Ayer inició formalmente la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático 2021, conocida como la COP26. El evento tendrá lugar en Glasgow, Escocia, hasta el 12 de noviembre. Su objetivo general será revisar y dar continuidad a los esfuerzos realizados en el marco del Acuerdo de París de 2015.

El cambio climático es una realidad irrefutable. Así lo asegura la comunidad científica. En opinión de expertos, el temido alza de temperatura de 3ºC supondría una catástrofe global en términos de supervivencia. Según aducen, miles de especies animales morirían, mientras la calidad de vida de los seres humanos se vería gravemente afectada como resultado de fenómenos naturales.

Desafortunadamente, el asunto del cambio climático se ha prestado a la politización. Mientras la mayoría de los políticos liberales de centro-izquierda reconocen el problema y tienden a encauzar iniciativas dirigidas a transitar hacia energías limpias y renovables, el populismo alrededor del mundo suele desdeñar la gravedad de la crisis; quizá derivado de una falta de creencia en la evidencia o como presas del cabildeo político de las industrias contaminantes.

El lector recordará la salida de los Estados Unidos del Acuerdo de París durante la presidencia de Donald Trump. Para nuestro infortunio, AMLO forma parte de este grupo de líderes anclados en el pasado y que se empecinan en apostar por recetas de otros tiempos, en detrimento del interés global.

México, lamentablemente, no tendrá mucho para presumir en Glasgow, pues lejos de incentivar la utilización de energías limpias, AMLO y su gobierno confían -aún- en la conveniencia del petróleo y de la combustión.

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La COP26 será trascendental para los esfuerzos futuros en materia de cambio climático. Desafortunadamente, los acuerdos alcanzados sobre el papel difícilmente serán vinculantes y cada jefe de Estado y de gobierno priorizará de acuerdo a sus agendas internas. Es por ello que los gobiernos alrededor del mundo, en concierto con la sociedad civil, deberán echar mano de sus mejores bazas diplomáticas con el propósito de superar el principal desafío de las relaciones internacionales del siglo XXI.

En suma, el cambio climático es real, y también lo es el impacto de la acción humana sobre él. El mundo se acerca inexorablemente hacia el alza de 3ºC. Confiemos, en aras de la salud de nuestra planeta, que imperen en Glasgow las conciencias y que exista la voluntad política para combatir el calentamiento global. De lo contrario, la Tierra – y la vida humana- estará en problemas.