modo, sacó a la luz el panista que lleva dentro. Tal vez los esfuerzos por simular en aquella época del 2018 son, en estos momentos, una lección de no dejarse llevar por las circunstancias de aquellos que muestran su arrepentimiento por su pasado político.

Es el caso de Germán Martínez, un panista de cepa. Muchos dudamos cuando respaldó al ahora presidente López Obrador; de repente apareció y se sumó al proyecto de la Cuarta Transformación. Además de involucrarse en las actividades de campaña de aquel entonces, se sumó a la crítica hacia la oposición.

Fue todo una metamorfosis que elevaba la sospecha de que, llegado el momento, podía ocurrir lo que suele pasar con muchos políticos que aprovechan solamente las coyunturas y sacar, a flote, los verdaderos intereses.

Eso pasó con Germán Martínez. A pesar de que sorprendió su salida del IMSS de forma rápida, ratificamos su verdadero desdén con la 4T en el Senado de la República. A partir de ese momento, se prendieron las señales desde que no se adaptó a la política de los legisladores de Morena. De hecho, criticó muy fuerte la agenda del propio presidente; aprovechó su posición y, con exacerbación, atizó a rajatabla con el programa que encabeza López Obrador.

La traición estaba consumada. Germán Martínez sacó a flote el panista que llevaba dentro. Se declaró independiente y, con un grupo de legisladores, formó un “equipo” plural que, más bien, es una especie de mecanismo de chantaje para tratar de tener mano en la toma de decisiones.

No sé la compro. En cuanto arribó al gobierno le ganó la tentación o, más bien, recordó sus años “maravillosos” al frente del PAN donde, incluso, pasó desapercibido.

Y por si eso fuera poco- en esta ocasión aparentó un malestar que, más bien, fue una estrategia para aparecer en los titulares de la prensa y tener jugada o materia de análisis porque, desde la posición que juega en estos momentos, está prácticamente segregado y, por ello, busca a toda costa mantener los reflectores.

Sin embargo, recibió literalmente una sacudida desde el pleno del senado de la República. Buscó reflectores a través de la imagen de Ricardo Monreal quien se puso el overol del líder y dio una cátedra de liderazgo al senador independiente o, mejor dicho, a un panista de cepa que navega siempre engañando cuando asegura que defiende un proyecto.

Primero Lilly Téllez y después Germán Martínez traicionaron la confianza del presidente Obrador. Ambos, incluso, padecen de la misma patología del autoengaño.

Javier Lozano en Twitter: @JavierLozanoMor