Vaya telenovela que vive el núcleo de la Cuarta Transformación (4T) por la historia de intriga, traición y venganza que involucra a Alejandro Gertz Manero, Olga Sánchez Cordero y Julio Scherer Ibarra.
Alguna vez a Sergio García Ramírez, Procurador General de la República (PGR) en el gobierno de Miguel de la Madrid, le preguntaron qué se necesitaba para convertirse en procurador de la república. El priista respondió sin pena alguna: “se necesita tener un gran prestigio jurídico... y estar dispuesto a perderlo.”
Y vaya que el prestigio es lo que ya no queda en el triangulo bochornoso de Alejandro Gertz Manero, titular de la Fiscalía General de la República; Olga Sánchez Cordero, senadora y extitular de la Secretaría de Gobernación, y Julio Scherer Ibarra, exconsejero jurídico de la Presidencia de la República.
La historia es complicada y larga pero ahí va un pequeño resumen: Alejandro Gertz Manero, Olga Sánchez Cordero y Julio Scherer Ibarra llegaron a la 4T con trayectorias muy distintas pero coincidieron en un punto trascendente para la nación: respaldo absoluto al proyecto de transformación del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Mientras Sánchez Cordero se consolidaba una figura histórica en el Poder Judicial por sus años de servicio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN); Julio Scherer Ibarra, hijo de una leyenda del periodismo como Julio Scherer García, se hizo de un prestigio sin igual por sus litigios en los principales despachos jurídicos del país. Por su parte, Gertz Manero colaboró en distintos gobiernos e incluso irrumpió en la academia con su polémica rectoría de la Universidad de las Américas (UDLA).
Pero apenas unos meses entrados en el gobierno de AMLO, la fraternidad entre los 3 personajes se quebró y comenzaron a aparecer las sospechas, los reclamos y las extorsiones.
El presidente AMLO mantuvo la situación con alfileres por el máximo de tiempo que pudo. Sánchez Cordero fue la primera en ser removida y al poco tiempo también le dieron las gracias a Scherer Ibarra. No duraron ni la mitad del sexenio.
Fue el propio AMLO quien confirmó las diferencias entre sus excolaboradores; pero ahora sabemos, según la versión de Scherer Ibarra, que en realidad las “diferencias” son un intercambio de acusaciones por presuntos delitos cometidos ya con todos los involucrados desde sus puestos de poder.
Estamos presenciando en vivo la destrucción de 3 de los pilares del proyecto de gobierno de AMLO. En la trama están involucrados lo mismo Alejandra Cuevas que Juan Collado, Inés Gómez Mont, el subprocurador Juan Ramos y hasta ministros de la SCJN.
Afortunadamente los agitadores de la 4T han decidido mantener su pleito en una triple amenaza y no han manchado a otros funcionarios incondicionales a la 4T, como los titulares de la SHCP, la Sedena y la Marina.
Que Julio Scherer haya salido en la revista Proceso a decir que el fiscal Gertz Manero lo amenazó por el caso de Alejandra Cuevas, y que Sánchez Cordero casi casi la hizo de representante de Juan Collado, no ha hecho más que evidenciar el fracaso del actual titular de la Segob, Adán Augusto López, a quien muchos presentan como el “súper negociador” de la 4T que no ha sabido ni por donde le pasó la tormenta Gertz-Cordero-Scherer.
La relación tóxica de Gertz Manero, Sánchez Cordero y Scherer Ibarra
Sabemos que el presidente AMLO tratará de atribuir el desastre entre sus colaboradores a “los tiempos de libertad” en el gobierno federal; pero la realidad es que no estamos ante un debate filosófico o académico sobre la naturaleza del hombre, no. Lo que vemos tampoco es un ejercicio dialéctico para la construcción de una nueva realidad. Estamos ante una relación tóxica de tres autoridades que parece están dispuestas a demostrar quién extorsiona más y mejor.
Hace poco fuimos testigos de lo que ocurre cuando la “pasión” se desborda y una mentada de madre se convierte en un intento de asesinato en un estadio de futbol. La pasión resulta peor combustible cuando existen instituciones de por medio capaces de manipular las leyes al capricho de una mente perversa.
Es tiempo que el presidente AMLO haga un control de daños y suelte un manotazo para calmar a sus colaboradores. Si bien la Fiscalía es autónoma y Gertz Manero tomó protesta por 10 años, AMLO cuenta con la autoridad moral para exigir que se respete la ley y se superen las venganzas personales.
El presidente también debe abrir línea con Sánchez Cordero y Scherer Ibarra para llamar a la prudencia y al respeto a un proyecto de nación mucho más grande que su vanidad. Esta narrativa de “él dijo, pero tú dijiste, pero a mí me dijeron”, no responde a la confianza de una ciudadanía harta de los abusos.
De unos meses para acá son constantes los corajes de AMLO en su mañanera por los trascendidos publicados por distintos periodistas. Ahora sabemos que esos rumores o chismes vienen de los protagonistas de la telenovela, ellos y ella son quienes quieren que la prensa exhiba al de enfrente y de paso que el presiente se la agarre contra los comunicadores antes de voltear a poner orden en su equipo.
Ya basta de las cartas en Proceso, las grabaciones ilegales, las denuncias a través de Juan Collado y los señalamientos por propiedades y fortunas. Hay que sentarse en la misma mesa, darse la mano, e ir preparando cada quien a su mejor abogado porque no hay duda que aquí hubo algo chueco; pero los problemas se resuelven afuera de la cantina, como buenos borrachos.