Nuevo León y su imagen, la de las Universidades privadas (y públicas) que son paradigma académico, el estado ejemplo, históricamente, de emprendedurismo y pujanza, trabajo y desarrollo material y de capital humano. La paradoja de la entidad norteña es su clase política, sobre todo la de los últimos sexenios, ya que históricamente tuvo gobernadores de primer orden, cómo, ni más ni menos, que el histórico Don Alfonso Martinez Dominguez.
Pero en los últimos años han desfilado impresentables, como Rodrigo Medina, que dejó las arcas neoleonesas en apuros, con escándalos por desfalcos que no le pedirían nada a los dos Duarte, por ejemplo. Después vino la “panacea” independiente, que fué sólo llamarada de petate, menos tiempo que la lectura del mamotreto al respecto que escribió y publicó Jorge Castañeda en su momento, y logró ganar la gubernatura, contra todo pronóstico, un ex priista resentido, conocido cómo EL BRONCO, quien cuándo tuvo oportunidad, volvió a su verdadera pasión: la de un standupero, que nunca estadista, y dejó botada su enorme e histórica responsabilidad para lanzarse a un patético show de candidato “independiente”, ahora a la presidencia, pero si dependiente dicha aspiración de las tácticas fallidas de la oposición, que ya para entonces se presentía moralmente derrotada.
¿No será aspiracional el fenómeno?
Bien, ahora vemos, con horror e incredulidad, que en Nuevo León van arriba en las encuestas dos candidatos que son una vergüenza, sobre todo la botarguita llamada Samuel García, que con todo y evidencias de que a su familia la vinculan con presuntas actividades ilícitas, es puntero. A todo lo anterior vale una pregunta, que por cierto se extiende a otros estados del norte rico, por ejemplo con las demenciales marchas en apoyo a un gobernador que tiene cientos de kilos (literalmente) de evidencias cómo un criminal: ¿no será aspiracional el fenómeno?, es decir, figuras que son, consciente y/o inconscientememte, ejemplos de “éxito” a costa de LO-QUE-SEA para la sociedad.
Ósea, no importa cómo, se trata de conseguir poder económico y político, dejando al famoso árbol de moras de Don Gonzalo N. Santos, refiriéndose a la moral y a la ética, como un juego de niños, ya que no estaría limitado a ciertos líderes cínicos, sino cuál metástasis mortal, a una muy buena parte de la población. Si mi hipótesis fuera real, ni con cinco ‘AMLOs’ consecutivos, este país tendría un horizonte de una verdadera cultura del esfuerzo, una con rostro ético y humano.
Ahora, otro detalle referente a Nuevo León: sabido es que las clases altas, sobre todo la empresarial, pesan demasiado a la hora de decantar al electorado para decidir al ganador de una elección, sus empresas de medios han crecido, a la inversa de por ejemplo, TELEVISA, de un ámbito local a uno nacional; MULTIMEDIOS es Grupo Milenio y EL NORTE es Reforma; es decir, la clase empresarial neoleonesa, mediante sus brazos propagandísticas, tienen la seguridad de que uno de los pretendidos rasgos de la llamada cuarta transformación, esto es, separar el poder político del económico, no se concrete a nivel local, llevando a la gubernatura a los exponentes más dóciles que puedan encontrarse en las contiendas.